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Ferrán Brunet i Cid

Guerra arancelaria: ¿Sabe Donald Trump algo que nosotros no conocemos?

Las actitudes y disposiciones trumpianas sobre aranceles han generado malestar, incertidumbre, vértigo, pavor y desplome de las bolsas. Un clamor general que no ha gustado a casi nadie

Actualizada 09:44

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostiene una orden ejecutiva firmada tras pronunciar un discurso sobre aranceles recíprocos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostiene una orden ejecutiva firmada tras pronunciar un discurso sobre aranceles recíprocosÁFP

La guerra arancelaria declarada por el presidente Donald Trump al resto del mundo, ¿es una barbaridad? ¿Un despropósito? ¿Una tormenta, un caos, una peste? ¿Una antipolítica? ¿Una farsa? O bien, por el contrario, ¿es el primer acto de una sesuda estrategia económica y política?

Las actitudes y disposiciones trumpianas sobre aranceles han generado malestar, incertidumbre, vértigo, pavor y desplome de las bolsas. Un clamor general. A casi nadie ha gustado el golpe de mano de Trump contra el tablero internacional. La forma y modo, la bravuconería, fanfarronería e imprevisibilidad, el quebranto a golpe de tuit en X y redes sociales y con órdenes ejecutivas, de la legalidad, reglas y usos comerciales internacionales –creadas por Estados Unidos– es inconcebible y surrealista, sino no fuera cierto. A su vez, el contenido y materias de las intervenciones de Trump son desatinadas, siendo así que difícilmente las alzas de aranceles conseguirán el objetivo declarado de reducir el déficit del balance exterior de bienes de EE.UU.

Las propuestas arancelarias de Trump son inauditas (por su nivel extravagante) y absurdas (puesto que no alcanzarán el objetivo de equilibrar la balanza de bienes de EE.UU.). Además, son medidas contraproducentes para la economía estadounidense, siendo así que, por decirlo de modo sintético, ¡afortunado es el país que tiene dinero para comprar barato en el mercado internacional, y encima financiar con el excedente de los demás países su propio déficit fiscal! Finalmente, los efectos y consecuencias de las acciones trumpianas ya han sido negativas y, si los manotazos de Trump se completasen, llegarían a ser sumamente peligrosas.

¿Locura o estrategia?

El debate desatado entre economistas y politólogos americanos y de todo el mundo sobre las medidas de la administración Trump se organiza en dos polos:

a) Cuantos, desde el análisis económico, el análisis político y el análisis psiquiátrico, estiman que las disposiciones adoptadas y propuestas combinan: 1) ignorancia, ideología nacionalista y populismo; 2) hondos defectos de personalidad de Donald Trump; y 3) la ineficacia del sistema institucional americano, incapaz de impedir los gravísimos estragos de Trump e impotente para poner a este sujeto desquiciado y delincuente acreditado en su lugar y no en la presidencia de EE.UU.

Las locas medidas trumpianas se intentan revestir de relato estratégico

b) Quienes creen o (quienes aun no creyendo) sostienen que el trumpnomics es o será una estrategia de política económica coherente, efectiva, eficaz y eficiente. Y que hará América grande de nuevo

Ojalá fuera así, y no una destrucción económica mutua asegurada, en forma de honda recesión estructural global. Sólo desde teorías de la conspiración cabría ‘entender’ la ‘estrategia’ de Trump y su gran ‘liderazgo’. En suma, por forma, materia, razones y efectos, ahora lo inteligente y sensato para EE.UU. (y para Trump mismo, si quiere evitar un impeachment), así como para el mundo entero, es revertir la disparatada guerra trumpiana y restablecer las relaciones comerciales e internacionales basadas en reglas.

Segunda ronda: dólar y deuda

Para dar ‘sentido’ estratégico a los desatinos trumpianos, se debería: i) persistir y completar la tarea ya emprendida en materia de aranceles; y ii) complementar esta tarea con 1) una devaluación del dólar americano, y 2) la conversión como perpetua de parte de la deuda americana. En este relato, tras la corrección del déficit comercial americano por los mayores aranceles (aunque, en realidad ésta es una misión completamente imposible) vendría, pues, el ataque al tipo de cambio del dólar y a la deuda americana.

La depreciación del dólar y la incertidumbre y el riesgo con los Treasuries podrían decantarse en crack y si no en recesión

De hecho, tras la tormenta de los aranceles, la segunda ronda de medidas trumpianas se ha abierto ya como efecto directo de la primera ronda de medidas. Efectivamente, la pérdida de confianza en la actual administración de EE.UU. y la inestabilidad inducida al sistema económico global, ha propiciado: i) depreciación del dólar (frente el euro y otras divisas clave, salvo el ¡renminbi!); ii) un encarecimiento de la anualidad de la deuda americana (por incremento del tipo de interés o ‘rentabilidad’ por mayor riesgo); y iii) ventas de Treasuries (especialmente en manos de China) en el mercado secundario y caída de su demanda al incrementarse el riesgo de este activo de reserva.

¿Acuerdo de Mar-a-Lago?

En la perspectiva actual de depreciación del dólar americano se alude a los acuerdos del Plaza (1985) y del Louvre (1987), luego extendidos como G7 y G20, de reacomodo de los tipos de cambio y devaluación del dólar. Dícese que Trump sueña con firmar un acuerdo parecido en su mansión de Mar-a-Lago (FL). Sin embargo, si en los 1980 los acuerdos monetarios de EE.UU. tenían como contraparte principal a Japón y Alemania, ahora, la contraparte principal sería China, la eurozona y el conjunto del mercado financiero, hoy ciertamente global. Y éste es otro cantar.

Hipotéticamente, dicen sus abanderados, un Acuerdo de Mar-a-Lago daría a las naciones del G7, Oriente Medio y América seguridad y acceso a los mercados estadounidenses. A cambio, estos países aceptarían intervenir para depreciar el dólar, aumentar el tamaño del sector manufacturero americano (vete a saber con qué milagro) y ayudar a resolver los problemas estadounidenses de deuda, canjeando una parte de ésta por bonos con una duración de 100 años.

Del impacto en el PIB al crack o la recesión

De la primera ronda de medidas ‘económicas’ trumpianas (a propósito de la corrección del déficit comercial bienes a través de mayores aranceles) cabe estimar una reducción permanente del comercio internacional en torno al -4,5 %, una reducción permanente del PIB de EE.UU. en torno al -1,5 % y del PIB de la UE en torno al -0,5 %, así como un empuje a la inflación de EE.UU. del orden del +2 %.

De una segunda ronda de medidas trumpianas (depreciar el dólar y convertir parte de la deuda en perpetua) acaso quepa deducir un caos sino un crack en los mercados de capitales. Por tanto, el efecto acumulativo de las dos rondas de medidas trumpianas podría ser una recesión global estructural.

El activismo y fundamentalismo, unidos al narcisismo y al compadreo, han producido unas políticas emotivas sumamente desestabilizadoras. Y conocemos que, en la economía contemporánea, los auges son falsos pero las caídas son reales. En este contexto, los peor pensados suponen: 1. Que hay una estrategia; 2. Que hay intereses económicos y bursátiles; 3. Que Trump busca un enemigo exterior, porque necesita un conflicto con todo el mundo para presentar su uso personal, tiránico, monárquico de su poder, para su defensa de EE.UU.; y 4. Que Trump es un bandolero y Guillermo Tell, o/y que es líder heroico que demuestra su capacidad para causar conmoción y asombro.

Más allá de la economía y la política

Nos encontramos, pues, en la psicología sino en la psiquiatría. ¿Qué es peor: la ignorancia, el radicalismo, la prepotencia, la cara dura o la maldad? En el caso de Trump no cabe elegir: las degradaciones que se compilan en su personalidad dan al hombre con más poder de la Tierra un coctel molotov moral, político, económico y nuclear de destrucción ciertamente masiva. Trump ¿tiene una inteligencia preclara? o ¿es un psicópata de mucho cuidado? Es un bombero pirómano, un salvador liquidador, un presidente devenido tiano imprevisible que salvará EE.UU.

Las posiciones de Trump generan políticas emocionales, ideológicas, populistas, dónde lo básico es la negación de la realidad. La realidad es ‘mala’, y se pretende corregir con medidas que contradicen las leyes la realidad y que olvida su primacía final. Trump ignora el conocimiento, menosprecia a los demás, tiene y muestra desdén hacia todo y hacia todos. Confía en el valor de la mentira. Es indiferente ante el bien y el mal, no diferencia entre el bien y el mal, entre la realidad y la ficción. Desconoce las leyes de la economía, ignora las leyes de la política.

Por otra parte, como españoles vemos que entre Donald Trump, gran resiliente y disruptor del sistema internacional comercial y geopolítico mundial, y Pedro Sánchez, gran resiliente y disruptor de la democracia y la integridad de España, hay semejanzas políticas y psiquiátricas. Sin embargo, hay una diferencia clave: Trump rompe todas las formas, Sánchez mantiene la expresión oral. De hecho, y aunque la dimensión del daño de uno sea americana y global y la del otro sea española y regional, en la profundidad y continuidad del mal Sánchez habrá sido muchísimo más efectivo que Trump.

Consecuencias políticas

Se ha recordado que los países, más que caer asesinados se hunden por suicidio. Con Trump, ¿EE.UU. se está suicidando? Sin duda, se está autodestruyendo. El unilateralismo proteccionista y nacionalista del gobierno de EE.UU., es un despotismo mesiánico, posmoderno. En el nuevo desorden americano y global, no hay reglas sino excepciones.

Con la ‘administración’ Trump y su ‘política económica’ se está descomponiendo el soft power americano, que es también el soft power del capitalismo competitivo de mercado y del Estado social y de derecho, y el soft power del progreso de Occidente y del mundo entero. Amén de manchar honda y largamente la reputación de aquel país, la ‘agenda’ nacional e internacional del presidente Trump traerá desventura y penuria a estadounidenses y no estadounidenses.

Las políticas emotivas no son solución y deberán revertirse

Por ello, hemos de confiar y tener fe y esperanza en la capacidad de la ciudadanía y la democracia americanas de neutralizar el autoritarismo trumpiano, o sino en su capacidad de deshacerse de él con un impeachment. Más allá, para no morir, EE.UU. y las democracias liberales avanzadas deberán reformar sensiblemente su sistema electoral, político e institucional. Naturalmente, y por fortuna para todos, Estados Unidos de América, la democracia y el progreso tienen un futuro mucho mejor que el pésimo futuro que le espera a Donald Trump.

  • Ferran Brunet i Cid es profesor de Economía Europea. Autor de Economía del separatismo catalán y The Economics of Catalan Separatism. Cofundador y miembro de la junta directiva de Sociedad Civil Catalana.

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