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Análisis económicoJosé Ramón Riera

Las cuentas de Cuerpo, como las de Montero, no se sostienen

Hoy me corresponde desmontar el discurso del ministro de Economía, mucho más inteligente que su homóloga de Hacienda, aunque menos sibilino y peligroso

Vimos en el artículo de ayer que María Jesús Montero, o bien cometió tres errores garrafales en la presentación del 18 de noviembre y presentó datos incorrectos, o bien mintió a todos los presentes con total tranquilidad. Personalmente creo lo segundo, porque gusta de tratar a los periodistas como si fueran idiotas dispuestos a tragarse todo lo que les entrega, y hay que reconocer que en muchas ocasiones no le falta razón. Hoy me corresponde desmontar el discurso del ministro de Economía, mucho más inteligente que su homóloga de Hacienda, aunque menos sibilino y peligroso.

Todos los datos que presentó Carlos Cuerpo están en porcentajes, para dificultar los cálculos y hacer más complejo detectar incoherencias. Pero, cuando un discurso se construye con pies de barro, no cuesta demostrar que los números son imposibles de cumplir. Empecemos con la primera parte de su intervención, porque merece atención.

Todo apunta a que, con o sin ayuda del INE –más bien con ella–, el PIB nominal crecerá cerca de un 5,5 %, en línea con lo observado tras los dos retoques aplicados este año por Elena Manzanera. Lo que no está tan claro es que los precios bajen al 2,6 %.

El dato anual adelantado del INE sitúa la inflación en un 3,1 %, pero la de los diez primeros meses suma un 2,5 %. Y en 2024, en noviembre y diciembre, los precios subieron un 0,2 % y un 0,5 % respectivamente. Para alcanzar un 2,6 % en el conjunto de los doce meses, entre noviembre y diciembre los precios solo podrían subir un 0,1 % cuando el año pasado aumentaron un 0,7 %. O Manzanera obra un milagro con el IPC de noviembre y diciembre, o la inflación estará bastante más cerca –o incluso por encima– del 3 % que del 2,6 %. Y cada décima adicional de inflación supone una décima menos de crecimiento real.

Así, si la inflación llega al 3 %, el PIB real solo crecerá un 2,5 %. Al INE le tocará trabajar muchas horas extras para que la economía española crezca un 5,9 % cuando turismo y exportaciones se han frenado y las importaciones se han disparado.

Para el INE hoy es más sencillo, pero también más arriesgado, manipular el IPC que el PIB. Alterar el IPC implica modificar el Armonizado, el que usa Eurostat, y la distancia entre ambos no puede ser grande. Además, los datos vuelan a Bruselas. Así que, si el crecimiento real es del 2,9 %, a Manzanera le corresponderá un buen bonus desde Economía, no tengan duda.

A partir de aquí, veamos lo que expone el ministro Cuerpo:

El PIB previsto para 2025 es de 1,680 billones y el déficit estimado de 42.004 millones. Para 2026, con un crecimiento del 4,3 %, ascendería a 1,752 billones y, si como aseguran la inflación bajará al 2,1 %, el PIB real aumentaría un 2,2 %. Esto implica un descenso del crecimiento del 24 % y una entrada clara en desaceleración. Con todo eso, nos trasladan que el déficit será del 2,1 % y que solo generaremos 36.800 millones de saldo negativo. Milagros numéricos: la economía crece menos, los ingresos deberían reducirse y el gasto subir, pero el déficit baja. ¿Milagro o contabilidad creativa?

A continuación, demostraré que Carlos Cuerpo pretende la cuadratura del círculo:

Si asumimos que los ingresos del Estado en 2025 crecen un 6,5 % –igual que en el primer semestre del año– y cerramos 2024 con 673.000 millones, terminaríamos 2025 con 716.745 millones en ingresos.

Si los gastos crecen un 6,1 % –lo mismo que en el primer semestre, aunque difícilmente será así, especialmente con 14.000 millones pendientes para Defensa–, el gasto alcanzaría 769.225 millones, aunque lo razonable es pensar que rondará los 785.000 millones.

Aun siendo optimistas en ingresos y conservadores en gastos, el déficit sería de 52.480 millones, es decir, no del 2,5 % como prometen, sino del 3,1 %, apenas una décima menos que en 2024.

Y lo peor llega en 2026. Incluso suponiendo que los ingresos vuelvan a subir un 6,5 % –2,2 puntos por encima del PIB nominal, casi irreal–, el gasto se disparará. No se está contabilizando la reciente subida salarial pactada con los sindicatos: un 11 % entre 2025 y 2028, pagando en 2026 un 4 % que incluye atrasos de 2025 más la subida del año. Quedan otros 7 % para 2027-2028.

Ese 4 % implica 7.000 millones adicionales, más 8.000 millones más en intereses de la deuda, otros 13.000 millones por pensiones y unos 10.000 millones para el rearme, muy lejos de los 61.000 millones que corresponderían. Con estos incrementos y un alza del 5 % en el resto del gasto, alcanzaremos 845.646 millones y un déficit del 4,7 %: 82.300 millones en cifras absolutas.

Aquí el conflicto con Bruselas está asegurado. España pasaría a ser el segundo mayor problema fiscal de la UE junto a Francia, con exigencias inmediatas de recorte del gasto. Eso sí, el marrón no sería ya para Sánchez, que probablemente convocaría elecciones en mayo de 2027 junto a las municipales y autonómicas.

El cuadro macroeconómico presentado por Cuerpo no se sostiene ni por la inflación ni por el déficit. Por mucho que estiremos los ingresos, el gasto terminará arrollándolo todo.

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