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La jefa de estudios del IES Julio Verne de Leganés Ana Hernández, Rosa Fernández, profesora de Música, y Charo Trujillano, profesora de Geografía e Historia

La jefa de estudios, Ana Hernández, Rosa Fernández, profesora de Música, y Charo Trujillano, profesora de Geografía e HistoriaEFE

Educación

Revolución educativa en las aulas del IES Julio Verne

En un solo aula ocho profesores de asignaturas distintas imparten clase simultáneamente a 120 alumnos, con resultados sorprendentes

Ni timbres ni carreras en los pasillos para cambiar de clase, tampoco muros que dividen espacios y conocimiento: el proyecto de un instituto público de la periferia de Madrid permite que en un solo aula ocho profesores de asignaturas distintas impartan clase simultáneamente a 120 alumnos, con resultados sorprendentes.

El IES Julio Verne, en Leganés, es el centro más grande del país que desarrolla esta metodología de enseñanza y este año ha recibido el premio a la Mejor Experiencia Innovadora Secundaria y Bachillerato del Salón Internacional de Tecnología e Innovación Educativa (Simo Educación 2021).

Este modo de enseñar ha conseguido elevar el nivel académico, hay más aprobados y en general mejores resultados, y ha mejorado el clima de convivencia y las habilidades sociales de los adolescentes de Educación Secundaria del centro (1.300 estudiantes y un centenar de docentes), explican a EFE su director, Javier Bellón, y su jefa de estudios y coordinadora del proyecto, Ana Hernández.

La idea nació con Velázquez

La idea surgió hace tres años cuando Hernández explicaba en clase las pinturas de Velázquez y, al mismo tiempo, escuchaba a través de la pared a la profesora de Historia cómo era el Prado desde el punto de vista arquitectónico y el urbanismo de la época.

«Pensé, yo hablando del contenido del Museo del Prado y ella del continente. ¡Qué tontería! Al siguiente día lo hicimos juntas, la cosa fluyó, resultó maravilloso y, a partir de ahí, se fueron incorporando materias».

Esta metodología ayuda a los estudiantes a que de repente todo cobre sentido y «comprendan que las cosas no ocurren porque sí, sino que todo obedece a un momento social, cultural o económico. Esa idea de que está todo conectado luego ellos se la llevan a su interpretación del día a día del mundo», añade Hernández, licenciada en Bellas Artes y Psicología.

También resulta interesante para los profesores: «Somos ocho compañeros preparando clases juntos, el de Arte trabaja con el de Inglés, Lengua, Biología... Nos convertimos en un equipo en el que eres más que un compañero para que los niños lo entiendan todo sin parcelas, que sea un conocimiento coordinado y enlazado».

A juicio del director del centro, también es una escuela de profesores porque ponen en común técnicas para llegar a los alumnos de una forma «más profunda», aunque también hay quien «le da miedo compartir clase con otros, no sabe cómo van a reaccionar sus alumnos, u otros que son celosos de sus conocimientos. Realmente no hay muchos pero sí hay reticencias».

Buena convivencia

Otro aspecto positivo es que se establece una relación distinta entre docentes y alumnos y entre los propios chavales: «Les sorprende encontrarse con tantos profesores de golpe en un mismo espacio (los 120 alumnos de dividen en dos grupos) y se eliminan problemas de convivencia porque al unir a tantos chicos de distintos grupos se rompen dinámicas».

En cuanto a los resultados a nivel académico del proyecto, la atención a cada alumno es «más cercana porque somos muchos profesores con muchos chicos, con lo que se atiende mejor a todo tipo de alumnado y hemos visto que el que sacaba notas regulares las saca mejores y el que las sacaba buenas las saca aún mejores», añade Hernández.

A juicio del director del Julio Verne es una experiencia que se adapta mejor a los niveles de Secundaria, ya que en Bachillerato «el ritmo es distinto» y todo está enfocado a la superación de las pruebas de acceso a la Universidad.

Mucha participación

Añade la jefe de estudios que esta pedagogía supone «infinitamente más trabajo, pero es tan bueno... Disfrutas aprendiendo y enseñando y los chicos lo ven. A veces tengo que parar a un profesor que se deja llevar por la emoción».

Y de algún modo también se hace a los alumnos más partícipes, porque dejan de ser «fichas pasivas». Se les enseña a compartir y trabajar en equipo, «una de las competencias que más se valoran en la vida laboral», o a defender una opinión «sin restarle el mérito a otro, con respeto».

Desde el punto de vista del equipo directivo, explica Javier Bellón, es muy «ilusionante» porque lo principal es que los jóvenes salgan «lo mejor preparados» y para ello es «primordial que los profesores trabajen con ganas y con ilusión y este proyecto hace que sea así».

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