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20 de abril de 2024

Los ridículos de la educaciónJosé víctor orón semper

El verdadero estímulo

La mentalidad del estímulo no se queda en esas edades tempranas. En muchos sitios se apuesta por la gamificación como vía estimular porque parece que los niños de ahora no reaccionan

Actualizada 04:30

En ocasiones se piensa que el alumno necesita ser estimulado con algo para que se despierte. Como si el alumno se hallara en una situación como de «pause» o inactivo y hay que activarle para que tome inercia. Sería necesario energizarlo desde fuera con estímulos. Pero la persona no necesita estímulos fuera del cara a cara con otra persona. Dicho de otra forma, la persona no necesita ser estimulada con algo, sino con alguien, aunque el otro no es un estímulo, sino una persona. Ir a la búsqueda de estímulos en cuanto cosas o experiencias no personales para despertar o activar al niño es ignorar que el niño ya es autor de su vida. Otro ridículo más que empobrece a los alumnos al pensar que necesitan la misma estimulación que requiere un animal que es domado o dirigido desde el estímulo.
La automotivación entendida como motivarse con una idea, un pensamiento o un proyecto vuelve a caer en el mismo error, pues ni la idea, ni el pensamiento, ni el proyecto es persona, sino cosa. La automotivación pasa a ser automanipulación. O como leí una vez: «hoy es día está de moda una forma de autoesclavitud bajo el término autorrealización».
Esta problemática recuerda a otro artículo ya presentado sobre la exageración del principio exacerbado de experiencia. Este y aquel manifiestan que el significado no viene de la relación de la persona con el mundo, sino de la experiencia interpersonal vivida. El significado de una realidad remite a la experiencia relacional vivida en torno a eso. Si subir una montaña es una experiencia relacional grata, quedará significada de forma distinta que si la experiencia no es grata.
La singularidad de este artículo está en profundizar sobre ese fenómeno del estímulo muy extendido en educación, y sobre todo en la educación infantil. Se quiere confrontar a los niños ante unos estímulos y descansar en esa estimulación el proceso de activación de los niños.
Hay estimulaciones que ya sabemos que son malas para los niños pequeños, como la estimulación a través de pantallas. No solo les eleva el umbral de sensibilidad de tal forma que para que algo sea notado tiene que tener una mayor intensidad, sino que como esa información no puede ser procesada, quiere decir que es tomada por sin sentido, caótica, y no pueden encontrar significado. Esto introduce a los niños en un estado de nerviosismo permanente, les reduce la capacidad de espera y actúan precipitadamente sin descubrir la profundidad de lo que hacen. Aprenden a vivir desde fuera y no desarrollan la propia autoría, es decir, la capacidad de ser creadores de sus actos. Curioso es que de esto sobran evidencias, pero ¿a quién le importan las evidencias?
Hay otro tipo de estimulaciones, como ponerle al niño música, o mostrarle láminas, por ejemplo, con el cuadro de las flores de Van Gogh a la par que el docente dice el título del cuadro. El niño podrá ciertamente aprender, por mera asociación, que esa pintura son las flores de Van Gogh, pero ¿qué se ha desarrollado en el niño? ¿Crees que aumenta el gusto por la pintura? ¿Qué desarrolla su capacidad de discriminación cromática ir pasando láminas de dibujos a la par que dicen sus nombres?
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También estimulan con el ejercicio físico. Obvio que si no te mueves hay problemas. Pero ya ha sido calificado de mito pensar que la educación física es la forma de acceder al desarrollo intelectual. Ciertamente existen las condiciones básicas biológicas que favorecen el crecimiento, pero no son estas quienes lo crean.
Pero la mentalidad del estímulo no se queda en esas edades tempranas. En muchos sitios se apuesta por la gamificación como vía estimular porque parece que los niños de ahora no reaccionan. Pero también son estímulos los premios y castigos y, de entre ellos, los más adictivos son los premios y castigos sociales: acoger o rechazar al otro con una sonrisa o sequedad en función de si nos gusta o no su trabajo. Dicha mentalidad se extiende a todos los sectores de la vida y la subida salarial se ve como un recurso para estimular.
Tanto estímulo no es más que una muestra de que se desconfía en la persona, se ignora la naturaleza humana y se le pretende de alguna forma dirigir desde fuera. No es así como crece la persona.
El niño que balbuce ruidos o palabras y se encuentra con las frases de su padre o su madre se conmueve en su interior al descubrir que sus ruiditos, que ni siquiera sabe bien cómo los hace, son capaces de alcanzar la interioridad de su padre o madre. El niño vive en el encuentro y quiere un encuentro mayor con el otro. Por ello, tratará de mejorar sus ruiditos para que cada vez estos sean expresión más fidedigna de la interioridad del niño. El niño quiere compartir su interioridad con la del adulto que se ha conmovido. Descubre que el lenguaje del otro puede ser una plataforma para tal encuentro y, por eso, busca mejorar su lenguaje.
El verdadero estímulo es el otro, y el otro no es estímulo, sino persona. No hay reto digno para una persona que no sea otra persona.
Hay una investigación que me gusta contar y es que descubrieron que la diferencia estimular en palabras entre entornos ricos y pobres era de 30.000.000.000 estímulos. Si se acepta la teoría estimular, sería de esperar que los niños de entornos ricos puntuaran mejor en las pruebas de lenguaje y el desarrollo cerebral fuera respectivo. Se evidenció que hay algo mucho más predictivo: la frecuencia de diálogo con los suyos. La consecuencia a la que se llega es interesante: no le hables a tu hijo, habla con tu hijo. Es decir, dialoga.
Y lo mismo se extiende a todas las edades de la vida. La persona desarrolla capacidades y se fortalece para poder expresar mejor su interioridad para poder vivir mejor el encuentro con la interioridad del otro. Esto, y no las flores de Van Gogh o el dinero, es lo realmente ilusionante. UpToYou propone una educación centrada en el encuentro interpersonal.
  • José Víctor Orón Semper es director de la Fundación UpToYou Educación

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