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25 de abril de 2024

La Policía logró imágenes del asesino, pero éste ya había huido a Moscú, donde continuó asesinando

La Policía logró imágenes del asesino, pero éste ya había huido a Moscú, donde continuó asesinandoPaula Andrade / Policía Nacional / Guardia Civil

La obsesión del asesino de los ojos muertos: «Una mujer me vigila entre palmeras»

El asesino se llama Nicolay y es un joven ruso de 26 años que vivió más de un lustro en Alicante. Hay dos órdenes de detención internacional contra él activas

En los últimos meses no comía, solo bebía. Se había agarrado al alcohol y no soltaba la botella. Perdió muchísimo peso, y pasó de ser regordete a convertirse en un junco. Sus amigos vieron su deterioro y se asustaron. «No paraba de beber y empezó a obsesionarse con que había desconocidos que lo vigilaban. Eso le ponía nervioso», desvela uno de sus más cercanos que prefiere que su identidad no se publique. Sus visiones están relacionadas con sus crímenes. Un día les comentó: «Hay un agricultor que no me quita ojo, se pone en el campo y me acecha. A veces le veo debajo de una farola o montado en bicicleta». Nicolay estaba profundamente irritado. No le gustaba que se le quedaran mirando. Coinciden esas visiones con el asesinato de Antonio, un agricultor al que apuñaló en Los Montesinos, Alicante, el 11 de agosto de 2020. El crimen fue verdaderamente atroz: se ensañó con el cuello después de muerto.

La mujer entre palmeras

Tras el crimen hubo una etapa de enfriamiento, quizá dejó de tener visiones. Durante dos meses estuvo criminalmente tranquilo, pero en noviembre volvió a las andadas. «Veo a una mujer que me vigila entre palmeras. No me quita ojo. Me mira mucho», comentó a su círculo cercano. El 6 de noviembre asesinó a Alicia, una funcionaria de justicia que había salido a pasear por una zona de palmeras cerca de su casa. Da la casualidad que Nicolay vivía a un kilómetro escaso de donde cometió ese crimen: la estranguló mientras la ahogaba en una acequia.
Unos minutos antes del crimen, le pidió la hora a un hombre. Este testigo miró el reloj y cuando iba a responderle se le encogió el alma, aterrorizado, retrocedió varios pasos sin quitarle ojo y echó a correr a su casa. Estaba a unos metros. Cuando llegó le dijo a su mujer alterado: «He visto a un hombre que creo que quería matarme. Tenía los ojos de un muerto. Ven, asómate al balcón y te digo quién es». Tenía tanto miedo que cuando la Policía le pidió que le describiese contestó: «Es que no me acuerdo si es hombre o mujer». Dedujeron que estaba aterrorizado y que no quería meterse en problemas. Cuando este periódico contactó con él, esquivó las preguntas: «Es un rumor que hay en el pueblo. Dicen que yo vi al asesino de los ojos muertos, pero no, es mentira».
Hubo otro testigo, en este caso, una mujer. Ella coincidió con Nicolay segundos después de asesinar a Alicia. Le vio pasar corriendo a unos metros de ella. Llevaba las zapatillas de la víctima agarradas contra el pecho. El grupo conjunto de investigación de homicidios de la Guardia Civil de Alicante, la Policía Nacional de Elche y el grupo de homicidios de la UDEV Central están convencidos de que se llevó el calzado por conciencia forense: se habían caído gotas suyas de sangre en las zapatillas y quería evitar que tuviesen su ADN. Es decir, que, a pesar de sus paranoias y aparente locura, era consciente de lo que hacía, quería repetirlo y evitaba dejar pruebas.

Crimen en Moscú

Un día después de matar a Alicia, la madre del asesino le compró un billete para Moscú. Allí volvió a matar el 15 de diciembre. Según cuentan los periódicos rusos, a las afueras de Moscú, en una zona poco poblada, Nicolay entró en una especie de colmado a comprar tabaco. Detrás de él, una joven adquirió unas semillas. Cuando salieron a la calle, hablaron durante 30 segundos y el joven ruso sacó un cuchillo y la cosió a puñaladas. La dueña del colmado presenció el brutal crimen: «Salí y estaba de pie, sus manos llenas de sangre, temblaban. Empecé a llamar a la policía. Me escuchó y vino en mi dirección. Tenía los ojos muertos. Pasó a mi lado y se fue caminando a su casa».
Cuando los agentes localizaron su vivienda, se encontraron allí a su madre y a su abuela. «Vivimos solas aquí», cubrieron al asesino. Sin embargo, los policías observaron manchas de sangre en la casa y las mujeres acabaron confesando que era de Nicolay y que había huido en un taxi. Lo detuvieron y lo metieron a la cárcel, pero meses después lo trasladaron a un psiquiátrico donde está actualmente. Los dos juzgados que instruyen los dos asesinatos cometidos en España han cursado dos órdenes de detención internacional contra él. Ahora habrá que esperar a ver si las autoridades rusas, en el actual clima internacional, deciden o no enviarlo a España.

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