Tambores de guerra
La falsa paz del Congreso del PSOE termina y empieza el ruido de sables
La aparente calma que trasladaban la mayoría de los dirigentes era, en realidad, un decorado. Sánchez comió con sus barones regionales en un ambiente de desconfianza
La música del 41º Congreso Federal del PSOE sonó muy alta durante toda la jornada, pero ni por ésas el partido consiguió silenciar el ruido interno de sables. La gran batalla está muy cerca. Tan cerca que empezará este mismo lunes. Cuando, una vez apagadas las luces del cónclave de Sevilla, empezará el fuego cruzado de los congresos regionales y sus respectivas primarias.
Los líderes autonómicos que se saben en la diana de Ferraz, amortizados para Pedro Sánchez, aprovecharon la jornada central del Congreso Federal para tantear apoyos, hacer campaña y escenificar el respaldo de sus respectivas federaciones (el que lo tiene). E incluso para hacer llegar a Ferraz el mensaje de que están dispuestos a pelear contra el aparato, como en su día peleó el propio Sánchez.
La aparente calma que delante de los micrófonos y las cámaras trasladaban la mayoría de los dirigentes era, en realidad, un decorado. El presidente comió con sus barones regionales en un ambiente de desconfianza. Fue un catering de pie sin conversaciones trascendentes, a decir de uno de los presentes, en las horas previas a que el jefe de filas de los socialistas reúna a su nueva Ejecutiva. Pasada la medianoche el partido confirmó la continuidad de María Jesús Montero y de Santos Cerdán como vicesecretaria general y secretario de Organización, respectivamente.
El castellano y leonés Luis Tudanca apareció en el Palacio de Congresos y Exposiciones rodeado de los suyos; mientras su número dos, Ana Sánchez, proclamaba a los cuatro vientos que desde Demetrio Madrid no ha habido un líder «más querido y más respetado» en el PSOECyL que Tudanca. Ferraz le ha hecho cruz y raya y barrunta presentar en su contra al alcalde de Soria, Carlos Martínez.
Se suponía que el PSOE-A se había conjurado para mantener la paz interna hasta el lunes, cuando Juan Espadas anunciará la fecha del congreso regional. Pero este sábado varios secretarios provinciales rechazaron dar un apoyo explícito a su líder. A Espadas se le notó incómodo toda la jornada, notando el frío acero de la espada de Damocles.
Desde Cantabria han llegado a Sevilla dos facciones del PSOE enfrentadas entre sí; la del actual secretario general, Pablo Zuloaga, y la del diputado nacional Pedro Casares. El cántabro se prevé uno de los congresos regionales más cruentos. También suenan tambores de guerra en el PSOE de Aragón, a la espera de que Ferraz decida si presenta la candidatura de la ministra Pilar Alegría contra Javier Lambán. El expresidente de Aragón no seguirá, pero quiere que herede la formación uno de sus fieles, y no Alegría.
En el PSOE de Madrid la dimisión de Juan Lobato ha dejado el camino expedito a Óscar López. Él mismo emplazó al lunes para empezar a hablar del futuro del socialismo madrileño. En el PSOE de Extremadura, la imputación de su líder en el caso del hermano de Sánchez parece haber obrado el efecto contrario: la confirmación de Miguel Ángel Gallardo, a pesar de la división interna en torno a su liderazgo.
El PSOE tiene otro barón regional imputado: el de Murcia, José Vélez. Los socialistas murcianos han intentado pasar lo más desapercibidos posible en este cónclave. En el caso de Asturias, Navarra y Castilla-La Mancha, donde los socialistas gobiernan, no hay obstáculos para la continuidad de Adrián Barbón, María Chivite y Emiliano García-Page. Ya no digamos en el caso del líder del PSC, Salvador Illa, que desde que recuperó la Generalitat de Cataluña para los socialistas es un héroe para los suyos.
En Canarias, Baleares y La Rioja la sucesión de Ángel Víctor Torres, Francina Armengol y Concha Andreu, respectivamente, se presenta más serena. Al menos, a priori.
El 41º Congreso Federal va tocando a su fin sin que los socialistas hayan trasladado ningún mensaje más allá que el de la existencia de una conjura externa en su contra. Aunque hay quienes no comparten esta estrategia. «No hay conspiración y, aunque lo hubiera, no se dice. La ciudadanía no entiende que el Gobierno adopte una posición victimista», sostiene una de las voces críticas.