El «conciliador» Feijóo y las protestas preventivas del sindicalismo vertical
El presidente del PP quizá tendría que aprender de Sánchez y vivir como si no hubiera mañana, porque no lo hay

Feijóo, junto a Unai Sordo, Pepe Álvarez y Yolanda Díaz en el 44º Congreso Confederal de UGT
A los dos meses justos de acudir a Barcelona al 44º Congreso Confederal de UGT que refrendó a Pepe Álvarez como secretario general, siendo el primer líder del PP en la oposición en intervenir en este cónclave, y al cabo de tres semanas de revelar en un desayuno informativo el acuerdo entrambos para apoyar la reforma del sistema de pensiones pactado por el Gobierno con patronal y sindicatos en septiembre, un conciliador Alberto Núñez Feijóo protagonizaba ayer domingo el dudoso honor de ser asimismo el primer Jefe de la Oposición que sufre una protesta preventiva de UGT y de CCOO. No obstante, viendo el escaso seguimiento de la manifa-vermut, es para plantearse la credibilidad de los autodenominados con ampulosidad «sindicatos mayoritarios» tras el ridículo de ayer en la plaza madrileña del autor de «Los intereses creados».

Manifestación de los sindicatos en Madrid
Visto con perspectiva, la presencia de Feijóo en la convención ugetista ha sido un «to pa ná», como casi expiró rumbo a la enfermería el diestro Pepe Luis Vargas cuando el 23 de abril de 1987 se jugó la vida en La Maestranza y estuvo a punto de perderla al recibir a portagayola al toro Fantasmón que le infirió un cornalón de padre y muy señor mío. Empero, a diferencia de aquel modesto matador que sabía lo que arriesgaba para poder luego lidiar ganaderías de lucimiento, Feijóo se ha resbalado pisando el almíbar de Pepe Álvarez. No en vano el traspié ha sido pequeño y no se ha roto la crisma porque a CC. OO. y UGT les ha salido el tiro por la culata si pretendían un ensayo general de cara a una demostración sindical del 1 de mayo en honor del caudillo Sánchez en las solemnidades del Año Franco sanchista.
Y eso que Feijóo agradeció entonces a Pepe Álvarez la hospitalidad participando a la concurrencia de sus vivencias como «hijo de un empleado de la construcción» que «se fue al paro con 50 y pico años» sin reponerse de un golpe que le cambió «su vida y también la mía», o su relación intensa con UGT como presidente de Correos con la que se comprometió al blindaje público de aquel Correos y Telégrafos que conseguía dar beneficios, pero «de vuelta a Madrid, como la mayoría de ustedes no me votó, no pude ser presidente del Gobierno». Como tampoco lo harán a futuro, pese a solicitarles su plácet a la Ley de Conciliación del PP, sino que obstaculizarán su llegada el poder al obedecer como el perro de Pávlov a un Gobierno de oposición en el que los sindicatos no van a ser menos.
Luego de confirmar el PP por activa y por pasiva que apuntalaría el pacto jubilaciones, ambos sindicatos mantuvieron contra toda lógica su protesta contra Feijóo, al entender que «su propósito era aprovechar la ocasión para castigar al Gobierno sobre la espalda de más de la mitad de población del país». Cuando el secretario general de CC. OO., Unai Sordo, asevera con descaro que «los sindicatos se manifiestan contra quien les da la gana», casi todos los traducen como que no están dispuestos a jugar con las cosas del comer.
Desentendidos de las prioridades de los trabajadores, como apéndices de un Ejecutivo que los remunera rumboso, reinstauran, en la práctica, el sindicato vertical franquista que le reportaba una aureola social a la Dictadura y cuyos dirigentes limitaban sus exigencias a aspavientos en fervorines falangistas. De hecho, disponen incluso una vicepresidenta de Relaciones Sindicales, más que de Trabajo, como Yolanda Díaz tras desaparecer esa cartera en democracia.
Después de que, en la Transición, se cediera a UGT y CC. OO. un gigantesco patrimonio y les dispensaran gabelas para ponerlos a cubierto de su pobre afiliación, era ineluctable que tal prodigalidad no evitaría la malversación masiva de fondos de formación en un suma y sigue sin acabose. Si la televisión vasca ETB despedía 2024 con una parodia del sorteo de Navidad para señalar que Hacienda era el auténtico ganador del premio Gordo, pese al jolgorio lógico de los premiados, este diciembre lo fueron también UGT y CC. OO. que, según el BOE del 30 de ese mes, percibieron ¡32 millones!, casi el doble que 2024, 2023 y 2022.
Todo ello sin que el Gobierno les viniera con la monserga de que no podía hacerlo por no estar aprobados los Presupuestos y sin que esa cantidad quede ahí, sino que se ve engrosada con otras asignaciones de improbable cuantificación por unos colonizados órganos de fiscalización. Atendiendo al proverbio inglés de que «quien paga el gaitero elige la tonada», se entiende la anomalía de ver a UGT y CC. OO. emprender un bochinche contra la oposición (PP y Vox), pero poniendo sordina a Junts para no molestar al prófugo Puigdemont, al que ya visitó Pepe Álvarez a la espera de hacerlo Sánchez.
Hace unas fechas, al publicarse una foto de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tomando de los mofletes a Unai Sordo, aunque éste no lo acogiera bien, al ser más de Yolanda Díaz, al que el congreso de su reelección acogió al grito de «¡Presidenta! ¡Presidenta!», me recordó el día que, con ella de testigo como consejera de Griñán, éste le plantó un beso en la coronilla a Manuel Pastrana, secretario regional de UGT, para terminar luego ambos condenados. Uno por facturas falsas por gastos estructurales de UGT que se endosaban a subvenciones de formación y el otro por el fraude milmillonario de los ERE.
Curiosamente, la zambra sindical de este domingo coincide con el cuadragésimo aniversario de la primera huelga general de UGT y CC. OO. contra el PSOE del 29 de junio de 1985 cuando el Gobierno de Felipe González, tras encontrarse con el que el gasto en pensiones crecería ese ejercicio un 22 % respecto al anterior, quiso acabar con un modelo insostenible que sólo requería cotizar diez años y su cuantía se calculaba por los últimos 24 meses. No obstante, en las elecciones de 1986, a pocos meses de aquella bronca, el PSOE repitió mayoría absoluta con 184 diputados; en 1989, a raíz de que le montaran otra por la reforma laboral, González obtuvo 175 escaños; en 1992, se repitió la convocatoria por la modificación del subsidio de paro, y también revalidó la victoria con 159 diputados aquel «caballo cansado» y «aburrido de sí mismo» con ya diez años en la Moncloa. Otro tanto con Aznar.
Tratando de contentar a los de imposible contento, Feijóo yerra porque, sin catarsis, los vicios se reproducen y acrecientan con el automatismo con el que la mitológica Hidra de Lerna, el monstruo marino con aspecto de serpiente y aliento venenoso, multiplicaba sus cabezas cada vez que se las cortaban hasta descubrir Heracles que debía cauterizar las heridas. Esto es lo que habría de plantearse el líder del PP tras un fin de semana en el que, junto a la manifestación preventiva sindical, el PSOE ha rescatado la ferocidad del dóberman con parafernalia del peor Goebbels contra la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, como parte, según el juez del Tribunal Supremo, Ángel Hurtado, de la operación de la Moncloa para destruir a una rival sin olvidarse de Feijóo al que le cuesta Dios y ayuda soportar tanta realidad evocando quizá la paz de su época como presidente de la Xunta.

El PSOE vuelve al «dóberman» y mezcla a Ayuso con el asalto al Capitolio y marchas nazis
Por aquello del enemigo, el primer consejo, Feijóo quizá tendría que aprender de Sánchez a vivir como si no hubiera mañana, porque no lo hay. Como avizora el sabio estratega chino Sun Tzu en El Arte de la Guerra, «si conoces a tu enemigo, te conocerás a ti mismo». De haberlo hecho ya, el líder del PP prevería tanto a su contrincante como a los sindicatos con los que concilia en vano en un «to pa ná». Cuando ayer Sánchez hablaba de «una coalición contra la gente unidos por la pasta», tratando de desprestigiar a Ayuso, no es seguro que muchos no miraran a la Moncloa poniéndole caras que no sólo a él le resultarían muy familiares, sino que ya lo son para España entera.