
Pedro Sánchez, durante su comparecencia de este lunes
Su último cartucho
Sánchez activa un plan de supervivencia por fases tan arriesgado como desesperado
El presidente pretende amarrar el apoyo de sus socios, renovar la cúpula del PSOE, comparecer en el Congreso, dejar pasar el verano y, después, pactar los Presupuestos de 2026 para tener un proyecto
Hubo un momento exacto de la comparecencia de Pedro Sánchez de este lunes en el que el presidente del Gobierno reconoció implícitamente que no convoca elecciones porque sabe que daría con sus huesos y los de su partido en la oposición. Fue cuando afirmó: «Entregarle las riendas del país a una coalición del PP con Vox, que están impulsando una agenda reaccionaria y que actualmente o tiene abiertas (sic) 30 casos de corrupción, muchas de ellas involucrando a altos cargos actuales, como es el caso del PP; o ha sido multado por financiación irregular, como es el caso del partido de la ultraderecha de Vox, sería una tremenda irresponsabilidad».
Ése y no otro es el motivo del atrincheramiento del presidente en la Moncloa: las elecciones no son una opción ni para él, ni para lo poco que queda de Sumar, ni para el resto de los socios de Sánchez. Todos tienen mucho que perder y nada que ganar si el líder del Ejecutivo dejara hablar a los españoles. Todos salvo, quizá, Podemos, que de hecho se ha autoexcluido de la ronda de reuniones que el presidente mantendrá con los integrantes de la mayoría de investidura. Aunque ésta ya estaba extinta desde mucho antes que el informe Cerdán arrasara el PSOE a su paso e hiriera de muerte la legislatura.
Cinco días le duró el disfraz de víctima al presidente y secretario general del PSOE; los cinco días que mediaron entre el Sánchez doliente que compareció el jueves en Ferraz y el Sánchez desafiante que lo hizo este lunes. El primero se declaró engañado por su secretario de Organización; el segundo retó a Alberto Núñez Feijóo y a Santiago Abascal a presentar una moción de censura, seguro de que ni el PNV ni Junts acompañarían al PP en ese viaje.
La reunión de la Ejecutiva Federal fue una concatenación de golpes de pecho y lamentos de los intervinientes, pero ninguna crítica contundente a Sánchez por haber entregado el partido al triunvirato de la corrupción: José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García. No las hubo porque ese órgano, que salió del Congreso Federal de diciembre, fue modelado por Sánchez a su imagen y semejanza.En su comparecencia posterior, el jefe de filas de los socialistas se permitió conminar a los críticos a que hablen en el Comité Federal del 5 de julio, del que saldrá una dirección renovada. «Estamos viendo también ahora algunos compañeros que legítimamente están planteando distintas opciones, y yo les animo a que en el Comité Federal intervengan, que lo hagan en los órganos internos de la organización. Y desde luego que la crítica siempre va a ser bienvenida, porque ésta es una organización con una democracia interna. Una organización autónoma», aseguró, consciente de que las medidas anunciadas este lunes no satisfacen a los críticos.

La Ejecutiva Federal del PSOE de este lunes duró cinco horas
Las cinco horas de terapia de grupo no variaron un ápice el plan de supervivencia que Sánchez diseñó el fin de semana en su retiro en la finca toledana de Quintos de Mora, en contacto con sus colaboradores más estrechos. Primero se reunirá con sus socios -Yolanda Díaz fue la primera, este lunes por la tarde- para asegurarse de que siguen con él y ofrecerles contrapartidas con las que ellos puedan salvar la cara ante su electorado. Después pondrá distancia de por medio dos semanas (la última de junio y la primera de julio) para atender varios compromisos internacionales. Luego anunciará el sustituto de Cerdán en el Comité Federal del sábado 5 de julio. Más tarde comparecerá en el Congreso y, a finales de julio, dará la habitual rueda de prensa de balance de curso en la Moncloa. Después, el verano mitigará el escándalo, o eso espera. Y, al comienzo del curso, se arremangará para intentará pactar los Presupuestos de 2026 con sus aliados y así tener un proyecto para el resto de la legislatura.
Pero su plan depende de algo que Sánchez no puede controlar: el devenir del caso PSOE. La aparición de nuevos nombres en los informes de la UCO, de los contratos amañados en el Ejecutivo o de evidencias incontestables sobre una financiación irregular del partido. Extremo, este último, que el presidente negó este lunes, con la misma convicción con la que hasta el miércoles pasado defendía a Cerdán: «No hay ninguna derivación, ningún señalamiento de una supuesta financiación irregular del PSOE. Entiéndanme ustedes también a mí. Es que ustedes me están preguntando por cosas que ni tampoco la UCO está señalando», se quejó ante los periodistas.
El miércoles, Sánchez participará en la sesión de control al Gobierno en el Congreso durante unos minutos, pero la comparecencia que anunció ayer será mucho más adelante. Salvo cambio de última hora, ésta no se producirá hasta la segunda o tercera semana de julio, después de la cumbre de la OTAN en La Haya del 24 y 25 de junio, del Consejo Europeo del 26 y 27 de junio, de la IV Conferencia Internacional de la ONU sobre Financiación al Desarrollo de Sevilla del 30 de junio al 3 de julio y del Comité Federal del PSOE del 5 de julio.
Además, esa cita parlamentaria tiene trampa, porque antes del informe Cerdán ya estaba previsto que Sánchez compareciera en la Cámara Baja para hablar de Leire Díez, de lo que pacten los aliados de la OTAN en la cumbre del rearme y del último Consejo Europeo del curso, en un totum revolutum que ahora tendrá un punto más en el orden del día.
La comisión de investigación en el Congreso que también anunció, también tiene truco. Hace ocho meses, el PSOE dejó caducar la comisión de investigación sobre la compra de mascarillas en pandemia sin citar a Ábalos ni a Koldo a declarar y sin aprobar conclusiones. Ése fue el interés que demostraron los socialistas en esclarecer la verdad.