Feijóo afina la gaita como un sable contra Sánchez y su nueva banda con Acento
No está, desde luego, España para templar gaitas ni para equívocos de si sube o si baja, o se queda en el descansillo, abonando tópicos y estereotipos sobre el gallego, cuando no le ayuda el precedente de su paisano Rajoy
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo
Salvo los ciegos por voluntad propia o aquellos cuyos sueldos dependen de hacérselo, pocos albergan dudas —refrendadas el sábado en el Comité Federal del PSOE— de que España está tomada por una manga de ladrones que, a raíz de la parcial desarticulación de su estado mayor, su número 1, Pedro Sánchez, trata de encalar, pero sin remozar muros y cimientos para que la guarida del lobo no se desplome con él dentro. De hacerlo, «El Último de la Banda del Peugeot» se caería con todo el equipo tras revelarse una organización criminal la cuadrilla de buscavidas que enroló en su asalto al poder —primero al PSOE y luego al Gobierno— y su posterior saqueo sin conmiseración al Estado.
Como no puede ser cirujano de sí mismo, con sus pretorianos en prisión provisional o camino de ella, Sánchez aparenta que todo cambia para que todo siga igual. Para ello, recauchuta «La Banda del Peugeot» en «La Banda del Acento». De esta guisa, el estado mayor de un PSOE privatizado en su provecho se supedita al lobby del exministro y exsecretario de Organización de Zapatero, José Blanco, que adoptará sus decisiones estratégicas en las cenas de matrimonio de los «chicos de Pepiño» —Sánchez, junto a Antonio Hernando y Óscar López—, una vez desembarcados Hernando y su señora —fundadores de Acento— en la cúpula del partido tras apartarse del hoy inquilino de la Moncloa porque, «si sigo con Pedro, cómo vamos a pagar la hipoteca». No por casualidad, José Blanco, implicado como ministro en un turbio trato con un empresario gallego con cita nocturna en una gasolinera, es señalado por Ábalos como jefe de una red de influencias en las adjudicaciones del Ministerio de Transportes.
Ante este nuevo giro de tuerca del sanchismo, que ha convertido a su partido en una partida, el Comité Federal del PSOE aplaudió como morsas esta mudanza con el único voto en contra de un exvicepresidente andaluz de Susana Díaz, Manuel Jiménez Barrios, sin que Page, pese a su gallarda intervención, osara dar ese paso en lo que resultó un espectáculo digno de la histórica agrupación cómico-taurina valenciana del Empastre. No en vano, luego de anunciarse al «quinto pasajero del Peugeot», el sevillano Francisco Salazar, como secretario de Organización adjunto, éste hubo de renunciar por «conducta inadecuada con mujeres».
Al primer tapón, zurrapa dentro de un putiferio que tapa sus vergüenzas envuelto en la bandera abolicionista de la prostitución. Ello abunda en la idea de que Sánchez, más que un pato cojo, es un pato patagónico que depone —«una pisada, una cagada»— códigos éticos como churros para hacerles la autocrítica a los demás. Entre tanto, él finge tener «el corazón tocado» en un PSOE «hecho de gente honrada» cuando ése no parece que sea el caso del Monipodio de la Moncloa émulo de aquel otro maestro de pícaros sevillanos con el que se curtieron Rinconete y Cortadillo.
Frente a esa realidad ominosa, y pese a los caracteres de gran boda del PP que ha tenido el congreso de su reelección, Alberto Núñez Feijóo no ha esperado a la tornaboda para afinar la gaita como un sable contra «Noverdad» Sánchez. No está, desde luego, España para templar gaitas ni para equívocos de si sube o si baja, o se queda en el descansillo, abonando tópicos y estereotipos sobre el gallego, cuando no le ayuda el precedente de su paisano Rajoy. Menos cuando están emplazados este miércoles en las Cortes para que Sánchez explique sus agiotajes ventilador en mano para tratar de esparcir estiércol sobre los demás.
Aprovechando que ha roto su tabú con los toros, tras asistir a un par de festejos en Sevilla y Madrid, Feijóo se abrió ayer de capa para comprometerse a que no gobernará en coalición con Vox, aunque buscará su apoyo parlamentario si lo precisa, ni tampoco pactará con «este PSOE» si vence en los comicios. Al tiempo, no acordará fuera de la Constitución nada con los nacionalistas excluyendo a los bilduetarras hasta que estos no pidan perdón y esclarezcan los asesinatos pendientes. Nunca había despejado tantos interrogantes rompiendo con su imagen de ambigüedad.
Pese a ser un congreso —en puridad, una convención electoral— que le ha salido a pedir de boca —mucho más tras la fallida contraprogramación socialista del capitán del Titanic ofreciéndose para otro naufragio—, por lo que muchos congresistas lo han calificado de «balsa de aceite» y de «balneario», Feijóo no ignora que cualquier cerilla puede prender lo primero y que los balnearios sirven si acaso para después de la batalla, pero nunca antes, como patentizó el fiasco de la campaña del «verano azul» de 2023. Aunque tenga todo su favor, tras confeccionar el equipo que ha querido con el núcleo duro de quienes le auparon a la Xunta, y de que Ayuso le ha hecho el regalo de bodas de no abrir el debate ideológico tras no asomar la cabeza Casado, Feijóo tiene claro —a tenor de su alocución— que se enfrenta a una horda cuyo caudillo teme que su adiós a la Moncloa pueda conllevar su encausamiento, si no es que antes no se confina en un paraíso fiscal y judicial como Bettino Craxi tras reducir a cenizas al PSI.
Para el periodo de oscuridad que resta, sin saberse aún si se está al final del principio o el principio del final, como todo aventura, Feijóo no escucha el canto de las sirenas y se ata al palo mayor porque, en efecto, «hoy empieza todo». Para ello, hay que «ser zorro para conocer las trampas y león para apartar a los lobos» en un campo de Agramante en que el casi todos los amigos son falsos y todos los enemigos son verdaderos. Más cuando urge reconstruir la nación con «un proyecto nacional», reedificar sus instituciones derogando el sanchismo, y recomponer unas infraestructuras que se caen a pedazos como en la Italia de «Tangentopoli». El sanchismo lo pudre todo como muestra que quien revele secretos judiciales no sea sólo el imputado fiscal general del Estado, sino también un presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro, que, al revés que García Ortiz, no tuvo la cautela de borrar los wasaps de sus chivatazos a Sánchez.
Ello fundamenta que Ferraz fuera «un velatorio, un funeral de cuerpo presente», pero aun así el PP tendrá que sudar la gota gorda contra una «banda del Peugeot» que no se va a dejar arrebatar fácilmente lo robado y que modifica su denominación con la escudería Acento para que lo viejo (lo de siempre) se presente como nuevo mediante el uso de procedimientos de guante blanco que remplacen a los trabucaires. De ahí que a Feijóo no tenga por delante ningún paseo por el campo bajo la brisa de las encuestas si quiere que su discurso de investidura de ayer sea programa de Gobierno. No obstante, que se arme de paciencia y que se aplique el consejo de Jacinto Benavente de que, en el teatro, y la política no deja de ser una de sus variantes, hay que repetir las cosas tres veces: la primera para hacerte oír, la segunda para que el público te escuche y la tercera para que se enteren los críticos.