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De lunes a lunesFrancisco Rosell

Pedro 'El Cruel' prepara su plebiscito con el PP mordiendo anzuelos

Sánchez avitualla y municiona su ofensiva de primavera-verano de cara a unas eventuales elecciones plebiscitarias en 2026 como remedo de las de julio 2023

Pedro Sánchez, el pasado 17 de septiembre en el Congreso de los Diputados

Pedro Sánchez, el pasado 17 de septiembre en el Congreso de los DiputadosEuropa Press

Sobrepuesta a sendos golpes de Estado –uno militar y otro separatista– y a las masacres etarras y yihadistas, en la España alegre y confiada –como la que Jacinto Benavente llevó al teatro durante la I Guerra Mundial– cabe deducir que la democracia puede resistir incluso a un Pedro Sánchez que manda sobre el Parlamento y pisotea al Poder Judicial siendo el primer presidente sin ganar en las urnas desde el restablecimiento de la Monarquía Parlamentaria. Sin embargo, nada lo asegura si cuajar el «democidio» emprendido con su retirada estratégica de cinco días de abril de 2024 tras encausarse a su mujer, Begoña Gómez, al convertir la Moncloa en centro de negocios particular como las saunas paternas.

Sin duda, aquella tocata y fuga de «Noverdad» Sánchez no fue una declaración de amor de Romeo a su Julieta sino acto de autodefensa de un Narciso del poder. No en vano, desde que comenzó a salir con la chica del proxeneta Sabiniano, los Sánchez Gómez conforman –como los Kirchner– una sociedad de gananciales inescindibles al no haber podido incurrir la pentaimputada en esas demasías sin conocimiento, consentimiento y refrendo del presidente. Parafraseando al genio Nikolai Tesla, cuyo apellido designa los coches eléctricos de Elon Musk, si su ira se transformara en electricidad, iluminaría a España entera sin riesgos de Gran Apagón como el del 28 de abril coincidiendo con el primer aniversario de aquel repliegue táctico suyo.

Para su autogolpe, busca perpetuarse –¡cómo va autolimitarse ocho años en el cargo un ávaro del poder como él, como prometió en 2014 cuando las uvas estaban verdes– y aplastar a quienes no se le rindan sin respetar siquiera a fallecidos como a Javier Lambán. «¡Viva quien vence!», gritan los neoconversos que antaño arroparon al barón aragonés una década y viran, con el muerto al hoyo, para no perder el bollo. Llegada la hora, estos villanos, como aquellos a los que repudiaba don Quijote, harán lo propio con quien antepone ser odiado a ser querido sin disimular como operaba Zapatero con su sonrisa de cimitarra.

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Así, luego de que su fiscal general afronte su juicio sin dimitir, el plantón del sábado de Begoña Gómez al juez Peinado, en vísperas de que pueda sentarse en un banquillo ante un jurado popular por malversación, ejemplifica que Sánchez está resuelto a evitar una condena como la de Sarkozy en Francia. De ahí que nada más finiquitar su retiro nada espiritual e irrumpir como damnificado de la «máquina del fango», las cloacas socialistas de «Supercerdán», según Zapatero, «el mejor secretario de Organización de la historia», según María Jesús Montero, firmaron el 24 de abril de 2024 su acta fundacional para su operación de destrucción de jueces, fiscales y guardias civiles que investigan a su familia y a la «banda del Peugeot», con la que asaltó Ferraz y la Moncloa con el magistrado Peinado de buco al que encarnizan con bulos.

Por eso, ante el acecho judicial y la demora de su contrarreforma al estar a la greña sus socios, Sánchez avitualla y municiona su ofensiva de primavera-verano de cara a unas eventuales elecciones plebiscitarias en 2026 como remedo de las de julio 2023 que anticipó tras la debacle socialista de mayo en las municipales y autonómicas. ¿Cómo va a repetir la jugada?, inquirirán algunos, pero a un ilusionista –observó el gran Ramón (Gómez de la Serna)– no le importa que le vean la trampa. De ser así, seguro que se lo perdonarán tanto quienes se enorgullecerán de su agudeza al descubrírsela como quienes se envanecerán de un tipo tan listo que les da el pego a los primos de los partidos rivales.

Para extender su mandato «hasta 2027 y más allá», al carecer de «fecha de caducidad», según pronosticó en la Fiesta de la Rosa del PSC, Sánchez acometerá una estrategia de doble cabo. De un lado, para los cercanos comicios castellano-leoneses y andaluces, donde pintan bastos, potenciará el voto a Vox impulsando «el efecto llamada» para que al PP, una vez que él copa la ultraizquierda en su versión Restar (antes Sumar) y «Pudimos» (antes Podemos), no le quede otra que cogobernar con los de Abascal cebando el cuento de Pedro y el lobo con el «¡que viene la ultraderecha!», como en las semanas que mediaron entre mayo y julio de 2023, y dejar a Feijóo en la estacada. De otro, se victimizará cual «ecce homo» frente a jueces a los que acusa de instrumentalizar la Justicia para desalojarlo de la Moncloa usando el manual de las satrapías iberoamericanas del grupo de Sao Paulo a las que se ha enrolado bajo la órbita de Pekín y con las que se reunirá en 2026 en España para darle pisto a su ordalía. En paralelo, para hacer ver que no le dejan gobernar, puede que se ponga a pasear un anteproyecto de presupuestos dizque programa electoral mientras hace y deshace sin control con los prorrogados por tercer año consecutivo. En ese teatro de la farsa, con un electorado polarizado hasta romper las sisas a la convivencia, auspiciará un plebiscito para que los suyos alardeen como los peronistas: «Puto y ladrón queremos a Sánchez».

Transitando de presidente de Oposición a presidente Antisistema, Sánchez menoscaba la democracia y la nación por la senda de un caudillismo bolivariano que le eternice impunemente. De hecho, evocando el caso Nóos, ya su esposa se arroga un fuero que no tuvo una Infanta de España y él mismo se licencia un privilegio que rehusó el Rey. No quiere arriesgarse a que su cónyuge y su hermano –y menos él– acaben como el exyerno y cuñado de Juan Carlos I y de Felipe VI.

Frente a esa clamorosa realidad, pasma que el PP se atasque e incida en problemas de comunicación como los que diagnosticó el neurolingüista George Lakoff, profesor en Berkeley y asesor de Obama, al advertir que quien se apodera del marco mental domina el discurso. Tras encarecer a sus alumnos que «no penséis en un elefante» (símbolo republicano), éstos no pudieron quitarse de la cabeza al paquidermo enfocando los asuntos desde la óptica republicana. De hecho, cuando Nixon consumó su pifia de manifestar que no era un chorizo, faltó tiempo para que todos lo contemplaran de esa guisa. Parejo desliz al de algunos virreyes del PP que han avalado indirectamente la cortina de humo de Sánchez con Gaza huyendo del infierno español al asumir el término genocidio para denominar la masacre. «Genocidio. Señor Moreno Bonilla, repita con nosotros, se trata de un genocidio», instó María Jesús al presidente andaluz y Juanma Moreno transigía al poco en la Cámara andaluza a preguntas de la portavoz de Por Andalucía, Inmaculada Nieto. «Si quiere que le reconozca el genocidio, se lo reconozco», le respondió como el que dice «para ti la perra gorda». Claro que esas perras gordas –habrá que ver si no ocurre igual con el atinado reposicionamiento sobre emigración de Feijóo– son las que luego se echan en falta, en forma de escaños, como en la «amarga victoria» de Feijóo en julio de 2023 y pueden volverlo a hacer en 2026. Mucho más cuando se botan nuevos bergantines en el mar de la derecha para dividir el voto bajo amparo de patrulleras gubernamentales como la que escolta a los turistas del ideal hacia Gaza a fin de que Pedro 'El Cruel' –como le bautizó González– reine con Corte propia.

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