Tiempo de tertulia
El miércoles me apresuré para ser puntual a la cita con los amigos y compañeras con los que habitualmente intercambio pareceres sobre muy diversos tema. La plaza de San Nicolás era el destino. Pasado el Realejo, mientras caminaba por la acera, coincidí con dos personas del grupo, Alfredo y Paco, que se dirigían al mismo lugar. En el camino hacia las Tendillas estuvimos hablando del pasado mes de Mayo cordobés.
La opinión era casi la misma. Aunque no hemos participado activamente en la Feria de Nuestra Señora de la Salud, nuestro comentario era parecido: «¡Qué ambientazo hubo los días de fiesta!. Parece como si la crisis que soportamos, la subida de precios y la elasticidad del presupuesto, no se notarán!». Todo el mundo sufrió el calor y se sumó a la celebración del rebujito, la cerveza, el cubata, las casetas y los cacharritos; sin dejar atrás las pocas corridas que ofrece en estos tiempos el Coso de los Califas, y la desgana por la fiesta nacional que manifiestan los numerosos asientos vacíos de la plaza.
Quedaban en el recuerdo aquellos años en los que el mismo viernes y hasta el sábado se sucedían las ternas y ganaderías ofreciendo un espectáculo sin igual con la plaza llena. Y les recordaba que de joven no me perdía una corrida. Entonces, junto al «piquete» de la guardia civil, siembre íbamos dos o tres hijos de ellos con un botijo que ponía: «Agua pa la guardia civil». Alguno, ya dentro de la plaza, rompía el «pimporro de barrp» para estar más liberado. Al comienzo de la semana siguiente la inolvidable «mujer cordobesas» como un encuentro taurino especial. Pero algunos movimientos feministas acabaron con esta tradición. Ya me hubiera gustado a mi que estos mismos movimientos salieran a la calle cuando soltaron de prisión a numerosos violadores de estas mismas mujeres.
Entre una lidia y otra el camino se hizo corto y llegamos a la plaza de la iglesia donde me bautizaron, hice la primera comunión y fui hermano de La Sentencia. Estábamos en la plaza de San Nicolás. Allí, sentados alrededor de varias mesas se fueron incorporando los hombres y mujeres, -las menos-. Puntualmente, a las 11 de la mañana, daba comienzo un momento incomparable. La Tertulia de San Nicolás se iniciaba.

La tertulia de San Nicolás
A este lugar de encuentros solemos acudir. Alfredo Asensi, Arturo Ramírez, Carmelo Casaño, Carlos Chacón. Carlos Clémentson, Eduardo Mármol, Francisco A Carrasco, Francisco Bravo, Francisco M Cañadillas, Francisco Carrasco, Francisco Solano, Juan Cantabrana, Julia Hidalgo, Manuel Concha, Mercedes Mayo, Rafael Contreras, Rita Rutkowsk y Miguel Carlos Clémentson, además de este que les escribe. Ya se nos marchó una de las almas vivas del grupo, al que siempre tenemos con nosotros. Me refiero a Rafael Mir, el maestro Rafael.
Como señalaba Franciaco A Carrasco en la editorial de nuestro número uno de la revista «Tertulia», que ya va por el número cuatro, «No pretendemos revolucionar el mundo. Por lo general, nuestro objetivo es pasar un rato agradable charlando entre amigos, sin más pretensiones, si bien el conocimiento de algunos de nuestros miembros hace que, a veces, se traten temas verdaderamente interesantes».
Esta tertulia nació en 2003. Primero, en torno a un almuerzo en distintos restaurantes, donde se reunían a confrontar ideas sus seis componentes de entonces: Carmelo Casaño, Tomás Egea, Juan Carlos López Eisman, Vicente Torres, Carlos Chacón y Eduardo Mármol. Después, ya más regularmente, empezó a juntarse en la cafetería Gaudí, y al final, tras un breve paso por la cafetería Marta, se trasladó a la plaza de San Nicolás en 2018 con la cafetería Norte y Sur como principal punto de encuentro. Si bien en un primer momento era una tertulia pequeña, desde entonces ha ido creciendo hasta los miembros actuales.
Paco Solano Márquez me aclaraba sobre Tertulias en Córdoba: «En los tiempos en que Pepe Jiménez Poyato regentaba su tienda de fotografía Studio Jiménez, en la terraza del contiguo bar Siroco se creó una tertulia habitual -no tenía día ni hora fijas- frecuentada por artistas, poetas, abogados y otras personas interesadas por comentar y conocer la vida cultural de Córdoba. Entre otros se solía ver por allí a los pintores Pedro Bueno y Juan Cantabrana, los poetas Juan Bernier y Carlos Clementson, el abogado Carmelo Casaño, el canónigo Nieto Cumplido y otros que acudían a aquel «mentidero» para estar al día. No faltábamos los periodistas, por ser lugar donde enterarnos de noticias». A la salita de exposiciones que Pepe tenía en la planta alta de su tienda la bautizó como «Juan Bernier-Studio 52» como aún se puede ver el rótulo.
Las tertulias son reuniones que, con un tono coloquial, se solían celebrar en otros tiempos periódicamente en casas o en cafés para hablar de temas concretos, generalmente culturales, o para compartir ideas, gustos y aficiones. En España, las tertulias tienen su origen en las Academias del Siglo de Oro. En Madrid se celebraba a comienzos del siglo XVII la Academia Selvaje o Salvaje, también llamada del Parnaso, surge en 1612 en la casa que el caballero Francisco de Silva tenía en la calle Atocha. El nombre de Selvaje venía del apellido del anfitrión: Silva.
Esta Academia literaria, la frecuentaba Miguel de Cervantes, y los componentes de la misma debían adoptar un seudónimo relacionado con el amor. Fueron frecuentes los certámenes literarios o justas poéticas. Es en la Academia Mantuana donde Lope de Vega leyó su «Arte nuevo de hacer comedias». También existen noticia de una academia celebrada en casa de la actriz María de Córdoba, en la calle del León.
En la sociedad española del XVII, era frecuente que aquellos que presumían de tener grandes conocimientos hicieran frecuentes alusiones a Tertuliano, teólogo del siglo II. De ahí vendría la palabra Tertuliano. Por eso, el lugar donde se sentaban los espectadores más cultos de los teatros se llamó la Tertulia.
En España, tanto en el ámbito cultural como en las tertulias populares, pueden enumerarse diversos tipos temáticos: políticas, taurinas, literarias, teatrales o de carácter general. Solían estar coordinadas por un fundador o alrededor de un personaje famoso que asistiera con regularidad y a veces llega a darles nombre, como les ocurriera a Cansinos Assens o Valle-Inclán, aunque lo habitual es que se conozcan por el nombre del local que la aloja, por lo general un café.
Algunos cronistas o biógrafos de las tertulias españolas anotaban como rasgo característico la costumbre de atacar y desacreditar sin misericordia al miembro que se retrasa o que no acudía a la tertulia, algo que tenía la función de que se tomara en serio la asistencia a la misma. Por su localización, las tertulias pueden ser estables, en un solo lugar, e itinerantes, que se mudan de sitio periódicamente; estas últimas son mucho más informales y menos frecuentes. En la de San Nicolás tenemos nuestro rincón habitual con una reproducción del cuadro de Juan Cantabrana titulado «Tertulia» que nos dedicó, aunque en alguna ocasión solemos desplazarnos a grupo de amigos.
Han sido muchos en todo el mundo los lugares de encuentro de personajes, desde la política y el deporte hasta cualquier rama de las artes, la ciencia o la filosofía para debatir e informarse, o compartir y contrastar iniciativas, noticias, conocimientos y opiniones. A título de ejemplo solo citar al Antico Caffè Grecoen en Roma; Caffè Pedrocchi en Padua; La Closerie des Lilas en Montparnasse, París; Les Deux Magots en París; Café de Fornos, Café Gijón, Café Comercia, Café de Levante y Café Pombo en Madrid; Caffe Reggio en el corazón de Greenwich Village de Manhattan, Nueva York; Café Novelty en Salamanca; Águila y niño en Oxford; West End Bar en Broadway; El Quijote por el Hotel Chelsea; Café La Habana en la ciudad de México; La Biela ubicada en el corazón de la Recoleta, y The Elephant House en Edimburgo.
Queda ya en el recuerdo el año 1862 en el que un jovencísimo llamado Galdós llegó al Madrid que él mismo convertiría en escenario de la literatura universal, y al que dedicaría gran parte de su tiempo ocioso dando lugar a los cafés madrileños y sus tertulias. Un cuadro castizo que retrataría así en su novela Fortunata y Jacinta.