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El cochinillo es el plato estrella de la localidad, pero no el único manjar que se puede disfrutarRestaurante Duque

Restaurantes

Los mejores restaurantes de Segovia más allá del Mesón de Cándido

Una joya de España donde cada bocado cuenta una historia y cada plato es un homenaje a la tierra que lo produce

En el corazón de Castilla y León, Segovia se alza como un testigo silencioso de la historia, donde cada rincón evoca un eco del pasado. Con su majestuoso acueducto romano, que se erige como un coloso de piedra, la ciudad invita a sumergirse en un viaje a través del tiempo. Este monumento, Patrimonio de la Humanidad, no solo es una obra maestra de la ingeniería, sino también un símbolo de la perseverancia y la destreza de una civilización que supo aprovechar los recursos de su entorno.

Junto a él, la catedral gótica, con su imponente silueta, se asoma al horizonte y solo rivaliza en grandeza con los relatos de reyes y caballeros que esconde 'la proa de Castilla'. Y es que el perfil que se vislumbra desde el mirador de la Pradera de San Marcos de la bella Torre del Homenaje del Alcázar es a menudo comparada con la proa de un barco que navega entre los ríos Eresma y Clamores.

Sus estancias sirvieron de reposo a Alfonso X el Sabio, el Rey astrónomo, y de él salió coronada Isabel la Católica. Por sus calles paseó junto a Fernando de Aragón, así como San Juan de la Cruz, María Zambrano o Antonio Machado. Cada esquina de su casco antiguo revela un nuevo detalle: balcones de forja, fachadas de ladrillo y el aroma del cochinillo asado que emana de los restaurantes invitan a los transeúntes a disfrutar por igual de su belleza arquitectónica y su gastronomía.

Estrella de la cocina segoviana, el cochinillo es un símbolo de la tradición culinaria de la región. Preparado con esmero, se cocina lentamente en hornos de leña hasta que su piel se vuelve crujiente y dorada, mientras que la carne se mantiene tierna y jugosa. Servido en su propia fuente, es un deleite que invita a compartir y celebrar en torno a la mesa, uniendo a locales y visitantes en una experiencia gastronómica única. Son muchos los restaurantes que destacan en la ciudad por su buen hacer, siendo el más característico el Mesón de Cándido. No obstante, la oferta es bastante más amplia.

Comenzando nuestro recorrido, encontramos el Asador Maribel, ubicado a tan solo 300 metros del icónico acueducto y que cuenta con una carta variada y con menús de precio cerrado, lo que permite disfrutar sin sorpresas. Nada más entrar el cochinillo asado se desliza por el aire, prometiendo una experiencia culinaria inolvidable. Sin embargo, su carta no se limita a su emblemático plato.

El horno de leña en el que se cocina en Asador Maribel

El horno de leña en el que se cocina en Asador Maribel

El menú ofrece una variedad de delicias que celebran la riqueza de la cocina local, desde las sopas castellanas hasta los postres caseros típicos que endulzan el paladar como el ponche segoviano. Cada plato es elaborado con ingredientes frescos y de calidad, muchos de ellos provenientes de productores locales, lo que garantiza una experiencia auténtica y sostenible.

Casi pegado a la Plaza Mayor, se encuentra el Restaurante José María, un verdadero emblema de la cocina castellana con una decoración que refleja la calidez de la tierra segoviana. Ha sabido mantener su esencia a lo largo de los años y se erige como un faro para los amantes de la buena mesa gracias a su maestro asador. Las paredes, adornadas con fotografías y recuerdos, cuentan la historia de un lugar que ha sido testigo de innumerables celebraciones y encuentros.

Enrique Cerezo, en su visita anual al Restaurante José María

Enrique Cerezo, en su visita anual al Restaurante José María

Tal es su brillantez ante los fogones que es el elegido cada verano por los jugadores del Atlético de Madrid. Su especialidad, el cochinillo una vez más, es trinchado a la antigua usanza con el canto de un plato. Una tradición centenaria que la ciudad debe a un chef que, ante la llegada de sus clientes, no encontró un cuchillo con el que partirlo y servirlo y se vio obligado a improvisar. El manjar marida a la perfección con su exquisito vino: el Pago de Carraovejas.

Siguiendo nuestro camino, llegamos a El Bernardino, una de las casas de comidas más antiguas de la ciudad. Situado en la conocida calle Cervantes, a mitad de camino entre la Plaza Mayor y el acueducto, debe su nombre a su dueño, Mariano del Pozo Manso. Su famoso cochinillo pesa entre 4,5 - 5 kg, tiene 21 días como máximo y está criado y alimentado con leche materna en granjas en exclusiva de la provincia.

El restaurante Duque destaca por su decoración típica castellana

El restaurante Duque destaca por su decoración típica castellana

A pocos pasos de El Bernardino, también encontramos el Restaurante Duque que, desde 1895, ofrece los más altos parámetros de calidad combinando la tradición de la primera generación a la modernidad de la cuarta que lo gestiona en la actualidad. Tampoco podemos olvidarnos mencionar La Concepción, ubicada en la Plaza Mayor, donde la variedad de platos típicos se fusiona con la vibrante vida de la plaza, convirtiéndola en un punto de encuentro ideal para disfrutar de platos como el pulpo braseado, la milhojas de verduras con hongos y piñones y los raviolis de mango.

Por último, para aquellos que buscan una experiencia más alejada del bullicio del centro y no tan centrada en los productos cárnicos, la Marisquería San Marcos, situada cerca del Santuario Virgen de la Fuencisla, ofrece un entorno privilegiado junto al paseo del río Eresma. Con vistas al Alcázar, este lugar es perfecto para disfrutar de mariscos frescos en un ambiente tranquilo y pintoresco.

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