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08 de mayo de 2024

Con la bata puestaIsabel Rojas Estapé

Si no tengo grandes problemas ¿por qué no soy feliz?

Con esta pregunta muchos de mis pacientes terminan su larga retahíla de acontecimientos que les hace sufrir enormemente

Actualizada 16:20

La felicidad es el gran tema de la vida. No conozco a nadie que no quiera ser feliz. Pero la felicidad en gran medida depende de uno mismo. No tanto de lo que va consiguiendo, que también, sino en cómo ve su realidad. Mi padre siempre dice que la «felicidad no depende de la realidad sino de la perspectiva de esa realidad».
La forma que tenemos de ver lo que nos pasa o nos rodea hace que estemos y vivamos de una determinada forma. Por eso es tan importante que aprendamos a mirar a nuestro alrededor educando nuestra mirada. Esto significa que tenemos que aprender a ver lo bueno de cada momento, porque sino nos convertimos en verdaderos detectives: personas que sobreanalizan lo que hacen y esto les lleva a detectar con mucha facilidad las cosas que están mal, o que podrían estar mejor, o que son mejorables… Pero es que si uno vive en clave de detectar lo negativo, su vida terminará siendo aparentemente muy negativa. Y esa forma de ver la vida afecta en cómo vivo mi vida, y me afecta interiormente. Vivir de esta forma tan nociva, nos lleva con mucha facilidad a que lo que nos ocurre o nos pasa siempre resulta malo y por tanto uno tiene que hacer lo que sea para controlar todo su alrededor para que sea «lo menos malo posible».
Por eso si te encuentras en un momento en donde nada te llena y donde te sueles fijar en las cosas negativas, entonces, querido lector, me atrevería a decirte que tienes rasgos de personalidad perfeccionista.
Una persona perfeccionista es aquella que tiene una forma de ser rígida, con unos parámetros muy establecidos de cómo deben de ser las cosas. Pero sin duda su gran característica es que las cosas siempre son mejorables. Sí, es bueno querer mejorar, pero el perfeccionista no sabe disfrutar de lo que tiene o de lo que hace pues siempre, todo puede cambiar, puede mejorar. Es un eterno insatisfecho.
Esta insatisfacción vital hace que veamos el vaso siempre vacío. Incluso habrá alguno que diga que no, que él ve el vaso lleno. Quizás sí. Pero entonces el vaso no le gustará, o no estará suficientemente lleno, o el agua no será lo suficientemente limpia. Que se me entienda: siempre buscaran algo que haga que ese vaso no sea como habían pensado. De ahí que les llame detectives pues lo analizan todo y en ese análisis siempre dan con aquello que no es tan bueno, tan perfecto, o tan cómo querrían. Y estar de esta forma constantemente, genera un estado de nervios y ansiedad que sostenido en el tiempo produce una desánimo imposible de compaginar con ser feliz. Es una forma de ver la vida que a la larga (y no tan larga) genera un vacío existencial casi imposible de explicar.
La cuestión es: ¿qué subyace bajo ese perfeccionismo? Sin duda una necesidad de control que de primeras da la sensación de tranquilidad, pero que, a la larga, acarrea sufrimiento. Puede llegar a ser esa vía de escape que en un principio tranquiliza pero que con el tiempo esclaviza. Pero al mismo tiempo, el perfeccionismo esconde la necesidad de agradar. ¿A quién? A todos. A uno mismo. Es querer gustar a todos y al mismo tiempo encubre una falta de autoestima. Y es que si algo lleva de la mano el perfeccionismo es no sentirse suficiente. Pero no podemos olvidar que querer hacer más, mejor y siempre, es imposible. Pues el tiempo, que es lo más democrático que existe (todos tenemos 24 horas en un día) y el hecho de ser humanos, hace que seamos limitados y por tanto imperfectos.
Por tanto, si no quieres vivir con esa necesidad de control constante que te genera un vaivén de tristeza y ansiedad, te animo a que desde hoy cada vez que actives ese «modo detective», potencies lo positivo. Seguro que ves y percibes lo negativo, pero, déjalo estar. Detente en lo positivo (que también existe) y poténcialo. Esto te va a llevar de la mano a que empieces a hablar de forma más optimista, algo que favorecerá a tu cabeza, pero también a tus células y por tanto a cuerpo, y en definitiva a tu felicidad.
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