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29 de abril de 2024

Un niño jugando

Lo importante es que desde pequeños adquieran un hábito de estar concentrados por lo menos 20 minutos cada tardePexels

¿Cómo debe ser la tarde de tu hijo? Menos deberes y más tiempo para aburrirse

La recomendación es que los niños tengan unos 40 minutos al día libres, mejor sería que tuvieran entre una y dos horas y lo óptimo, una tarde completa a la semana

Mochila a la espalda repleta de libros y libretas salen los niños del colegio. En una mano, la pala de tenis o pala de pádel; y en la otra, otra bolsa repleta del material para su clase de pintura o la equipación de fútbol. Las actividades se le solapan unas con otras, a las que les han ido apuntando unos padres quizá en busca de un alargamiento del horario escolar por su jornada laboral.
«Hay niños que tienen una tarde tan minutada que descuidan otras actividades tan importantes como hacer amigos», afirma Ana Cobos, orientadora escolar y presidenta de la Confederación Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE).
Los deberes y las extraescolares, que en principio están pensadas para el aumento del rendimiento escolar y la mejora de las capacidades y habilidades del alumno, pueden derivar en lo contario. «Tener la tarde tan llena estresas a los niños», apunta Cobos. Esta misma idea es defendida también por Carolina Blanco, pedagoga y miembro de la Asociación PROCOLPED. «Tienen tal cantidad de obligaciones que no tienen tiempo libre, que puede ayudar a su creatividad y su capacidad de innovación, pero si no se tiene puede fomentar los contrarios: estrés, ansiedad…», apunta la pedagoga.

¿Cuánto es demasiado?

El consejo de los expertos es que los niños tengan unos 40 minutos libres cada tarde, aunque sería mejor que fuesen entre una y dos horas. Lo óptimo, en realidad, es que ese tiempo se convierta en una tarde a la semana en la que puedan estar con sus amigos, ir al parque o realizar otras actividades que no supongan una obligación.
Todo ello no quita que desde que son pequeños, casi desde que empiezan el colegio, al llegar a casa, después de merendar o cuando se acuerde en la familia, pasen un tiempo sentados ante una mesa, en posición de estudio, con palitos o plastilina. No es más que para comenzar a fomentar en ellos un hábito de trabajo fuera del horario escolar. La recomendación de Cobos es de 20 minutos, realizando alguna actividad lúdica cuando son más pequeños, pero que podrá ser sustituido por la lectura cuando el niño haya adquirido los conocimientos para ello. Así, cuando llegue a Secundaria y su agenda del colegio se llene cada día de más y más tareas que entregar en la siguiente jornada, el requerimiento será menor y la productividad, mayor.
¿Cuántos deberes son demasiados? Carolina Blanco respondería que «no se trata tanto de la cantidad sino de la calidad». Hay profesores que consideran que los niños necesitan los deberes para asimilar lo aprendido. La contradicción llega, según la pedagoga, cuando se plantea que no hay evidencia que relacione ni los deberes ni las extraescolares con el éxito académico ni con un aumento del rendimiento. Y al revés sí, cuantas más tareas y extraescolares tenga el niño, menos tiempo de descanso tendrá. Si el niño está cansado, estresado y agobiado, esto irá en detrimento de su productividad en el colegio.

El derecho a aburrirse

Y, ¿cuántas actividades extraescolares son lo recomendable? No todos los niños tienen la misma energía, ni las mismas inquietudes, ni dificultades académicas que requieran de refuerzo. Antes de responder a esa pregunta, cabe destacar primero que por su misión social, según apunta Blanco, las clases particulares de cualquier tipo ayudan a evitar conductas disruptivas en el niño.
Y ahora sí, el consejo de los que manejan la materia es que el niño no sea apuntado a nada antes de los cuatro años. «Antes de ese momento, son tan pequeños que todavía no tienen una adherencia a nada», explica Blanco. Entre esa edad y los seis, lo recomendable son una o dos actividades fuera de clase, para que el niño pueda probar, ir descubriendo y agrandar el abanico con el tiempo. Un aspecto fundamental es que sea él mismo el que escoja qué actividades quiere realizar y que adquiera un compromiso con la misma.
Tan importante es estudiar y aprender a jugar al ajedrez, a pintar, a hacer esgrima, fútbol, a bailar, cantar o montar a caballo como no hacer nada. Los niños necesitan del aburrimiento. «Del ocio libre nace la creatividad», apunta Cobos, a lo que Blanco añade: «tienen tardes tan apretadas que les estamos provocando una continua actividad en la que ya no saben no hacer nada, no saben estar en casa sin hacer cosas».
Pero, en realidad, va más allá de su capacidad creativa y creadora. En un mundo hiperactivo e hiperconectado, hay que saber disfrutar también no tener nada que hacer. «Aburrirse no es sano solo para los niños, sino también para los adultos, aunque solo sea durante un tiempo limitado. Pensar, pasear, estar solo con uno mismo… Todo ello ayuda al equilibrio mental y el desarrollo personal», destaca Cobos.
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