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27 de abril de 2024

Reme, de la asociación Aesvida

Reme, de la asociación AesvidaPaula Argüelles

Marcha por la Vida - 12 de marzo

Una superviviente del aborto: «Una mujer nunca se va a arrepentir de tener un hijo, pero sí de matarlo»

La mujer que ayudó a Reme Losada a nacer fue la misma que estuvo a punto de practicarle un aborto a su madre cuando estaba embarazada. Su madre, Dolores, tenía 27 años y otros cuatro hijos cuando se enteró de que estaba de nuevo en cinta. Su padre, Antonio, era un marido ausente y alcohólico, lo que provocó que la mujer fuese la responsable de poner la comida y el dinero sobre la mesa.
Reme es una superviviente del aborto. «Mi madre intentó acabar con su embarazo en varias ocasiones, sobre todo durante el primer trimestre», cuenta en una entrevista con El Debate, que tiene lugar en los días previos a la Marcha por la Vida del domingo 12 de marzo por las calles de Madrid. Este año hace una década desde que Reme comenzó a acudir a manifestarse en contra del aborto y a favor de la vida desde la concepción hasta su muerte natural.
Para ella es un tema personal, por su testimonio, pero también por su trabajo. Losada forma parte de la junta directiva de Aesvida, una asociación que se dedica a ayudar a mujeres embarazadas que se plantean ponerle fin a su gestación y a todas aquellas que ya han pasado por el abortorio y sufren el llamado síndrome del postaborto.
Reme, en su entrevista con El Debate

Reme, en su entrevista con El DebatePaula Argüelles

En una Argentina antiaborto

Conoce su historia con todo lujo de detalles, aunque desde dentro de la barriga de su madre no era plenamente consciente de lo que estaba ocurriendo. Tras nacer Reme, Dolores nunca ocultó que había intentado deshacerse de su embarazo, pero que con la niña su vida había cambiado: se había acercado más a Dios y su marido dejó el alcohol y comenzó a estar más presente en casa.
La familia vivía en Argentina, donde estaba prohibido el aborto. Cuando se enteró de que estaba en cinta, la madre de Reme pensó que otro hijo sería una carga. Era una mujer joven, que tuvo que hacerse responsable de todo en el hogar. «No podía permitirse dejar de trabajar», cuenta su hija Reme. Compartió sus inquietudes con su cuñada, que le propuso ayudarla a buscar un centro clandestino donde poder acabar con su problema.

«Por favor, váyase»

La tuvieron esperando todo el día. La sala de espera se fue vaciando de mujeres y Dolores no se sentía cómoda ante en ese ambiente frío en el que tantas mujeres entraban y salían rápidamente sin dirigirle ni una palabra a nadie. Ya sobre la camilla, de piernas abiertas y todo preparado para realizarle la intervención acudió la doctora, que comenzó a discutir en baja voz con la enfermera que la asistía. Dolores preguntó qué ocurría y la colegiada, temblorosa, se acercó a ella para explicarle que no podía practicarle el aborto:
«Hay algo que me lo impide. Es como una barrera que se interpone entre usted y yo. No puedo tocarla. Por favor, váyase», recuerda Reme.
Su madre salió del abortorio igual que había entrado, embarazada. «Ese día me libré de aquella masacre. Por eso digo que soy una superviviente. Estuve en el mismo lugar que los condenados a morir solamente por existir, pero un milagro me salvó», cuenta la hija de Dolores, a quien se le quitaron las ganas de volver a cualquier otro centro clandestino donde terminar con su embarazo, pero lo intentaba «de manera doméstica», dice Reme.
En los meses que gestó a su hija, no fue al médico ni se hizo ninguna ecografía. «Ya había tenido cuatro niños, sabía que había cosas que no debía hacer durante el embarazo», dice Reme. Dolores vivió su embarazo de espaldas a su barriga que seguía creciendo mes a mes. «Comía cualquier cosa, cogía peso que no debía o tomaba pastillas, esperando que en cualquier momento acabase solo», cuenta su hija. Cuando discutía con su marido, fruto de la frustración, Dolores pegaba puñetazos en su vientre, lo golpeaba contra la pared o se provocaba caídas por las escaleras.
Reme Losada

Reme LosadaPaula Argüelles

La primera Navidad de Reme

Reme nació con una malformación, una agenesia de antebrazo izquierdo. En un primer momento, los médicos no supieron qué pudo haberlo provocado, pero Dolores les ocultó que antes de nacer su hija, había tomado unas pastillas –no recuerda el nombre ni dónde las compró– que más tarde se descubrió que no provocaban la muerte del feto, pero sí malformaciones.
Un 23 de diciembre en Argentina nació Reme, ante unos padres sorprendidos al ver que a la pequeña le faltaba medio brazo. «Mi madre pensó que encima de que no quería una hija, le salía discapacitada», dice. Toda la comunidad de españoles con la que la familia se relacionaba quería conocer a la recién nacida. «A raíz de que yo nazco, mi madre recibe apoyo, regalos, visitas, cierto cariño y atención, que quizás, si lo hubiese tenido a lo largo de su embarazo, no hubiera llegado tan lejos», confiesa Reme, que a través de la vivencia de su madre y la de todas las mujeres a las que ayudan en Aesvida es testigo de que, cuando una mujer se ve avocada al aborto, tener una mano amiga y unos oídos que van a escuchar e intentar ayudar con lo que puedan hay una mayor probabilidad de que siga adelante con su embarazo.
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