El matrimonio Juan Roig y Hortensia Herrero (en el centro), con sus hijas (de izquierda a derecha) Juana, Amparo, Hortensia y Carolina
El perfil menos conocido de Juan Roig, el todopoderoso presidente de Mercadona: de su sueldo a su deporte favorito
Hay quien dirá que Juan Roig, en una reunión, puede dejar helado a todo el mundo con una sola frase. Otros insinuarán que, lejos de la solemnidad de los despachos, se le podría ver riendo mientras juega un partido de pádel. Y algunos incluso sostendrán que el todopoderoso presidente de Mercadona todavía recorre pasillos de supermercado como si fuera un cliente más. Quizá ahí resida el misterio: un hombre que mueve cifras astronómicas, pero que parece sentirse cómodo en la rutina más terrenal. No en vano, en 2007 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia, un reconocimiento que subraya la inteligencia práctica con la que ha sabido transformar una carnicería familiar en uno de los imperios empresariales más poderosos de España.
Ese contraste —la vida íntima y las magnitudes descomunales— es lo que hace de él un personaje fascinante. Basta con mirar los números: en 2024, su sueldo bruto anual rondó los 12 millones de euros, a lo que hay que sumar los dividendos como accionista mayoritario de Mercadona, que superaron los 149 millones de euros. En total, más de 160 millones al año, cifra que lo coloca en el Olimpo de los empresarios españoles. Eso sí: con un IRPF del 54 %, Roig sabe que Hacienda también juega su partido. Y, sin embargo, si se le pregunta, hablará menos de dinero que de esfuerzo.
Quizá por eso sigue siendo un apasionado del deporte. El pádel y el running forman parte de su rutina, pero su gran proyecto es el Valencia Basket, al que sostiene desde hace décadas junto a su mujer, Hortensia Herrero. Ese compromiso ha cristalizado en el Roig Arena, levantado con 400 millones de su propio bolsillo: una catedral deportiva y cultural que abrirá con un homenaje a Nino Bravo y aspira a acoger un millón de espectadores en su primer año.
Quienes lo conocen aseguran que se relaja corriendo —llegó a participar en la media maratón de Valencia— y que disfruta en su finca de Poble Nou con su familia; sus cuatro hijas Juana, Amparo, Hortensia y Carolina. La discreción es norma: nada de yates, islas ni portadas en prensa rosa. Su riqueza se traduce en empresas, arte y deporte. Obsesivo con la productividad y con los horarios, es también un negociador duro.
Imagen de Juan Roig en un acto de Mercadona.
Un detalle simpático ilustra su carácter sencillo: en el restaurante ovetense Manolín Campa, durante una comida de trabajo con su equipo, no pidió caviar ni solomillo wagu, sino queso fresco con anchoas, lomo, café, agua y un refresco de cola.
Otro rasgo llamativo es su pasión por la lectura. Roig es un devorador de manuales de gestión y liderazgo, desde Howard Schultz hasta Stephen Covey o Al Ries. Sus discursos suelen destilar ese estilo: frases cortas, pragmáticas, con poco espacio para la retórica. Ya de joven, en la universidad, le irritaba la teoría excesiva; prefería lo práctico, lo aplicable, lo concreto. Una «manía» que con los años se ha convertido en seña de identidad.
Nació en Valencia en 1949, en una familia ligada a la huerta, y estudió en colegios jesuitas y franciscanos antes de licenciarse en Económicas. No fue un estudiante brillante, pero sí metódico. En los setenta entró en la empresa familiar, Cárnicas Roig, que acabaría transformando en Mercadona. En los ochenta tomó las riendas junto a sus hermanos y, en los noventa, quedó como presidente único. Desde entonces el crecimiento ha sido imparable: más de 1.500 supermercados, marcas icónicas como Hacendado o Deliplus, y más de 100.000 empleados con contrato fijo. Pero lo que más le obsesiona no son los balances, sino la huella. De ahí nació Marina de Empresas, con EDEM, Lanzadera y Angels, un ecosistema para formar y financiar a nuevos emprendedores. Lo resume con una frase: «Si tu único objetivo en la empresa es ganar dinero, no es saludable».