Juan del Val, en 'El Hormiguero'
Ángeles, la otra mujer importante en la vida de Juan del Val
Hay vidas que parecen novelas, y luego está la de Ángeles Pérez, la madre de Juan del Val, que no necesita ficción para ser una historia extraordinaria. Si en la vida del escritor hay una figura que todo el mundo conoce -Nuria Roca, su mujer desde hace 25 años-, hay otra que late en un segundo plano. Es quien le enseñó a mirar sin prejuicios, quien convirtió la compasión en oficio y, sin pretenderlo, dio cobijo a más de mil personas que un día estuvieron al otro lado de los barrotes. «Gracias, mamá, por enseñarme que pase lo que pase, siempre hay esperanza», ha dicho el escritor al recoger el Premio Planeta 2025 por Vera, su novela sobre el amor.
Ángeles, nacida en Sorihuela del Guadalimar (Jaén), hija de agricultores y sin apenas estudios, empezó a trabajar como sastra a los 13 años. Llegó a Madrid en los años duros de la Transición, cuando la heroína corría por los barrios y las cárceles eran territorios sin ley. «Un día el cura de la parroquia dijo que no había voluntarios para visitar prisiones, y levanté la mano», ha contado. Lo que empezó como una ayuda puntual se convirtió en una vocación que ha ocupado más de cuatro décadas.
Ángeles Pérez
En 1981 fundó la Asociación Pro-Recuperación de Marginados (APROMAR) en el barrio madrileño de Entrevías. Hoy, a sus más de 80 años, sigue presidiendo la entidad, que cuenta con seis pisos tutelados y 43 camas para presos en permiso o recién salidos de la cárcel. También un almacén y tres coches para ir y venir a las cárceles.
Los internos la llaman «la abuela del millar de presos». Muchos la felicitan cada Día de la Madre; otros, desde cárceles lejanas, le escriben cartas llenas de gratitud. En su comedor han comido violadores arrepentidos, ladrones de poca monta, ex toxicómanos y atracadores legendarios -como Francisco del Moral, el llamado «Robin Hood de los presos»-, o simplemente hombres que no tenían a dónde ir. Todos recibieron lo mismo: una cama, un plato caliente y una segunda oportunidad. Cada semana visita a unos 150 reclusos en distintas prisiones, y aunque reconoce que no ha sido fácil mantener a flote la asociación, siempre ha contado con el apoyo de las parroquias y de la gente del barrio. «La gente de la calle es la que más me ha ayudado. Siempre ha sido la que más dinero me ha dado para poder sacar todo adelante», asegura con humildad.
Juan Del Val y Nuria Roca, en el Premio Planeta
Juan del Val siempre recuerda aquellos años con una mezcla de asombro y ternura. «De pequeño, me levantaba y nunca sabía quién iba a estar en la cocina», contó en El Hormiguero. Algunos eran expresidiarios que su madre había traído la noche anterior. Nunca hubo miedo ni escándalo. En esa casa el delito no se juzgaba: se escuchaba.
Ángeles, que no se considera religiosa —«soy cristiana de base», suele decir—, dirige el programa Y después de la cárcel, ¿qué?, donde coordina a un grupo de voluntarios que ayudan a reclusos en su reinserción. Su marido, Fernando del Val, siempre ha estado a su lado: la acompaña a los juzgados, la ayuda con los papeles y le da apoyo cuando el cansancio se nota.
Pero no todo fue sencillo. En su juventud, Juan fue un adolescente turbulento. «He vivido años con una bola en el estómago y mucho dolor sin justificación», confesó. Hasta que una noche, derrotado, le dijo a su madre: «Creo que necesito ayuda». Y ella, como siempre, supo ver lo esencial. «No estás bien», respondió, y lo llevó a tratamiento. «Fue lo mejor que me ha pasado en la vida», diría después el escritor. Hoy, la madre y el hijo comparten una fe sencilla en las segundas oportunidades.