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Carlos III té

Carlos III y la Reina Camila tomando el té en el histórico teatro Drury Lane de LondresAFP

El personal de servicio de Carlos III habla sobre sus hábitos más curiosos

El periodista Tom Quinn recopila los testimonios de los trabajadores de la Familia Real británica

Un ejército perfectamente acompasado dispuesto a satisfacer las manías y extravagancias más descabelladas sin que se les mude el gesto y con una promesa de silencio que con el paso de los años siempre se acaba diluyendo. La vida de los sirvientes que organizan los días de la realeza y la aristocracia siempre ha fascinado por cuanto puede ayudar a diseccionar al personaje. Ellos se encargan de cocinar, vestirlos, lustrar sus zapatos e incluso ponerles la pasta de dientes en el cepillo. Tom Quinn, el confidente de los trabajadores de la Familia Real británica, recopila algunos de estos testimonios en Yes Ma’am: The Secret Life of Royal Servants (Sí, señora: la vida secreta de los sirvientes reales).

El periodista británico, que ha colaborado con medios como The Times, The Telegraph y el Daily Mail, se adentra en sus aposentos para ofrecer una visión cercana de la realeza británica, antigua y moderna. En algunos casos, buceando en viejos archivos que hablan del caballerizo que amenazó con expulsar a la Reina Victoria de sus propios establos, del lacayo que tuvo que cambiarse el nombre por orden de la reina, o de la dama de compañía que, junto con la madre de Felipe de Edimburgo, la princesa Alicia, incendiaba regularmente sus dependencias en el Palacio de Buckingham.

Evidentemente, son los miembros de la realeza actual los que más fascinación despiertan. Siempre se ha retratado a Carlos III como un personaje excesivamente maníaco, en parte por su difícil infancia marcada por la soledad y timidez. «El Rey Carlos insiste en tener a su disposición magdalenas y huevos a la hora del té. Como mucha gente, Carlos es muy pejiguero con el punto de elaboración de sus huevos y, como es verdaderamente difícil dejar los huevos en su justo punto, él insiste en que deben cocerse seis, con la esperanza de que al menos dos estén exactamente como a él le gustan», puede leerse.

Sí, alteza. A su servicio

Sí, alteza. A su servicio

Al Príncipe Guillermo le retrata como excesivamente caprichoso, de mecha corta y con frecuentes rabietas. La Princesa Kate lo trata como «un cuarto hijo». «De vez en cuando, Guillermo tiene pequeños berrinches e irritaciones si las cosas no se hacen como él quiere» afirma subrayando lo que Kate es muy buena manejándolo de la misma manera en la que cría a sus tres hijos; los Príncipes Jorge, Carlota y Luis.

La llegada de la duquesa de Sussex se vio marcada por un choque cultural entre la cultura estadounidense y las normas que rigen la vida en el Palacio de Buckingham. Meghan Markle acostumbraba a saludar con un cálido abrazo que no era habitual entre la alta sociedad británica. Carlos III y los Príncipes de Gales se estremecían cada vez que Meghan se acercaba para abrazarlos. Y, como le contó un miembro del personal a Quinn, esta cercanía provocó rumores muy incómodos sobre la relación de Meghan con el Príncipe Guillermo. «Los abrazos y besos en las mejillas alimentaron los rumores entre el personal de que Meghan estaba coqueteando con Guillermo, lo cual obviamente no era cierto, pero la atmósfera tensa y los chismes resultantes) profundizó la distancia entre los hermanos», revelaron.

Britain's Prince William and Kate Middleton , Princess of Wales, with Britain's Prince Harry  and Meghan Markle , Duchess of Sussex following the death of Queen Elizabeth II in Windsor, England, Saturday, Sept. 10, 2022.

Los Príncipes de Gales y los duques de Sussex, tras la muerte de Isabel IIGTRES

Como es bien sabido la relación inicial de Camila con sus los Príncipes Guillermo y Harry resultó muy complicada y la apodaron como «Lady Macbeth» (la más devastadora de las trepadoras sociales), «Bruja del Oeste» y «Cruella de Vil». Tal vez no sea de extrañar entonces, informa Quinn, que Camila nunca quisiera ser reina, diciéndole a Carlos que tal vez dejarían atrás la vida de protocolo y privilegio.

Tom Quinn también reflexiona sobre cómo ha cambiado la relación con el servicio con el cambio de generación. «A pesar de que los modernos reyes y príncipes vivan en buena medida como sus ancestros, se ha avanzado mucho. Cuando la princesa Ana tenía ocho años, uno de sus pasatiempos favoritos era pasearse de un lado a otro por delante de uno de los guardias de Buckingham Palace, sabiendo que cada vez que lo hacía, el guardia tendría que presentar armas. A ningún niño de la realeza se le permitiría eso hoy».

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