Fundado en 1910

19 de abril de 2024

Federico Guillermo I

Federico Guillermo I

Picotazos de historia

Federico Guillermo I, odiado por su hijo pero amado por el pueblo

Federico Guillermo era brutal, tosco, autoritario, cruel, caprichoso y roñoso... todo esto en beneficio del Reino

El futuro Federico II de Prusia odiaba a su padre. El contraste entre ambos no podía ser mayor. Federico Guillermo I, llamado el «Rey Sargento», tenía una corte espartana donde primaba el elemento militar: ni filósofos, ni músicos (excepto las bandas militares), ni artistas. Gustaba de la compañía de soldados, las bromas eran de grueso calibre mientras apuraban jarras de cerveza y fumaban tabaco en pipas. Vestía siempre de uniforme pero este sucio y ajado por el continuo uso. Su tacañería era proverbial y motivo de frecuentes bromas. Su pasión por el ejército le llevó a crear un cuerpo de granaderos –el regimiento de granaderos de Postdam– formado por soldados ridículamente altos. La tensión entre ambos estuvo a punto de generar un incidente internacional cuando el príncipe heredero intentó huir de Prusia. Su padre, enterado del intento, lo yuguló en embrión. Hizo detener a Federico y ordenó el fusilamiento de su principal adlatere e íntimo amigo. Incluso le obligó a presenciar su muerte.
En 1740 murió Federico Guillermo y el joven Federico se convirtió en rey de Prusia. Desde los primeros días, Federico II fue testigo de la pena de los prusianos por la pérdida de su rey: ese ser brutal, tosco, autoritario, cruel, caprichoso y roñoso era amado por su pueblo.
Picado por la curiosidad, y la necesidad de ponerse al día en las obligaciones, revisó la gestión realizada por su padre. Resulta que había erradicado los derechos y servidumbres feudales, liberó y mejoró la situación de los siervos haciéndoles libres, decretó la escolarización obligatoria a costa del Estado y reorientó a la nobleza hacía el servicio al Estado bien en la administración, en el Ejército o en la diplomacia. Fomentó la industria, reformó las leyes y suprimió la tortura en los interrogatorios, castigó la violencia física sobre sus súbditos... No era de extrañar que le llorasen.
A los pocos días, el general príncipe Leopoldo de Anhalt-Dessau (hoy los soldados marcan el paso al desfilar gracias a él) le entregó a Federico II un testamento que su padre había dejado y le dijo:
–Majestad, el difunto rey odiaba la guerra. Estuvo en la batalla de Malplaquet y la carnicería le asqueó.
El testamento era el típico documento lleno de instrucciones y consejos sobre la buena administración que todo monarca solía dejar a su sucesor, pero decía algo más:
«Heredé de mi padre un reino cuyas fronteras, por extensas, eran imposibles de defender y que estaba rodeado de enemigos por todos lados que sólo aspiraban a expandirse a costa de Prusia. El ejército no podía llamarse tal y carecía de todo. El Tesoro estaba completamente vacío...
Para sobrevivir tuve que desarrollar características completamente ajenas a mi carácter. Me volví un avaro que atesoraba cada moneda que caía en mis manos, desarrollé una personalidad excéntrica y la pregoné con la formación de mis granaderos de Postdam. Me convertí en motivo de burla en todas las cortes de Europa y mientras fui su bufón... me dejaron en paz.
Te dejo un Reino próspero y estructurado, con un ejército disciplinado comandado por el mejor cuerpo de oficiales de Europa. El tesoro está repleto gracias a mis economías. Ahora es decisión tuya cómo los uses».
Comentarios
tracking