Fundado en 1910

25 de abril de 2024

Fuerte de Villa Cisneros en 1930

Fuerte de Villa Cisneros en 1930

Así nació Villa Cisneros, el primer asentamiento español en el Sáhara

También fue uno de los primeros lugares del desierto con población estable en el desierto del Sáhara y no fue producto de la guerra, sino del pacto y la comprensión

Villa Cisneros fue el primer asentamiento permanente español en el Sáhara Occidental y uno de los primeros lugares del desierto con población estable. La historia de los españoles en este sitio es fascinante porque solo se comprende por la fuerza de unos visionarios que creían en empresas colonizadoras como un modo de progreso, idea muy extendida en la época. No fueron expediciones bélicas e imposiciones por la fuerza, fue producto del pacto y la comprensión.
El primero de estos aventureros con pocos medios y mucha ilusión fue Emilio Bonelli Hernando. Un militar que había recorrido Marruecos y publicado El imperio de Marruecos y su constitución (1882). Había nacido en Zaragoza en 1855 y pronto perdió a su madre. Con el padre italiano vivió en Italia, Túnez, Argelia y Tánger. Hablaba español, francés, italiano y árabe.
Emilio Bonelli Hernando. Secretario de la Sociedad de Africanistas y fundador de las factorías de Río Oro

Emilio Bonelli Hernando. Secretario de la Sociedad de Africanistas y fundador de las factorías de Río Oro

En 1884, comisionado por la Sociedad Española de Africanistas y con el visto bueno de Cánovas, Bonelli reconoció la costa entre los cabos Blanco y Bojador y fundó tres establecimientos. Dos de ellos –Medina Gatell en el cabo Blanco y Puerto Badía en la bahía de Cintra– se abandonaron pronto; el tercero, Villa Cisneros, continuó hasta convertirse ahora en una importante ciudad de más de cien mil habitantes que los marroquíes bautizaron como Dajla a partir de 1976. Bonelli dejó publicadas sus impresiones en una conferencia que pronunció en la Sociedad Geográfica el 7 de abril de 1885 y que publicó con el título Nuevos territorios españoles de la costa del Sahara y en el libro El Sahara (1887). En 1885 se empezó a levantar un edifico de piedra que sustituyó a la cabaña de madera que alojó a Bonelli y los otros expedicionarios en tierra. Ese edifico, protegido por una alta muralla, se convirtió en el fuerte que dio lugar al poblado.
En 2005 el Gobierno marroquí lo demolió con la intención de borra las huellas españolas en la región, a pesar de ser el edifico más antiguo del Sahara. Al comunicar esta ocupación a las demás potencias, se estableció un protectorado en Río de Oro (que era el nombre dado por los portugueses en el siglo XV) origen de la soberanía española. Bonelli se quedó en la zona, fue nombrado comisario regio y más tarde subgobernador de Río de Oro, dependiendo del capitán general de Canarias. Fue el primero en ver las posibilidades económicas y estratégicas del desierto. Bonelli hizo exploraciones por el interior, pactó con los habitantes nativos y fue el primero en tratar con Ma el Aainin, verdadero sultán del Sahara que solía residir en Smara, ciudad fundada por él. En 1886 entró en contacto con Claudio López, propietario de la Compañía Trasatlántica que, en 1893, acabaría arrendando la factoría, estableciendo un primer punto de comercio en la zona. También en 1886 ayudó a la expedición de Cervera Baviera, Quiroga y Rizzo que llegaron al oasis de Adrar el Tamar y las salinas de Iyil, firmado un tratado de protección con los nativos. Derechos que Francia ignoró en el Tratado de París de 1900 y se quedó con la zona para unirla a su colonia de Argelia.
Una vez construido el fuerte, con guarnición permanente, la vida no fue fácil. Dependían de Canarias hasta para el agua de beber y estaban constreñidos entre los muros y unos seiscientos metros más allá. Era un centro de comercio de los saharauis con los españoles y de apoyo a los pesqueros canarios. En 1904 llegó a tomar posesión del mando de la pequeña unidad Francisco Bens Argandoña. Un militar nacido en Cuba que, al perder España la isla caribeña, prefirió ese destino aislado y difícil al que se adaptó perfectamente. Bens llevó a cabo una política de aproximación a los naturales del país que fue lenta y difícil. En 1910 consiguió llegar hasta el límite de la Mauritania francesa. Las fronteras entre el territorio español y el francés estaban delimitadas desde 1900, pero los españoles apenas podían reconocer lo suyo. En 1913 acompañó a Enrique D’Almonte para levantar el mapa del Sahara. En 1916 llegó a Cabo Juby (Tarfaya), que era la zona sur del Protectorado español de Marruecos, y que pasaría más tarde a llamarse Villa Bens en su honor. Los aeródromos construidos en Villa Cisneros y en Cabo Juby fueron muy importantes para las comunicaciones aéreas españolas y francesas, ya que los aviones galos hacían escala en sus viajes hacia las colonias de Senegal, Camerún y el Congo. Más tarde también con América, esas estancias las cuenta Antoine de Saint-Exupéry en Correo del sur (1928) y Tierra de hombres (1939).
Casa del gobernador español de La Güera, hacia 1935

Casa del gobernador español de La Güera, hacia 1935

En 1920 Bens ocupó Cabo Blanco y empezó la construcción de lo que sería el poblado español de La Güera, eminentemente militar. Sus buenas relaciones con los pobladores nómadas que obedecían entonces a El Hiba y el Sultán Azul, los hijos de Ma el Aainin, le llevaron a pactar la ocupación de Ifni, aunque el Gobierno le obligó a abortar su intento porque no había todavía acuerdo con Francia y en África cualquier adquisición de un territorio necesitaba la aquiescencia de otras potencias coloniales.
Bens fue relevado de su puesto de gobernador en 1925 al ascender a coronel, ya que era un puesto de teniente coronel. Pareció una excusa para quitarlo del lugar en el que llevaba ya muchos años, quizás el Gobierno prefirió una nueva visión de las cosas. Pero Bens fue un hombre modesto que con pocos medios y una gran capacidad de observación fue capaz de llevar a cabo una obra basada en el entendimiento, el pacto y la persuasión.
El general Bens publicó en 1947 Mis memorias. 22 años en el desierto, un libro que sabe a poco porque 222 páginas son escasas para una experiencia tan rica. Pero se completan, para dar una visión de los primeros tiempos del territorio, con los relatos de sus expediciones iniciales recogidos en dos opúsculos: España en el África Occidental (Las Palmas 1907) y Por segunda vez España en el África Occidental (Melilla 1911).
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