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Enigma

Máquina codificadora eléctrica Enigma

Descifrando códigos y matando jerarcas

La habilidad con que Reino Unido y Estados Unidos utilizaron la tecnología para resolver los problemas de la guerra global estuvo entre las principales razones por las que sus adversarios libraron una lucha desigual

Todos los líderes durante la Segunda Guerra Mundial se habían convertido en objetivos de la exterminación. Por eso Hitler y Stalin, paradigmas de la voluntad de poder de Nietzsche, no abandonaban sus lugares de trabajo. Churchill asumía más riesgos. Después de la Conferencia Arcadia de Washington, en diciembre de 1941, regresó el inglés en un hidroavión Boeing que casi resulta derribado dos veces, primero por los antiaéreos alemanes de Brest y, después, por los propios aviones Hurricanes británicos. «Cometí una temeridad», reconoció Churchill. El mismo mes de abril en que Washington planeaba el asesinato de Yamamoto, cinco cazas alemanes derribaron, a 200 millas de La Coruña, un avión británico procedente de Lisboa, creyendo que Churchill estaba a bordo; en realidad, mataron al actor cinematográfico Leslie Howard en labores diplomáticas probritánicas.

En la primavera de 1943, los estadounidenses decidieron matar al almirante Isoroku Yamamoto, jefe de la Flota Imperial nipona. Presumían de disponer de superioridad moral para justificar el asesinato. No eran los únicos. La diferencia era que, del lado de los aliados, existía supremacía técnica. Los movimientos de Yamamoto eran seguidos por los descifradores de códigos estadounidenses, que ya habían desvelado el código diplomático japonés en 1940. Absolutamente en la inopia, Kazuki Kamejana, jefe de la Sección Cables de Japón, afirmaba que eso era «humanamente imposible» y Japón continuó subestimando la capacidad técnica de los aliados para descifrar códigos.

El 13 de abril de 1943, el almirante Yamamoto inició una gira para inspeccionar las defensas niponas de la isla Salomón. Su plan de vuelo fue transmitido por radio; dado que la oficina imperial de comunicaciones se ufanaba de que «el código comenzó a ser aplicado el 1 de abril y no es posible descifrarlo». En realidad, los norteamericanos lo habían hecho al día siguiente. El derribo del avión de Yamamoto fue aprobado personalmente por el presidente Roosevelt. Después de destruido el aparato y su tripulación, informaron al almirante William Halsey, comandante en jefe del teatro de operaciones del Pacífico Sur: «Allá va la comadreja». Halsey se mostró abatido: «¿Qué tiene de bueno esto? Yo abrigué la esperanza de obligar a ese canalla a transitar encadenado por la avenida Pennsylvania».

La habilidad con que Reino Unido y Estados Unidos utilizaron la tecnología avanzada para resolver los problemas de la guerra global estuvo entre las principales razones por las que los alemanes y los japoneses, a pesar de su bravura y brío, libraron una lucha desigual a partir de 1942.

Los británicos habían sido los principales descifradores de códigos durante medio siglo. La «sala 40», en el antiguo edificio del Almirantazgo de Whitehall, ya a principios de 1917 había descifrado un telegrama de Arthur Zimmermann, del que ya hablamos en El Debate. La inteligencia británica, presente en la historia desde el siglo XVI, fue un aspecto de la defensa que se descuidó entre las guerras.

Los alemanes

Los alemanes también se mostraron activos en ese campo. Interceptaron y descifraron las comunicaciones telefónicas transatlánticas entre Londres y Washington. Oían las conversaciones de Roosevelt y Churchill, aunque eran demasiado discretas para aportar mucho. Descifraron algunos códigos rusos y de los agregados militares norteamericanos en El Cairo. El general Rommel, el zorro del desierto, aprovechó bien los resultados. Pero cambiaron el código en 1942 y en adelante no les fue posible descifrarlo. Tampoco pudo el III Reich repetir el éxito de principios de la guerra con los códigos navales británicos. A partir de mediados de 1942, las comunicaciones anglonorteamericanas tuvieron un grado sensato de seguridad.

Máquina Enigma a bordo de un Sd.KFz 251 de Heinz Guderian

Máquina Enigma a bordo de un Sd.KFz 251 de Heinz GuderianWikimedia Commons

En Alemania, la Wehrmacht había adoptado la máquina codificadora eléctrica Enigma, en 1926, y la Kriegsmarine hizo lo propio dos años más tarde. Se sentían seguros con la invulnerabilidad de su sistema codificador. Desconocían que la inteligencia polaca había reconstruido la máquina Enigma y, en julio de 1939, entregaron una a Londres y otra a París. Para más inri, el 7 de mayo de 1941 la Armada inglesa apresó un barco meteorológico alemán, provisto de equipos y códigos de cifrado, y el submarino U-110 fue capturado, dos días después, también con una máquina Enigma, un libro de códigos, un manual de operaciones y otros datos.

Ultra

La base de inteligencia de la guerra más eficiente, dirigida desde Bletchley Park, en Buckinghamshire, producía información que era conocida como la Ultra. En ella trabajaban matemáticos, entre ellos Alan Turing, criptógrafos, ajedrecistas y fanáticos de los crucigramas. La Ultra jugó un papel fundamental ya en 1940, cuando contribuyó a ganar la batalla aérea de Inglaterra. También el descifrado del código alemán Tritón, en marzo de 1943, decidió la batalla del Atlántico, pues los submarinos U-Boot alemanes emitían señales, confiados en la seguridad de sus comunicaciones, y el descifrado del código permitió a los Aliados destruir también las naves nodrizas que suministraban diésel y torpedos a los «lobos grises». Estos logros facilitaron la hegemonía aliada en el Atlántico desde 1943; esto fue transcendental, pues el submarino era el arma principal de la marina de guerra alemana.

La Ultra, como se denominó a la información generada por los expertos, continuó siendo secreta hasta 1974. Algunos detalles fueron confidenciales hasta los años 80 a causa de su importancia en las operaciones para romper los códigos soviéticos. Muchas de las intercepciones obtenidas con la Ultra siguen sin hacer públicas. Quizá nunca sea posible evaluar toda su importancia en la guerra contra el Eje, primero, y contra la URSS, después.

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