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29 de marzo de 2024

Soldados republicanos y Guardias de Asalto combaten en Barcelona durante la sublevación

Soldados republicanos y Guardias de Asalto combaten en Barcelona durante la sublevación

Julio de 1936: el fracaso del golpe y el convoy de la victoria

El levantamiento pretendía ser un rápido golpe de Estado, pero el gobierno retuvo el control de la mayor parte del país

En cuatro días de julio de 1936, del 17 al 20, el alzamiento contra el gobierno del Frente Popular había triunfado en Marruecos, Canarias, la ciudad de Sevilla y los ámbitos de las 5ª, 6ª y 7ª Divisiones estaban controlados, en mayor o menor medida, por los rebeldes. Sin embargo, el movimiento fracasó en las grandes urbes y en dos ciudades estratégicas: Madrid y Barcelona.
En la capital catalana, cabecera de la 4ª División, la Jefatura de Policía había informado al gobierno autónomo sobre un golpe de Estado en el que intervendrían militares y falangistas. Ante la pasividad de la Generalidad, los sindicatos, en especial los anarquistas de la CNT, se prepararon para resistir. La acción armada de los Guardias de Asalto y de los ácratas, con su líder Buenaventura Durruti al frente, impidieron que los rebeldes tomasen sus objetivos, aunque el factor decisivo fue el apoyo al Gobierno catalanista por parte de la Guardia Civil mandada por el coronel Escobar.
En los tiroteos, durante el asalto al cuartel de las Atarazanas, muere el dirigente anarquista Francisco Ascaso a las pocas horas de ser iniciado el levantamiento militar, al recibir un balazo en la frente. Las fuerzas gubernamentales sometieron a los sediciosos. Cuando el general Goded llegó de Baleares fue consciente del fracaso. Sus oficiales fueron asesinados por los milicianos, el general Goded será fusilado al mes siguiente.
El desconcierto gubernamental sobre lo que estaba ocurriendo en el norte de África era absoluto. El presidente Azaña ordenó la disolución de las unidades militares rebeldes y el licenciamiento de las tropas. No le obedecieron. En menos de 24 horas dimiten dos jefes del Gobierno de la República: a las 22.00 horas del 18 de julio deja el cargo Casares-Quiroga, quien había ordenado la detención de varios jefes y oficiales sospechosos y puso en alerta a las fuerzas de seguridad. Manuel Azaña encarga la formación de un nuevo Ejecutivo a Diego Martínez Barrio, que al no conseguir un acuerdo con los militares alzados contra el Gobierno del Frente Popular renuncia el día 19 a las 8.00 horas. Finalmente, forma Gobierno José Giral, que ordena, tal y como habían solicitado socialistas y comunistas, armar a las milicias izquierdistas. Para ello necesita los miles de cerrojos de fusiles que se guardan en el Cuartel de la Montaña, pero su responsable, el general Fanjul, se había declarado en rebeldía y no los entregaba recibiendo el apoyo de grupos falangistas madrileños. El edificio fue atacado con artillería y aviación y rápidamente sometido. La mayoría de sus defensores fueron fusilados tras rendirse.
El general Franco fue consciente de la urgencia de transportar a las tropas de África para reforzar a los sublevados en la Península que estaban fracasando. En una reunión, convocada en las dependencias del aeródromo marroquí, surgió la idea de traer desde el aeródromo de Tetuán a la Península a parte del Ejército de África. Para ello se usaron tres trimotores Fokker F-VII y un bimotor Douglas DC-2 procedente de las Líneas Aéreas Postales Españolas. El 20 de julio se realizó el primer puente aéreo de la historia militar. Los vuelos comenzaron ese día entre los aeródromos de Sania Ramel (Tetuán) y de Tablada (Sevilla), fueron cuatro vuelos que transportaron a 64 legionarios y regulares; de la 5ª Bandera y del 3º Tabor, pero el enorme efecto moral y propagandístico fue evidente para todos; mientras dos hidroaviones Dornier «Wal» volaban entre los puertos de Ceuta y Algeciras. Así llegaron a la Península las 4ª y 5ª Banderas del Tercio, lo que supone 120 legionarios diarios.
El plan de cruce naval del estrecho de Gibraltar era audaz, pues los africanistas solo contaban como escolta del convoy con un cañonero, un guardacostas y un torpedero, frente a un acorazado, dos cruceros, siete destructores, cinco submarinos y algunos patrulleros gubernativos.
Los rebeldes escogieron el 5 de agosto para el cruce. Embarcaron 1.200 legionarios y 400 regulares, con 100 toneladas de explosivos y municiones. El general Kindelán ordenó el apoyo aéreo del convoy con una veintena de viejos aviones. La Armada gubernamental atacó los barcos insurrectos y fracasó, pudiendo las tropas de África desembarcar a sus soldados veteranos en Algeciras. Fue el principio del fin para el Gobierno del Frente Popular.
Ese 20 de julio, el Abc de Sevilla saluda el pronunciamiento del general Queipo de Llano, que dicta sus primeras instrucciones para mantener el orden. Queipo niega que el alzamiento se haya producido para nombrar a Martínez Barrio presidente del Gobierno, al que desobedece por considerarlo tan faccioso como el anterior.
También ese mismo día, desde Burgos, el general Emilio Mola envía a Tetuán el siguiente radiograma dirigido al general Franco a las 9:30 de la noche: «Guarniciones norte de España pertenecientes a la Quinta, Sexta y Séptima Divisiones, informadas elevado espíritu patriótico y secundadas con entusiasmo y eficacia por población civil en sagrada misión salvar a España, se mantienen con orgullosa actitud y envían a las fuerzas que con el mismo entusiasmo participan Movimiento Andalucía, efusivo y cariñoso saludo convencidos de su próximo triunfo final. Contrariamente, noticias absolutamente falsas radiadas desde Madrid, estas fuerzas dominan situación reinando casi absoluta tranquilidad. Fuerzas motorizadas, equipos móviles se dirigen rápidamente a Madrid desde Zaragoza, Pamplona, Logroño, Burgos y Valladolid, secundando movimiento convergente columnas Algeciras y Málaga. Esta es la única verdad, Viva España. Viva la República». Emilio Mola.
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