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08 de mayo de 2024

Monumento Nacional de Escocia

Monumento Nacional de EscociaColin / Wikimedia Commons

Picotazos de historia

El fracasado proyecto del 'Partenón escocés': un monumento nacional inacabado

Se propuso la construcción de un monumento que conmemorase a los caídos durante las guerras napoleónicas

En 1816 la Royal Highland and Agricultural Society of Scotland, dignísima institución que velaba por el desarrollo y educación del pueblo escocés, propuso la construcción de un monumento que conmemorase a los caídos durante las guerras napoleónicas. La idea cuajó entre los notables y el pueblo escocés y empezaron a trabajar en sacar adelante el proyecto. Primero eligieron el lugar donde se alzaría. En este punto hubo poco problema y pronto se decidió, como mejor emplazamiento, Carlton Hill: una colina que se alza al este de la ciudad de Edimburgo.
Lo siguiente fue más complicado y dio lugar a encendidos debates: ¿qué construir? Todos querían aportar su idea, cada una más grandiosa y fantástica que la anterior. Poco a poco fue tomando fuerza un proyecto concebido y defendido por Thomas Bruce, séptimo conde de Elgin. Este individuo es principalmente conocido por haber enviado a Inglaterra una gran colección de esculturas, relieves, metopas, etc, procedentes del Partenón, el Erecteion, el templo de Atenea Niké y los Propileos. ¡Vamos que dejó Atenas en paños menores! Lugar donde su nombre es apasionadamente maldecido a día de hoy.

La idea era reproducir el Partenón y me gustaría puntualizarles eso: construir un edificio con las medidas exactas del edificio original

Elgin defendía la idea de levantar una copia del Partenón y adornarlo con motivos de las guerras napoleónicas y de la historia de Escocia. En 1822 se creó una Real Asociación de Contribuidores con el objeto de recaudar fondos para lo que ya todos llamaban «el Monumento Nacional de Escocia». Se calculó –muy conservadoramente– el costo total en unas 42.000 libras de la época pero, tras dos años de recolectas y peticiones, apenas se alcanzó la cifra de 16.000 libras y una vaga promesa del parlamento del Reino Unido de financiar con 10.000 más. En modo alguno la realidad enfrió los ánimos e inmediatamente encargaron la realización de las obras a una empresa escocesa que ostentaba el apropiado nombre comercial de William Wallace e Hijos.
Como mencioné antes la idea era reproducir el Partenón y me gustaría puntualizarles eso: construir un edificio con las medidas exactas del edificio original. Teniendo en cuenta la grandiosidad del proyecto, lo conservador del presupuesto calculado y la cantidad recaudada, no extrañará a nadie que la construcción se tuviera que abandonar en 1829 por falta de fondos. Y así se quedó. El resultado de los esfuerzos, donaciones y sacrificios económicos había dado, exactamente, para levantar una docena de columnas, parte del estilóbato (basamento de la columnata) y el arquitrabe que descansaba sobre las columnas.

Hoy lo enseñan con orgullo y buen humor, riéndose de sí mismos, y con socarronería responden a cualquier comentario que Edimburgo estaba considerada, desde hace mucho tiempo, la Atenas del Norte

Como se pueden imaginar las críticas, chistes y bromas, de diferente ingenio y gusto, llovieron sobre los miembros de la comisión, responsables de la obra y sobre lo que todo el mundo llamaba «Monumento Nacional». A lo largo del siglo XIX y XX se presentaron infinidad de proyectos para completarlo o para darle una función concreta: todos ellos sin resultado alguno. A día de hoy siguen sin saber qué hacer con él. En el año 2008 se aprobó un presupuesto para la restauración y consolidación de la incompleta obra y es que los habitantes de Edimburgo –los que más se rieron del asunto– no quieren que se complete ni se deteriore. El fallido monumento a calado en sus corazones con un aire melancólico tan del gusto de esas tierras. Se han encariñado con él y lo han hecho suyo. Hoy lo enseñan con orgullo y buen humor, riéndose de sí mismos, y con socarronería responden a cualquier comentario que Edimburgo estaba considerada, desde hace mucho tiempo, la Atenas del Norte.
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