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Fuerte de Navidad

Fuerte de Navidad

Así fue la primera Navidad en América con Colón: naufragio, alianza y un fuerte

La primera Navidad celebrada en América no tuvo banquetes ni villancicos. En 1492, tras el naufragio de la Santa María, Colón vivió en La Española una noche decisiva marcada por la ayuda indígena y el nacimiento del primer fuerte europeo en el Nuevo Mundo

La Navidad suele asociarse a mesas compartidas, reuniones familiares y celebraciones repetidas año tras año. Sin embargo, la primera Navidad celebrada en América poco tuvo que ver con esa imagen de calma y abundancia. Se vivió lejos de España, en un contexto de incertidumbre y tras uno de los episodios más dramáticos del primer viaje de Cristóbal Colón.

Aquel 25 de diciembre de 1492 quedó recogido en el diario de navegación que el almirante escribió para los Reyes Católicos, un testimonio excepcional que permite asomarse, en primera persona, a cómo se desarrollaron aquellos días decisivos en el Nuevo Mundo.

Como es bien sabido, el primer viaje de Cristóbal Colón comenzó el 3 de agosto de 1492, cuando tres naves —la Santa María, la Pinta y la Niña— zarparon del puerto de Palos de la Frontera rumbo a occidente. Tras la larga travesía atlántica, el 12 de octubre alcanzaron una isla que Colón bautizó como San Salvador, la actual Guanahaní, iniciando así una serie de contactos con las poblaciones indígenas del Caribe.

Desde allí, la expedición continuó su recorrido por distintas islas hasta llegar, a comienzos de diciembre, a la isla de La Española, hoy compartida por Haití y República Dominicana. Fue en este territorio donde, tras varios encuentros previos con los habitantes locales, se desarrolló el episodio que marcaría de forma decisiva aquella primera Navidad americana.

Lejos de cualquier celebración planificada, los acontecimientos se precipitaron la noche del 24 de diciembre de 1492. Según relata el diario de a bordo, la Santa María, la nave capitaneada por el propio Cristóbal Colón y la más grande de la expedición, encalló en un banco de arena en la costa norte de la isla.

Tras días de intensa exploración, Colón se había retirado a descansar con la intención de entrevistarse al día siguiente con el cacique de la región, Guacanagarí. La embarcación quedó al mando de un grumete poco experimentado y, en unas aguas aparentemente tranquilas, no se advirtió a tiempo la proximidad del banco de arena. Pese a los esfuerzos de la tripulación, resultó imposible liberar la nave, que quedó definitivamente perdida.

A pesar de la gravedad del accidente, el propio Colón subraya en su relato que no hubo víctimas y que se logró salvar gran parte de la mercancía.

Sin embargo, lo que más le impresionó no fue tanto el naufragio como la reacción inmediata de la población local. El cacique Guacanagarí y los habitantes de la zona acudieron sin demora en ayuda de los españoles: colaboraron en el rescate de los bienes, custodiaron lo salvado y ofrecieron alimento, refugio y protección a la tripulación.

El almirante describe cómo, abatido por la pérdida de la nave, fue consolado por el rey local y por su gente, que pusieron sus recursos al servicio de los recién llegados con una generosidad que le sorprendió profundamente.

Gracias a esta ayuda, y aprovechando los restos de la Santa María, Colón decidió levantar en aquel lugar un pequeño asentamiento fortificado, naciendo así el Fuerte de Navidad.

Se trató del primer asentamiento europeo en América y quedó habitado por 39 hombres españoles que permanecieron allí bajo la protección del cacique Guacanagarí mientras Colón emprendía el viaje de regreso a la Península.

Aquel enclave, surgido en un momento de dificultad extrema y sostenido gracias a la colaboración indígena, representa uno de los primeros ejemplos de convivencia y cooperación entre europeos y poblaciones americanas.

Este episodio, a menudo relegado a un segundo plano en los relatos generales sobre la llegada de los españoles a América, contrasta con la imagen simplificada de un proceso definido únicamente por la violencia y el enfrentamiento, tal y como lo ha transmitido tradicionalmente la leyenda negra.

El diario de Cristóbal Colón muestra que los primeros contactos incluyeron también gestos de ayuda mutua, respeto y entendimiento.

La primera Navidad en América no fue un acto de conquista ni de imposición, sino un encuentro humano nacido de la adversidad, en el que dos pueblos muy distintos encontraron una forma de colaboración.

Para comprender estos acontecimientos, resulta fundamental acudir directamente a las palabras que el propio Colón dejó por escrito en su diario de navegación. En él ofrece una mirada directa a cómo se vivieron aquellos primeros días y a cómo el almirante interpretó la actitud de los habitantes de La Española.

Recreación de la llegada de Colón por Theodor de Bry

Recreación de la llegada de Colón por Theodor de Bry

Sus anotaciones reflejan el profundo impacto que le causó la generosidad recibida y la imagen positiva que quiso transmitir a los Reyes Católicos sobre aquellas tierras y sus gentes.

Frente a visiones reduccionistas que presentan el primer contacto únicamente desde el conflicto, este relato permite entender cómo fue vivido y comprendido por uno de sus protagonistas.

Para cerrar este episodio, basta atender a las propias palabras de Cristóbal Colón, quien dejó constancia de su admiración por los habitantes de la isla y por el trato recibido en aquellos días decisivos. Así lo escribió en su diario de navegación:

«Toda la gente de aquí son de amor y sin codicia, y convenibles para toda cosa. Y certifico a Vuestras Altezas que en el mundo creo que no hay mejor gente ni mejor tierra. Ellos aman a sus prójimos como a sí mismos y tienen un habla la más dulce del mundo, y mansa y siempre con risa.

​Ellos andan desnudos, hombres y mujeres, como sus madres los parieron. Crean Vuestras Altezas que entre sí tienen costumbres muy buenas.

​Y el rey es de muy maravilloso estado, de una cierta manera tan continente que es placer de verlo todo. Y la memoria que tienen y todo quieren ver y preguntan qué es y para qué».
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