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29 de abril de 2024

Supervivientes del asedio de Tayabas

Supervivientes del asedio de TayabasFundación Museo Naval

Picotazos de historia

La aguerrida defensa española de Tayabas en 1898: los olvidados últimos de Filipinas

El 7 de junio atacaron la población de Lipa, heroicamente defendida por un coronel y doscientos soldados prácticamente hasta el final. A primeros del mes de junio se empezaron a concentrar las tropas tagalas en torno a la ciudad de Tayabas

El 15 de febrero de 1898, a las 21:40 horas, el acorazado norteamercano USS Maine saltó por los aires en el puerto de la Habana, iniciándose así la Guerra hispano-norteamericana. En ese tiempo, de la totalidad las Islas Filipinas comprendidas bajo el gobierno de España, que venían a sumar unas siete mil islas, España no tenía medios ni efectivos para guarnicionar debidamente todas ellas. Se calcula que en 1898 había unos cien mil soldados en las Filipinas, contando entre tropas peninsulares y autóctonas. La principal isla era Luzón, donde se encontraba la capital, Manila. La isla de Luzón está dividida en provincias. Tayabas –hoy Quezón– era una de ellas.
Cuando se inició la guerra la provincia de Tayabas estaba bajo el mando del comandante Don Joaquín Pacheco Yangüas, quien hacía las funciones de jefe militar y gobernador civil. Para el desempeño de su labor contaba con una fuerza de 411 hombres –entre oficiales y soldados–, de los cuales una cuarta parte eran tropas autóctonas y, además, están repartidos, en diferentes puestos, a lo largo y ancho de la provincia.
Una postal de Miguel Malvar

Una postal de Miguel Malvar

En marzo, los líderes revolucionarios independentistas del Katipunan, desembarcaron con abundancia de armamento, munición y cañones krupp. Miguel Malvar, el más capaz –militarmente hablando– de los líderes filipinos, recibió el encargo de crear un ejército en el sur de Luzón e iniciar una campaña hasta Manila. En mayo las tropas de Malvar estaban en Batanga, al sur de Manila y al noroeste de Tayabas. El 7 de junio atacaron la población de Lipa, heroicamente defendida por un coronel y doscientos soldados prácticamente hasta el final. A primeros del mes de junio se empezaron a concentrar las tropas tagalas en torno a la ciudad de Tayabas.
El comandante Pacheco organizó la defensa en torno a los edificios del Gobierno Civil, el Tribunal, la cárcel y el convento, todos ellos edificios sólidos con gruesos muros. Se cavaron trincheras de aproximación que unieran los diferentes edificios, tanto para el apoyo como para evacuación si fuera necesario. Pero la principal preocupación fueron los alimentos, de los que estaban bastante escasos y de los que no habían podido aprovisionarse pues la población civil , con ese olfato hacía el peligro, había desaparecido llevándose cuanto comestible había en los alrededores.
El primer ataque fue el día 8 de junio contra los edificios del Gobierno Civil y la cárcel, que se consiguió rechazar tras varias horas de combate, en el que se alcanzó el «cuerpo a cuerpo», o como se decía entonces «se luchó a degüello». Durante los siguientes días se repitieron los ataques para comprobar el estado de las defensas. Durante esos días desertaron 43 soldados locales y cinco españoles, todos se llevaron el arma y la munición asignada.

Mientras los sitiadores eran cada vez más fuertes y numerosos, más escasos eran los medios de los defensores y más escasa era la guarnición

En esas primeras semanas se combatió, principalmente, entre el Gobierno Civil y la cárcel. Las tropas sitiadoras iban reuniendo artillería y emplazándola para batir con más eficacia los gruesos muros. Mientras los sitiadores eran cada vez más fuertes y numerosos, más escasos eran los medios de los defensores y más escasa era la guarnición.
El mes de julio pasó entre ataques y contraataques en los que fue herido el comandante Pacheco, que en ningún momento delegó el mando. Se procedió a matar a todos los caballos y mulas que hubiera en la ciudad, posteriormente la orden se amplió a los perros, gatos y ratas. Cuando la ración diaria se redujo a dos puñados de arroz sin sal, una rata entre varios podía ser un festín. Las municiones escaseaban peligrosamente y se dio orden de solo disparar sobre seguro. Había que ahorrar munición.
El día 16 de agosto el comandante Pacheco reunió a todos los oficiales bajo su mando y procedió a exponerles la situación. Las municiones estaban a punto de agotarse; las provisiones eran tan escasas, tan mezquinas las raciones, que habían tenido once muertes por inanición; no había esperanza de recibir refuerzos ni de ser liberados del cerco y, contando con los heridos y los enfermos, las dos terceras partes de la guarnición superviviente no estaba en condiciones de empuñar un fusil.
El general Malvar les concedió honores de guerra y el día 18 de agosto una famélica guarnición desfiló, armas al hombro, mientras el ejército filipino presentaba armas, tras una agujereada pero orgullosa bandera nacional. Entonces no lo sabían pero a su alrededor formaban más de quince mil soldados enemigos, quienes habían sufrido más de mil quinientas bajas y gastado por encima del medio millón de cartuchos, dieciséis cajas de pólvora para cañones y todo el algodón explosivo del que disponían. Para el ejército del general Miguel Malvar Tayabas había sido un hueso muy duro de roer.
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