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04 de mayo de 2024

Calderote (Primera Guerra Carlista) de Augusto Ferrer Dalmau

Calderote (Primera Guerra Carlista) de Augusto Ferrer Dalmau

Carlos V es coronado y empieza la Primera Guerra Carlista

Poco después del fallecimiento de Fernando VII viejos voluntarios destinados a proteger las ideas absolutistas proclamaron en Talavera de la Reina al infante don Carlos como rey legítimo de España. Así el país se dividió entre carlistas e Isabelinos

El inicio de la I Guerra Carlista se sitúa, históricamente en el 6 de octubre de 1833, cuando el general Santos Ladrón de Cegama proclamó al infante Carlos María Isidro de Borbón como rey de España con el nombre de Carlos V, en la localidad de Tricio (La Rioja). A partir de ese momento y, hasta 1839 los partidarios de este se enfrentaron a los de Isabel II. Aunque el Carlismo estuvo a punto de ganar la guerra en la llamada Expedición Real, circunstancias ajenas a las dos dinastías declinaron la balanza a favor de Isabel II. El hecho clave fue Espartero. Hasta la llegada de este Isabel II no tenía ningún apoyo y quería cederle el trono a su tío. Con Espartero tuvo a su lado a un militar fuerte, que la apoyaba y decidió no renunciar al trono.
Carlos María Isidro de Borbón y de Borbón-Parma nació en Aranjuez el 29 de marzo de 1788. Era el segundo hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma. Fiel súbdito de su hermano Fernando VII, lo acompañó a Bayona a entrevistarse con Napoleón. Firmó la renuncia, junto a su padre y hermano, a sus derechos dinásticos en mayo de 1808. Estuvo prisionero en Valençay hasta 1814. Persona tímida y muy religiosa, durante todos estos años prefirió estar en un segundo plano y conservar las tradiciones que siempre le habían sido propias a la Familia Real Española.
Carlos María Isidro de Borbón. Hermano de Fernando VII y pretendiente carlista al trono de España

Carlos María Isidro de Borbón. Hermano de Fernando VII y pretendiente carlista al trono de España

En 1816 se casó con su prima la infanta María Francisca de Braganza, hija del Juan VI de Portugal y de Carlota Joaquina de Borbón, su hermana. El matrimonio tuvo a Carlos, Fernando y Juan. Al morir esta se casó con María Teresa de Braganza, princesa de Beira, hermana de su anterior esposa. Cuando regresaron a España, después de la guerra de Independencia, apoyó a su hermano cuando decidió abolir las Cortes y la Constitución de Cádiz. Fue nombrado presidente del Consejo de Estado, del Consejo de Guerra y de la Junta Suprema de Caballería.
Aquellos años fueron convulsos. Los seguidores de Fernando VII se dividieron en dos grupos. Uno conocido como reformistas y el otro como ultrarrealista. Los primeros defendían una serie de reformas que cambiaran la dinámica y la crisis que estaba sufriendo España como consecuencia de la guerra con Francia. Los segundos eran contrarios a cualquier cosa que viniera de los liberales y los ilustrados. Este segundo grupo se acercó a la figura del infante Carlos, al considerar que defendía la monarquía tradicional, el papel de la Iglesia y sus ideas políticas y económicas. Este grupo es el que se levantó en armas, en 1833, pasando a denominarse Carlismo.
La relación de Carlos María Isidro de Borbón con Fernando VII se vio rota como consecuencia de la boda de éste con su sobrina, María Cristina de Borbón, el 11 de diciembre de 1829. De ese matrimonio nacieron Isabel y María Luisa. Antes de este matrimonio Fernando VII no había tenido descendencia. Por lo tanto, Carlos de Borbón Braganza, conocido como conde de Montemolín y sobrino de Fernando VII, fue recibido con todos los honores de Príncipe de Asturias. Según la ley, a la muerte de Fernando VII, heredaría el trono de España Carlos María Isidro de Borbón.
Al nacer estas niñas, María Cristina quiso que la mayor, Isabel, heredara el trono de España, contra todo derecho. En 1830 se publicó la Pragmática Sanción, anulando la ley semisálica y volviendo a la ley de las Partidas de Alfonso X de Castilla. Carlos V y su familia tuvieron que huir a Portugal, el 18 de marzo de 1833. Estando en Lisboa supieron del fallecimiento de Fernando VII, 29 de septiembre de 1833 y la proclamación de Isabel II como reina de España. Con relación a la estancia de Carlos V en Portugal, Mariano José de Larra escribió un artículo satírico que, entre otras cosas, decía…
«Yo Don Carlos V, por la gracia del Reverendísimo padre Vaca y del Excelentísimo señor Cuadrado, Emperador de etc. etc. (aquí los reinos todos). Sin entrar en razones quiero y mando que queden suprimidos los carabineros de costas y fronteras, y se reorganice el antiguo resguardo; quedando todos los fondos a disposición del Excelentísimo señor Cuadrado. –Yo el Emperador–. Al ministro de la Guerra Cuadrado». Y por el pronto será del resguardo el señor vasallo que está presente, encargado por ahora, y hasta que haya más, de obedecer las órdenes del Gobierno.
De Portugal la Familia Real embarcó dirección a Aldea Gallega, donde llegaron el primero de junio de 1834. De ahí tomaron un barco, el Donegal, mandado por el capitán Pushave, que los condujo hacia Inglaterra. Llegaron al puerto de Portsmouth el 16 de junio de 1834. Allí permanecieron dos días pues, la embajada española puso dificultades para que se instalaran allí. Una vez allanadas las dificultades, Carlos V y su familia pudieron desembarcar y se alojaron en esa ciudad. De ahí se trasladaron a Gosport.
Mientras la Familia Real estaba en Gosport, Carlos V regresó a España, a través de Francia, para apoyar a los fieles que se habían levantado en armas. En Inglaterra murió María Francisca de Braganza, 4 de setiembre de 1834. El 2 de febrero de 1838 Carlos V se casó, en segundas nupcias, con la hermana de su mujer, María Teresa de Braganza, Princesa de Beira. La boda se llevó a cabo en Alemania por poderes, conferido al marqués de Ovando Leída. La ratificación del matrimonio se produjo el 20 de octubre de 1838 en Azcoitia. Hasta allí viajó la Princesa de Beira con el conde de Montemolín y los infantes Fernando y Juan.
En 1839, como consecuencia del convenio de Vergara, la Familia Real tuvo que abandonar España. La Primera Guerra Carlista había finalizado y, desgraciadamente, no había supuesto la victoria de Carlos V. Al atravesar la frontera, según cuenta la historia, las autoridades francesas le pidieron la espada al Príncipe de Asturias, el conde de Montemolín. Este les contestó a los gendarmes que «esto no, los príncipes españoles jamás entregan su espada».
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