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04 de mayo de 2024

El sargento Basallo, tras ser liberado de Axdir

El sargento Basallo, tras ser liberado de AxdirReal Academia de la Historia

Picotazos de historia

El sargento Basallo, un hombre sencillo y bueno en medio del horror de Annual

En julio de 1921 se encontraba con su unidad, bajo las órdenes del Teniente Coronel Silverio Araujo Torres, en la posición de Dar Quebdani cuando les rodearon numerosas fuerzas cabileñas durante lo que se conocería como «el desastre de Annual»

Francisco Basallo Becerra (1892 – 1985) nació en la ciudad de Córdoba. Con 18 años decidió sentar plaza de soldado como voluntario en el regimiento Soria número 9 que estaba acantonado en Sevilla. Trasladado a Marruecos, participó en diferentes operaciones recibiendo alabanzas de sus superiores. Nuevamente, fue trasladado, esta vez al regimiento Melilla n.º 59 con el grado de sargento. En julio de 1921 se encontraba con su unidad, bajo las órdenes del Teniente Coronel Silverio Araujo Torres, en la posición de Dar Quebdani cuando fueron rodeados por numerosas fuerzas cabileñas durante lo que se conocería como «el desastre de Annual».
La posición no era defendible debido a la carencia de agua y, tras dos días de asedio, el teniente Coronel, tras recibir garantías sobre las vidas de sus soldados, decidió rendirse. Los rifeños, tras la entrega del armamento por parte de los españoles, asesinan a la guarnición. Entre los pocos supervivientes está el sargento Basallo.
Un día, durante su cautiverio, fue a ver a un médico español para que le tratase de las molestias que tenía por una rozadura de bala. Ante el dantesco espectáculo que vio en el improvisado hospital se avergonzó de lo nimio de su herida. Tras haber presenciado aquel sufrimiento fue incapaz de revelar la verdadera razón que allí le había llevado, en vez de ello afirmó presentarse voluntario para ayudar.
El sargento Basallo aprendió cuanto pudo del teniente Médico Fernando Serrano. Cuando éste falleció por tifus, en julio de 1922, continuó instruyéndose con los manuales médicos que encontró y por medio de correspondencia con los médicos de Alhucemas. Su labor humanitaria le ganó ascendiente entre sus captores –también ayudó a curar, con los escasos medios de los que disponía a la población autóctona– lo que aprovechó para proteger al personal civil capturado, con riesgo de su propia vida.

Se jugó la vida pasando información en clave sobre las fuerzas de Abd el Krim, lo que le valió ser azotado con cuerdas mojadas

Entre otros, evitó que la joven Carmen Úbeda fuera vendida en el zoco como esclava. Organizó un grupo con la función de localizar, enterrar y tratar de identificar los cadáveres insepultos de sus compañeros. Enterraron a más de seiscientos. Tras la triste y humanitaria labor escribía a las familias y/o autoridades comunicando la filiación y el lugar de enterramiento. También se jugó la vida pasando información en clave sobre las fuerzas de Abd el Krim, lo que le valió ser azotado con cuerdas mojadas. Intentó una huida, que fracasó, y le llevó a pasar una temporada encadenado junto al general Felipe Navarro.
Durante el año y medio que estuvo prisionero, sufriendo privaciones, malos tratos y vejaciones, llevó un exhaustivo registro de los auxilios que prestó en los diferentes campamentos en los que estuvo. En total consignó 695 asistencias por enfermedad, 3.728 inyecciones y 477 operaciones practicadas por motivos diversos.
Oficiales españoles hechos prisioneros tras el Desastre de Annual: de izquierda a derecha, coronel Araujo, general Felipe Navarro, teniente coronel Manuel López Gómez, teniente coronel Eduardo Pérez Ortiz y comandante de caballería José Gómez Zaragoza, embarcados de vuelta a Melilla tras poner fin a su cautiverio

Oficiales españoles hechos prisioneros tras el Desastre de Annual: de izquierda a derecha, coronel Araujo, general Felipe Navarro, teniente coronel Manuel López Gómez, teniente coronel Eduardo Pérez Ortiz y comandante de caballería José Gómez Zaragoza, embarcados de vuelta a Melilla tras poner fin a su cautiverio

En enero de 1923, junto con otros 330 prisioneros, fue liberado gracias a las gestiones –y el dinero que pagó en rescate– el empresario Horacio Echevarrieta. A su regreso trajo con él multitud de documentos y de encargos encomendados por moribundos y compañeros de infortunios. Reintegrado a la vida civil, contrajo matrimonio y llevó una vida sencilla y anónima.
Recientemente su nieto, el periodista Alfonso Basallo, ha publicado un libro en el que honra la memoria de su abuelo y lo muestra como fue: un hombre valiente, bueno, que se creció y sacó lo mejor de sí mismo por ayudar a los demás. La esencia y el tuétano de esta patria nuestra, llena de anónimos héroes que, sin alharaca alguna, hacen lo que se debe hacer y sacan adelante a la familia y al país. En ellos confío, pues son muchos más, frente a aquellos que encabezan los titulares de las noticias diarias.
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