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28 de abril de 2024

José María de Murga y Mugartegui

José María de Murga y MugarteguiWikimedia Commons

Desertores, presidiarios y desheredados: los «renegados» en Marruecos que describió el Moro Vizcaíno en su obra

Los renegados eran españoles que abandonaron el cristianismo para convertirse al islam y vivir en Marruecos como la gente del país

José María de Murga y Mugártegui nació en Bilbao en 1827. Fue un militar español que había participado en la guerra carlista y que, en excedencia del ejército, acudió como observador en la Guerra de Crimea. Sin embargo, no pudo combatir en la Guerra de África en 1859 y esto le dejó cierta decepción. A su espíritu viajero le atraía el país magrebí. Abandonó el ejército con la idea de hacer viajes y se marchó a Tánger y Tetuán en 1863, después Larache, Alcazarquivir, Mequinez, Fez, Salé, Rabat y Fedala (Mohammedia). Trabajó en Marruecos, conoció el país y la lengua que había estudiado previamente en París.

Atraído por el país magrebí

Se hizo llamar el Hach Mohamed el Bagdady. Con este bagaje sintió la necesidad de contar lo visto y vivido, publicando su libro Recuerdos marroquíes del Moro vizcaíno (Bilbao, 1868). Libro que se reeditaría en 1913 como entregas de la revista África; después en 1994 por Bilbao Bizkaia Kutxa y, el último hasta ahora, en 2013 en edición de Federico Verástegui (Miraguano).
Como político, fue diputado general de Vizcaya en 1870. Se trataba de un hombre liberal que también participó en la defensa de Bilbao en 1874. Había iniciado un segundo viaje a Marruecos en 1873, pero tuvo que regresar pronto por enfermedad. Cuando estaba en Cádiz en 1876 dispuesto a hacer su tercer recorrido marroquí, falleció.
Fernández Duro publicó los primeros datos sobre el personaje en 1877. Después, Javier Ibarra y Bergé en su libro El moro vizcaíno (1944) y José María de Murga y Mugártegui en El moro vizcaíno. Cuna solar, linaje, vida y aventura del mayorazgo vasco y heroico mílite (Vizcaya, 1969). A lo que habría que añadir la breve biografía publicada en 1955 por Domingo Manfredi Cano en Temas españoles.
Cuando Murga acudió a Marruecos, el país ya no era tan hostil a los extranjeros. Las ciudades que él visitó ya tenían población europea, entre ellos misioneros franciscanos. Por tanto, no fue uno de aquellos osados que arriesgaban la vida por llegar a lugares prohibidos. Fue algo más que un turista, un apasionado del país y un observador de una forma de vida que entonces era muy distinta de la española y llamaba la atención de los burgueses que leían revistas ilustradas y libros de viajes.

Españoles que abandonaron el cristianismo

El libro de Murga contiene observaciones interesantes sobre historia, política, religión y razas en el país, y algunas comparaciones con los españoles. Noticias que siguen siendo de utilidad para los estudiosos que tratan de investigar sobre el estado del país. No es un libro único, otras obras nacionales y extranjeras también trataban la cuestión. Lo realmente original y curioso de la obra de Murga es su relato sobre los renegados, que ocupa la primera parte del libro.
Un café árabe (acuarela sobre papel), obra de Giuseppe Signorini

Un café árabe (acuarela sobre papel), obra de Giuseppe Signorini

Los renegados eran españoles que abandonaron el cristianismo para convertirse al islam y vivir en Marruecos como la gente del país. Unos eran desertores del ejército, otros presidiarios huidos de Ceuta o Melilla, otros desheredados de la fortuna que encontraron una oportunidad. La conversión era la manera de asegurarse la libertad y tranquilidad en el país, puesto que a los cristianos solían devolverlos a los presidios para cobrar la recompensa.
En esa época Murga tuvo la fortuna de conocer y tratar a algunos de ellos. En su libro, escrito con buen humor, los llama una familia próxima a extinguirse y que no fue descrita por Buffon. Entre los renegados había una minoría que vivía muy próxima al sultán que confiaba en ellos, precisamente por no ser marroquíes. Formaban parte de la guardia pretoriana o, si tenían conocimientos militares, se integraban en los regimientos marroquíes, especialmente en la artillería. Pero, en general, no gozaban de buena posición y se limitaban a cultivar una huerta, ser vendedores ambulantes o actuar como empleados de comerciantes.
No tiene Murga una buena opinión de los renegados que, según él, aprovechaban algunos conocimientos superficiales para ejercer cualquier oficio, incluido el de médico. No era extraño que acabaran en los calabozos y que, a la larga, anhelaran regresar a España y volver a ser otra vez garbanzos, que era el término que usaban para los españoles.
Se extrañaba el viajero de que muchos de ellos desertaron cuando les quedaba poco tiempo de servicio militar, sin causa aparente, teniendo modos de vida en su tierra y rehusando después el indulto que les permitía volver. Prefirieron seguir viviendo a su manera, anárquicos o raros. Las exigencias religiosas del islam eran muy pocas en esa época y lugar. No tenían necesariamente que hacerse la circuncisión, ni acudían regularmente a la mezquita, ni conocían las oraciones. Pero debían someterse a los usos sociales de integración en sociedades muy cerradas.

Buscador de lo distinto

Murga, en el fondo, tanto al hablar de los marroquíes como de los renegados, buscaba la diferencia. Como suele ser habitual, la diferencia es comparativa y Murga estaba encantado de descubrir un pueblo que estaba más atrasado que el español. Una posibilidad de saltar hacia atrás y establecer comparaciones con lo que pasó en Europa dos o tres siglos antes. Murga era un exotista, un buscador de situaciones pintorescas y distintas. No significa esto que no admirara el país y que, después de su primer viaje en 1863, no albergara cierta nostalgia de lo que había conocido y que le impulsó a volver.

Para Murga, los renegados eran una punta de lanza española en el corazón del Imperio magrebí

Murga es el antecedente de un tipo de viajero posterior, abundante en la manera colonial, lleno de prejuicios eurocentristas, que recorría los países con cierto distanciamiento y señalando solo lo que le llamaba la atención, es decir, lo distinto.
Pero en Murga habitaba también una especial sensibilidad para comprender las consecuencias políticas que se podían extraer de las observaciones. Era una época en la que las ideas coloniales ya estaban surgiendo con fuerza. Para Murga, los renegados eran una punta de lanza española en el corazón del Imperio magrebí. Una ayuda si se sabía aprovechar. Pero la historia impuso el acuerdo internacional y no el esfuerzo nacional.
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