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03 de mayo de 2024

'La muerte de Sócrates' (1787) de Jacques-Louis David

'La muerte de Sócrates' (1787) de Jacques-Louis David

Picotazos de historia

Cuando Sócrates fue condenado a muerte

«Sócrates comete el delito de no reconocer a los dioses en que cree la ciudad...También delinque corrompiendo a los jóvenes. Se solicita la pena de muerte», reza el texto de la acusación al filósofo

Era el año 399 antes de Jesucristo en la polis griega de Atenas. Un ciudadano de pleno derecho de la polis estaba siendo conducido a juicio. Conocemos el texto de la acusación, pues ha llegado a nosotros: «Presente denuncia bajo juramento Meleto, hijo de Meleto, de la demo de Pitto, acusando a Sócrates, hijo de Sofronisco, de la demo de Alópece: Sócrates comete el delito de no reconocer a los dioses en que cree la ciudad...También delinque corrompiendo a los jóvenes. Se solicita la pena de muerte».
El acusador era un autor bastante mediocre, prácticamente desconocido, sirvió como mero instrumento de dos políticos de Atenas: Ánito y Licón. Sócrates era una molestia constante para la facción en la que militaban ambos políticos, crítico con las tradiciones de la polis y –¡horror!– amigo del traidor y desterrado Alcibiades. Además tuvo por discípulo a Critias, quien pocos años antes lideró un gobierno oligárquico compuesto por treinta magistrados y conocidos como el Gobierno de los Treinta Tiranos.
El militar ateniense Alcibíades y Sócrates

El militar ateniense Alcibíades y Sócrates

Sócrates se presentó ante un jurado popular, acusado por el demagogo partido demócrata de Atenas de «Asebeia» (impiedad). Se eligió un jurado compuesto por 501 ciudadanos ( ni mujeres ni metecos, extranjeros residentes en Atenas, ni esclavos). Las fuentes primarias que tenemos sobre el juicio son la Apología de Sócrates frente al jurado de Jenofonte y la Tetralogía de los diálogos socráticos de Platón: Eutifrón, Apología de Sócrates, Critón y Fedón.
El sofista Polícrates, contemporáneo de los hechos, nos describe el discurso de acusación del político demócrata Ánito. Este presentó una descripción de las actividades políticas de Sócrates, en violación con la ley de amnistía que se proclamó en los acuerdos de reconciliación posterior al gobierno de los Treinta Tiranos y que se decretó en el 402 antes de Jesucristo.

El reo sería condenado por 280 votos contra 221. Asombrado por lo ajustado del resultado Sócrates tomó a burla la condena pidiendo que se le recompensara por su actuación con respecto a su ciudad

Tras la acusación formal, el arconte (funcionario de alto rango) consideró que había causa para abrir un proceso contra Sócrates. El reo sería condenado por 280 votos contra 221. Asombrado por lo ajustado del resultado Sócrates tomó a burla la condena pidiendo que se le recompensara por su actuación con respecto a su ciudad. Sus bromas no sentaron nada bien a los miembros del jurado –¿buscaba intencionadamente esto?– y el fiscal se negó a aceptar una multa aunque su pago fuera avalado por Platón, Critón, Critóbulo y Apolodoro. El jurado votó y condenó a muerte a Sócrates. Esta vez la diferencia del resultado fue mayor.
Discurso de Sócrates del artista belga Louis Joseph Lebrun, 1867

Discurso de Sócrates del artista belga Louis Joseph Lebrun, 1867

Amigos y familiares alentaron al reo para que se diera a la fuga, algo que también esperaban que hiciera aquellos mismo que habían sido parte de la acusación y habían votado su condena. Sócrates no podía hacerlo. A pesar de considerarse «el tábano de la ciudad», picoteándola con sus molestas preguntas para hacerla reaccionar, siempre había enseñado la obediencia cívica a la ley y el cumplimiento de las obligaciones para con el Estado.
Ahora no iba a dar la espalda a todo lo que creía y había enseñado sólo para alargar unos años la vida de un anciano. Para Sócrates era más importante el poder expresar sus puntos de vista y esa era la mejor manera que tenía de servir a sus conciudadanos, a su ciudad y a la democracia: el expresar en voz alta la verdad.
Por lealtad a la democracia y a su ciudad Sócrates aceptó la copa de cicuta con la que le ofrecieron sus conciudadanos, marcando un hito ético en la cultura occidental: el respeto a la ley por encima de todo. Así se honra al que la pule, perfecciona y la defiende, pues con ello protege a los ciudadanos de abusos e injusticias. Por el contrario se denigra quien la retuerce y desvirtúa buscando el propio interés en detrimento del bien común.
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