Fundado en 1910

09 de mayo de 2024

El escritor y director de 'La Codorniz' Álvaro de Laiglesia posa junto a un ejemplar de la revista

El escritor y director de 'La Codorniz' Álvaro de Laiglesia posa junto a un ejemplar de la revistaEFE

¿De qué podías reírte si leías 'La Codorniz'?

Fundada por Miguel Mihura, la revista satírica dejó una huella imborrable en nuestro país

Con el subtítulo inicial de «Revista de Humor», «La revista más audaz para el lector más inteligente» ocupó durante casi cuarenta años (1941-1978) un lugar importante en la prensa de la época. Igualmente, tuvo una presencia característica en la vida de los españoles, especialmente en la sociedad urbana de aquellos años y, sobre todo, a medida que se hacía mayor.
«La revista más audaz para el lector más inteligente» crecía y aumentaba su popularidad. Tanto que, a partir de 1955 añadió un nuevo subtítulo al previo: «La decana de la prensa humorística», presentándose, en cierto modo, como una autoridad dentro del panorama de la prensa de humor y respaldada ya por más de 10 años experiencia.
No fue única en su género, pero lo parecía. Parecía que el humor lo reunía solo ella en sus 16 páginas impresas en hueco grabado bicolor (negro y rojo) primero y, después, multicolor, de tirada semanal –llegaba a los quioscos los domingos–, con un precio que aumentó de los 60 céntimos a las 45 pesetas, y con una extensa y de calidad nómina de humoristas gráficos españoles.
Portada de 'La Codorniz'

Portada de 'La Codorniz'

En ella colaboraron, pasaron y se fueron, pasaron y se quedaron y/o comenzaron importantes figuras de la literatura, del dibujo, del cine, del humor como Ramón Gómez de la Serna, Conchita Montes, Mercedes Ballesteros, Remedios Orad, Enrique Herreros, Miguel Gila, Antonio Mingote, Serafín, Forges, Summers y un larguísimo etcétera español al que se sumaban los humoristas gráficos extranjeros. Un aspecto este último muy interesante de advertir ya que desde sus inicios (y después en aumento) contó con la presencia de italianos, franceses, estadounidenses –la mayoría procedían de la revista The New Yorker–, alemanes, belgas, portugueses, suecos, holandeses, ingleses y algún danés, noruego, finlandés, rumano, búlgaro, yugoslavo, griego, turco, egipcio y canadiense.
Pero antes del momento en que aquel pequeño pájaro, aunque con ambición de gran ave, alcanzara un vuelo estable y de altura y proporcionara a sus lectores buenos momentos, hagamos una parada en su contexto de creación.

Radiografía humorística

La historia comenzó en plena posguerra. Año 1941 cuando la escasez no solo se vivía en los alimentos y en las necesidades más básicas, sino también en la producción y uso de papel y, por tanto, bajo el condicionante de la autorización por parte de la Dirección General de Prensa de una nueva publicación –o no– cuya temática también se examinaba previamente.
En aquellos primeros momentos, para una sociedad que acaba de pasar tres años de contienda civil dejando como resultado grandes cantidades de destrucción humana y material, ¿cabía el humor? Parecía frívolo que reírse o evadirse fuera uno de los recursos casi más recientes salidos de aquello. La Codorniz, aunque nueva, tenía antecedentes conceptuales, estilísticos y humorísticos en las revistas de humor de los años 20-30 del siglo XX como Buen Humor, Muchas Gracias, Gutiérrez y La Ametralladora, donde se utilizaba un humor absurdo, disparatado, abstracto, surrealista y juguetón, característico de la corriente literaria del Humor Nuevo.
Pasados unos años comenzó a girar hacia un humor ligado al presente y la realidad. Se observan, así, dos codornices: la del humor festivo durante la dirección de Miguel Mihura (1941-1944) y la del humor concreto y crítico a partir de la dirección de Álvaro de Laiglesia y continuado con Manuel Summers y Carlos Luis Álvarez Cándido (1944-1978).
A grandes rasgos y desde un punto de vista general a lo largo de su existencia, La Codorniz se reía de todo o de todo un poco y dentro de su contexto histórico y de los límites y el concepto de humor de su presente, pues, por propia experiencia, sabemos que el chiste y la diversión están ligados a aspectos sociológicos de cada momento. Se reía también dentro de un contexto de prensa en el que, hasta 1965, se aplicaba la censura previa recogida en la Ley de Prensa de 1938.
Sus lectores se podían reír de temas políticos, geopolíticos, económicos, culturales y sobre todo sociales. De asuntos tan normales y cotidianos como las relaciones familiares y de otros con mayor tinte crítico como asuntos laborales, la imagen estereotipada de España, la situación y la vida en los pueblos, la mendicidad en la ciudad, los tipos y clases sociales y las desigualdades entre ellas o el choque entre las viejas y nuevas mentalidades.
En total fueron 1.898 números en los que se produjo una evolución estilística y de contenido en el humor gráfico y también en la aparición de secciones escritas cuyos títulos resultaban –y siguen resultando–, divertidamente elocuentes: ¡No!, crítica de la vida, La cárcel de papel, La Comisaria de Papel, Medalla a las Birrias Artes, Deportes hasta en la sopa, El dedo en la llaga, Donde no hay publicidad resplandece la verdad, Vámonos al cuerno o Tiemble después de haber reído.
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