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Juana De Arco de Albert Lynch

Juana De Arco de Albert Lynch

Juana de Arco, la doncella con armadura que puso en jaque a Inglaterra

Una joven campesina se presentó ante el heredero al trono francés guiada por sus visiones divinas, convencida de que llevaría a su ejército a la victoria. Fue condenada a morir en la hoguera, y siglos después, en Francia es venerada como Santa Patrona

Siglo XV. Inglaterra y Francia llevaban años sumidas en una guerra que pasaría a ser conocida como la de los Cien Años. En efecto, durante más de un siglo, ambos reinos se enfrentaron por varios conflictos dinásticos, que comenzaron cuando Isabel, hija del rey de Francia, fue saltada en la línea de sucesión en favor de un primo suyo. El rey de Inglaterra, hijo de Isabel, hizo valer sus derechos sobre el trono, desencadenando un enfrentamiento que arrasó los campos de Francia durante décadas.

En la aldea de Domrémy, las tropas inglesas habían saqueado las cosechas y robado el ganado. Una joven campesina de dieciséis años, de nombre Juana, comenzó a tener visiones en las que el arcángel Miguel le instaba a liberar Francia de los invasores. Santa Margarita y santa Catalina, jóvenes de fuerte voluntad que sufrieron martirio, también se le aparecieron y le pidieron que siguiera su ejemplo. Juana hizo voto de mantenerse célibe, y fue a buscar al heredero al trono, el delfín Carlos.

Las cosas no andaban bien para el delfín Carlos. Francia estaba dividida en dos bandos desde que el poderoso duque de Borgoña había ordenado el asesinato del duque de Orleans. Los partidarios de Orleans, en venganza, acabaron con el duque, cuyo sucesor acusa al heredero al trono, el delfín Carlos, de estar detrás de su muerte, cuestionando que fuera hijo legítimo del rey. Dado que los borgoñones controlaban la ciudad de Reims, donde los reyes de Francia tradicionalmente se coronaban, a la muerte de su padre el delfín no podía consolidarse como rey.

En Francia una profecía sobre una virgen armada que liberaría el país, y pronto campesinos y soldados comenzaron a aclamarla como su salvadora

El tío de Juana llevó a la joven ante el comandante de la guarnición más cercana, que inicialmente la ignoró. Sin embargo, existía en Francia una profecía sobre una virgen armada que liberaría el país, y pronto campesinos y soldados comenzaron a aclamarla como su salvadora. El comandante finalmente accedió a llevarla ante el delfín en Chinon, y le prestó ropas de hombre para que pasara desapercibida en el camino. Juana vistió de este modo el resto de su vida.

Juana de Arco en la coronación de Carlos VII, por Jean-Auguste-Dominique Ingres, 1854

Juana de Arco en la coronación de Carlos VII, por Jean-Auguste-Dominique Ingres, 1854

Juana causa una honda impresión en el delfín, de veintiséis. Éste encarga a un grupo de teólogos que la examinen, y verifican que su moral y su fe católica eran intachables. La suegra del rey, Violante de Aragón, ordena comprobar que efectivamente es virgen, y el delfín, convencido de que se trata de la doncella de la profecía, encarga una armadura para ella. Aunque no sabía leer ni escribir, mandaba firmar sus cartas como la Pucelle, es decir, «la Doncella».

Juana acompaña al ejército hasta Orleans, donde su presencia levantó los ánimos e infundió moral en los soldados. La ciudad fue tomada, y el ejército avanzó hasta Reims, donde Carlos fue coronado como rey, con Juana ocupando un lugar de honor junto a él. El éxito se repitió en la decisiva batalla de Patay, y los ingleses fueron hostigados en sucesivas victorias a lo largo del Loira.

Aunque la labor de Juana no era dirigir, sino inspirar, con frecuencia los comandantes escuchaban sus órdenes, convencidos del favor divino con el que contaba Juana. Siempre estaba presente donde la lucha era más intensa, recorriendo las filas arengando a los hombres. Incluso cuando en Orleans recibió un flechazo en un hombro, volvió al campo de batalla a cumplir con su cometido.

Sería la criatura más triste del mundo si supiera que no estaba en su graciaJuana de Arco

Sin embargo, la suerte de Juana comenzó a fallar, y tras perder algunas batallas, entre ellas la toma de París, el rey, ya coronado como Carlos VII, se desentendió de ella. El rey quería firmar una tregua con sus enemigos, mientras que la Doncella insistía en seguir combatiéndoles. Finalmente, Juana fue capturada en Borgoña y, tras varios intentos de fuga, fue entregada a los ingleses. No consta que el ingrato Carlos hiciera ningún esfuerzo por liberarla.

La heroína fue sometida a un juicio por herejía. Se le acusó de blasfemia, de tener visiones demoníacas, y de llevar ropas de hombre. Este último crimen, que no deja de ser llamativo, había sido discutido por los teólogos en otras ocasiones. La doctrina instaurada por Tomás de Aquino decía que una mujer sólo podía vestir de hombre para protegerse o si no tuviera alternativa, y el tribunal inglés consideró que Juana cometía herejía por no llevar vestidos. Ella, por su parte rechazó la autoridad del tribunal, aludiendo que sólo rendía cuentas ante Dios.

Captura de Juana de Arco, de Adolphe Alexandre Dillens

Captura de Juana de Arco, de Adolphe Alexandre Dillens

Sus interrogadores se admiraron ante la entereza y prudencia de sus respuestas. Le fue hecha una pregunta capciosa: quisieron saber si se encontraba en la gracia de Dios. De decir que sí, se revelaría como hereje, ya que la doctrina dejaba claro que no podía saberse. Sin embargo, decir que no sería admitir su culpa. La respuesta les desarmó: «Si no lo estoy, que Dios me ponga allí; y si lo estoy, que Dios me mantenga así. Sería la criatura más triste del mundo si supiera que no estaba en su gracia».

Pese a su elocuente defensa, Juana fue condenada a morir en la hoguera en 1431, con diecinueve años. Antes de morir, la Doncella pidió que levantaran un crucifijo ante sus ojos para que fuera su última visión. Su muerte inspiró a los soldados franceses hasta que, dos décadas más tarde, ganaron la sangrienta e interminable guerra.

El rey Carlos, arrepentido, ordenó a los teólogos de la Universidad de París llevar a cabo una investigación sobre el juicio, que finalmente fue declarado fraudulento. La restitución de la memoria de Juana de Arco fue más allá. Durante siglos se celebró un festival en su honor y finalmente, fue canonizada en 1909 por el Papa Benedicto XV. Hoy, es uno de los santos patrones de Francia, y sigue siendo un símbolo de fuerza, de fe, y de inconformismo.

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