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Julio del 36

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Desde la represión religiosa hasta las checas: el terror frentepopulista durante la Guerra Civil

Las represalias que tuvieron lugar en la zona frentepopulista costaron la vida a un número de personas que oscila entre 60.000 y 70.000 y conocieron un grado de crueldad difícilmente parangonable

Con razón se ha dicho que la incidencia de la Guerra Civil Española en la historia del siglo XX no es tanto geopolítica o estratégica como ideológica y cultural. Entre los españoles se manifestó una honda brecha y eso explica que las pérdidas humanas ocasionadas por las consecuencias directas e indirectas de las operaciones militares y por el deterioro de las condiciones de vida no fueran las únicas. A ellas hay que añadir las víctimas causadas por las represalias: asesinatos y ejecuciones se prodigaron en ambas retaguardias y durante los primeros años de la posguerra.

Lo ocurrido no es algo excepcional ni revela un especial apasionamiento de los españoles. Como ha puesto de relieve Stanley G. Payne, se puede hacer una caracterización similar de guerras civiles contemporáneas a gran escala durante este mismo período que se inicia en Rusia y Finlandia durante 1917-1918 y llegó a su fin en 1949. Estos conflictos están relacionados con luchas típicas de la modernidad clásica, con ideologías radicales y con las consecuencias de desastrosos conflictos internacionales.

Actualmente, las investigaciones más rigurosas permiten establecer que las víctimas directas e indirectas de la Guerra Civil se sitúan en torno a las 630.000, incluyendo las debidas a enfermedad, combates y ejecuciones. El exceso de mortalidad por enfermedad se establece en unas 330.000 muertes y corresponderían a causas violentas el resto. Los caídos en acción de guerra han sido generalmente estimados en torno a los 160.000 y la represión habría costado unas 140.000 vidas entre los dos bandos y la posguerra.

Las represalias que tuvieron lugar en la zona frentepopulista costaron la vida a un número de personas que oscila entre 60.000 y 70.000 y conocieron un grado de crueldad difícilmente parangonable.

Además, la responsabilidad por esta violencia en la retaguardia recae de manera directa en los poderes públicos que monopolizaron el poder. Es decir, el terror izquierdista se organizó desde el principio en su doble vertiente: la policial (puesta al servicio del Gobierno, los partidos y los sindicatos) y la militar (ejecutada en un primer momento por las milicias y, posteriormente, desde el propio Ejército Popular). El funcionamiento de las checas y otros organismos semejantes resulta imposible de interpretar si se olvida la existencia en paralelo de un Gobierno y de un proceso revolucionario, así como la pugna entre los protagonistas de éste para determinar cuál de las fuerzas implicadas lograría imponer su hegemonía al resto.

Vista de celdas abiertas de una checa

Vista de celdas abiertas de una checaAntonio Manuel Moral Roncal

Esta última circunstancia determina también un rasgo característico del terror en esta zona que es la violencia sufrida por los propios miembros de las organizaciones izquierdistas. Los comunistas van a asesinar a numerosos anarquistas, miembros del POUM y socialistas menos radicalizados y van a sufrir, a su vez, represalias desde estas facciones.

Cuestiones como la persecución religiosa iniciada en 1931 y que supuso un porcentaje importante de estas víctimas, merecería tratamiento aparte por su abultado número: 4.184 víctimas del clero secular (incluyendo a doce Obispos, el Administrador Apostólico de la diócesis de Orihuela y un centenar de seminaristas), 2.365 religiosos y 283 religiosas; es decir, un total de 6.832 personas consagradas a Dios (según el recuento de Antonio Montero Moreno) junto a miles de seglares muertos por causas directamente derivadas de esta misma persecución religiosa

Podemos, por tanto, concluir que la represión es una manifestación privilegiada del conflicto que conduce a la ruptura de la legalidad ocurrida en la zona frentepopulista, donde muchos de los considerados enemigos de la nueva situación sufrieron la violencia porque no tenían cabida en el nuevo orden revolucionario o eran percibidos en el seno de una retaguardia hostil e insegura.

La eliminación física de los desafectos es la manifestación más brutal de la represión pero habría que completar esta exposición con referencias que solamente podemos enunciar. El mundo de los detenidos en las cárceles y campos de trabajo. Comprobar cómo las represalias se extendieron a otros hombres y mujeres, familiares y parientes próximos de las víctimas o de los considerados desafectos.

La represión de naturaleza socioeconómica mediante incautaciones y otros medios. El control del sistema educativo, la depuración y vigilancia políticoideológica a que fueron sometidos los trabajadores y funcionarios en los distintos niveles de la administración pública. Y la vigilancia de las manifestaciones culturales y de las formas de la vida cotidiana junto con la persecución a que fueron sometidas las prácticas religiosas.

No se debería impedir el debate y la confrontación de ideas en lo que constituye el nudo de la cuestión: la explicación de aquellas muertes. Nadie puede minimizar lo que supuso la violencia desencadenada con ocasión de la Guerra Civil en la zona controlada por el Frente Popular. Creemos que los datos aquí aportados son suficientemente expresivos como para plantear con toda seriedad una cuestión que se pretende trasladar del debate historiográfico a la ofensiva política.

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