Cuando los nazis se hicieron pasar por comunistas para derrotar a Francia
Un producto de la propaganda negra, que suponía un engaño total con usurpación de identidad en muchas ocasiones, se creó la Radio Humanité
Tras estallar la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939 en Europa, los alemanes decidieron apostar por la desinformación para obstaculizar la coordinación de sus enemigos en retaguardia y vanguardia. Para ello utilizaron tanto la prensa escrita como la radio, intentando dar la impresión de que Alemania no deseaba hacer la guerra a Francia, tras la ocupación de Polonia, en el invierno de 1939 a 1940.
Así, intentaron introducir la idea a los franceses de que si no atacaban, los alemanes no lo harían tampoco. Filmaron una película trucada para crear la impresión de que la línea de defensa Sigfrido y todas sus fortificaciones eran una muralla inexpugnable, cuando la realidad era la contraria. En la primavera de 1940, los altos mandos decidieron atacar, por lo que se ordenó que se emitieran noticias falsas de averías de carros de combate y otros vehículos militares en la Selva Negra, dando la impresión de una gran concentración de tropas alemanas en el Alto Rhin.
Entre los instrumentos que utilizaron en la campaña de derrota de los ejércitos franceses en 1940 destacó Radio Humanité, teóricamente controlada por el Partido Comunista Francés. A su aparente veracidad contribuyó su nombre que muchos franceses conocían al ser el mismo que el periódico más importante de ese partido. Sus emisiones siempre fueron acompañadas por la música de La Marsellesa, La Carmagnole –canción de tiempos de la Revolución de 1789– y La Internacional.
Sus comentaristas hicieron circular no solo las anteriores noticias señaladas, sino comentarios derrotistas y desorientadores, comunicados y avisos redactados con el lenguaje propio de revolucionarios soviéticos, para dar la sensación de que el PCF era el único capaz de ofrecer resistencia y controlar la retaguardia. Así, emitieron falsas consignas y órdenes a supuestos grupos comunistas que actuarían en toda la frontera y línea de frente.
Para alentar a los soldados a la deserción del ejército y a los civiles a la no colaboración con las autoridades, favoreciendo el caos en las filas francesa, los comentaristas alemanes intentaron crear hostilidad de la población contra los aliados británicos, el alto mando francés y las «200 familias», término que designaba a la alta burguesía republicana. De esta manera, el 15 de mayo de 1940, radio Humanité emitió: «Nuestros generales prometieron confiadamente a las 200 familias, al comenzar la guerra, que ni un solo soldado alemán pisaría terreno francés. Y he aquí que ayer un ejército alemán alcanzó la orilla derecha del Mosa francés. El pueblo francés, presa del pánico, se encuentra desde ayer en presencia de una cruda verdad».
Sus mensajes incitaron a la huida, al pacifismo, a abandonar la lucha que «solo beneficiaba a la burguesía», para dejar claro que el enemigo no era tanto Alemania como los plutócratas franceses. El 23 de mayo de 1940 se aludió a los «camaradas soldados», invitándolos a rendirse ya que tenían una gran misión proletaria que cumplir. Debían enseñar a los «pobres diablos de los soldados alemanes» que había algo mejor que hacer, en vez de obedecer las órdenes de un tirano y hacer conquistas que ninguna potencia mundial podría conservar, como era la revolución social.
El día 31 de ese mes, la radio realizó una llamada a las francesas: «Mujeres del pueblo, alzaos todas contra la guerra de los banqueros y de los mercaderes de cañones, contra esta guerra que es la más atroz de todas las guerras». Les conminó a manifestarse en todas las ciudades y pueblos, para evitar que sus hombres murieran en el frente, abriendo la vanguardia de la revolución. La «canalla capitalista» no tenía piedad y fusilaba a todo aquel que se negaba a huir del frente, ante el avance imparable del ejército alemán.
Cerca ya de la retirada británica en Dunkerque –a principios del mes de junio de 1940–, las críticas se cebaron en los aliados y en los políticos que huían, como los exiliados gobiernos polaco y el belga, abandonando a la población a su suerte. Era una consecuencia del «régimen burgués» al que había que dejar de apoyar.
Hasta los líderes socialistas «con piel de conejo» cayeron bajo sus críticas, al señalar que León Blum y Paul Faure se darían, sin duda, a la fuga cuando los alemanes llegaran a París. Constituirían un gobierno en el exilio que pronto recibiría dinero del capitalismo estadounidense para mantener «su pequeña agitación tradicional».
Los locutores alemanes animaron a la población a huir, a evacuar las ciudades, fomentando el pánico de esta manera. La huida de grandes masas de población desestabilizaría la organización nacional, provocaría caos en las carreteras, dificultaría las comunicaciones y bloquearía las carreteras más importantes, lo que fue un hecho en muchos lugares. El 21 de junio, Radio Humanité animó a levantar soviets, a desarmar a oficiales y armar al pueblo, encarcelando a los oficiales. Cuatro días más tarde, cerró sus emisiones, pues ya el día 22 se había producido el armisticio de Francia y los ejércitos alemanes habían logrado vengar su derrota de 1918. El engaño había sido un éxito.