
Retrato de Rafael Altamira por Joaquín Sorolla para Hispanic Society of America (1913)
Quién fue Rafael Altamira, el humanista exiliado y candidato al Premio Nobel en dos ocasiones
«Homenajeamos a una grande ilustre figura intelectual en un acto de justicia histórica y reparación, de concordia y reconciliación», expresó el pasado lunes el Rey Felipe VI
Partidario de la causa republicana, dirigió el periódico La Justicia y defendió la incursión de la mujer en las diferentes instituciones y asociaciones de su tiempo. Prueba de ello fue su apoyo a la candidatura de Emilia Pardo Bazán para entrar en la Real Academia Española de la Lengua y la de Concepción Arenal, en su caso para la Academia de las Ciencias Morales y Políticas.
Entre la historia y la utopía educativa
Rafael Altamira, historiador, jurista, pedagogo y humanista nació el 10 de febrero de 1866 en Alicante, en el seno de una familia modesta. Tras cursar sus primeros estudios en su ciudad natal, se trasladó a Valencia, donde se licenció en Derecho en 1886. Sin embargo, su verdadera vocación no era la abogacía, sino la historia y la pedagogía.
En la capital valenciana entró en contacto con el krausismo, corriente filosófica y educativa que surgió en el siglo XIX, inspirada en las ideas del filósofo alemán Karl Christian Friedrich Krause. Este movimiento tuvo una influencia significativa en España y en algunos países de Hispanoamérica, especialmente en el ámbito educativo, político y social.

Altamira y Francisco Giner de los Ríos subiendo de Cercedilla a El Ventorrillo (sierra de Guadarrama, 1914)
Altamira defendía la libertad de pensamiento, la tolerancia y la importancia de la educación como motor de progreso social. Estas ideas, promovidas por pensadores como Julián Sanz del Río y Francisco Giner de los Ríos, influyeron profundamente en su visión del mundo y en su labor posterior como educador e historiador.
La institución libre de enseñanza
En 1887, Altamira se trasladó a Madrid, donde se unió a la Institución Libre de Enseñanza (ILE), un proyecto educativo fundado por Giner de los Ríos que buscaba renovar la educación en España. La ILE era un espacio de libertad intelectual donde se promovía el pensamiento crítico, el respeto a la diversidad de opiniones y la formación integral del individuo.
Aunque la ILE promovía una educación progresista y liberal, su modelo educativo, aunque innovador, no logró extenderse de manera masiva a las clases populares, lo que limitó su impacto social en un país con altos índices de analfabetismo y pobreza. Además, su enfoque en la formación integral del individuo no siempre se adaptaba a las urgencias socioeconómicas del país.

A la hora del recreo (Institución Libre de Enseñanza), obra del fotógrafo Christian Franzen
La labor de Altamira en la ILE no se limitó a la docencia puesto que también se dedicó a la divulgación y publicó numerosos artículos y libros. Entre sus obras más destacadas se encuentra La enseñanza de la historia (1891), un texto en el que abogaba por una enseñanza de la historia que fomentara el espíritu crítico y la comprensión de los procesos sociales.
Sin embargo, su mayor contribución al mundo de la cultura fue su Historia de España y de la civilización española, una obra monumental publicada entre 1900 y 1911. Este trabajo, fruto de años de investigación y reflexión, se convirtió en un referente para el estudio de la historia de España y en un ejemplo de rigor académico y claridad expositiva. En esta obra, Altamira no se limitó a narrar los hechos históricos, sino que buscó comprender las causas profundas de los procesos sociales y culturales que habían configurado la identidad española
Ámbito internacional
Además de su labor como educador, Altamira fue miembro del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya, un organismo internacional creado para resolver conflictos entre naciones de manera pacífica. Este nombramiento fue un reconocimiento a su labor como jurista y a su compromiso con la paz y el diálogo entre los pueblos.
Tras el estallido de la guerra civil española, Altamira fue detenido. Sin embargo, gracias a poseer inmunidad diplomática se le permitió abandonar el país. Primero se fue a La Haya, después pasó por Bayona y por diferentes ciudades en Portugal, donde colaboró con la Universidad de Coímbra. Finalmente se instaló en México, lugar en el que residían sus dos hijas, Pilar y Nela y donde pasó sus últimos años de vida.
Inhumación y legado
En diciembre de 2024, sus restos y los de su mujer, fueron repatriados, ya que Altamira siempre expresó su deseo de reposar en su tierra natal, Alicante. El pasado 10 de febrero de 2025, Su Majestad el Rey Felipe VI asistió al acto de despedida de Altamira en El Campello, afirmando: «Homenajeamos a una grande ilustre figura intelectual en un acto de justicia histórica y reparación, de concordia y reconciliación».
A pesar de sus ideales utópicos, el legado de Rafael Altamira sigue vivo. Como historiador, renovó la manera de entender y enseñar la historia en España. Como pedagogo, luchó por una educación que formara ciudadanos libres y críticos. Y como humanista, dedicó su vida a promover la justicia, la paz y el entendimiento entre los pueblos. En un momento en el que la historia y las humanidades parecen estar en crisis, su ejemplo nos recuerda que el conocimiento no es un lujo, sino una necesidad.