
La familia de Francisco I de las Dos Sicilias
Dinastías y poder
Cuando las nueras mandaban: el poder oculto en la Corte de Carlos IV
Las hijas de Francisco I de las Dos Sicilias tuvieron un poder omnímodo en la Corte española
Las hijas de Francisco I de las Dos Sicilias llegaron a ostentar un poder omnímodo en la Corte española. María Cristina se convirtió en regente en nombre de su hija Isabel II y Luisa Carlota fue un freno a las ansias absolutistas de los sectores próximos al infante Carlos María Isidro.
Otra de sus hermanas, menos conocida para la historia, fue la princesa María Amalia, primera esposa del peculiar infante Sebastián. La más pequeña, María Carolina, estuvo casada con el conde de Montemolín por lo que para los carlista –aunque sólo para ellos– fue reina consorte. ¿No fue prolijo el rey Francisco? Hubo también un varón, el conde de Trapani, cuya candidatura a convertirse en esposo de la joven reina Isabel II desató una crisis política.
Francisco I de las Dos Sicilias podría parecernos un personaje insignificante para la historia sino fuese por la influencia que sus hijas llegaron a tener en la política española. Cierto que él era nieto de la gran emperatriz ilustrada María Teresa de Austria y por tanto sobrino carnal de la decapitada María Antonieta de Francia. Pero la realidad es que apenas fue soberano menos de un lustro. Eso sí, Nápoles tenía su atractivo en el juego de las relaciones internacionales y ahí entraba en liza su numerosa prole femenina. También de interés había resultado su segundo matrimonio en 1802 con María Isabel de Borbón, hija de Carlos IV.

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias retratada por Vicente López
Durante esos siete años, María Cristina ocupó la regencia respaldada por un reformismo que fue dando paso al triunfo del liberalismo en España y a la victoria de las armas isabelinas. Durante ese tiempo, contrajo un segundo matrimonio con Antonio Muñoz, titulado duque de Riansares.
La pareja partió al exilio en 1840 dejando a la joven Isabel al cuidado de preceptores durante la regencia de Espartero. Tras la proclamación de la mayoría de edad de su hija, regresó a España aunque la influencia tan negativa que ejercía en la política desde su Palacio de las Rejas, en el madrileño paseo de Recoletos, la mandó de nuevo fuera de España. Regresó, aunque tras «La Gloriosa» salió definitivamente de España para vivir temporadas en París y otras en la costa de Normandía.
Otra de las hijas de Francisco I fue la princesa Luisa Carlota. Contrajo matrimonio con el menor de los hijos de Carlos IV, el infante Francisco de Paula, el niño que se decía hijo de los amoríos de Godoy con la reina María Luisa de Parma, la «fea» en palabras de Napoleón. Ella fue quien en la memoria colectiva de los españoles ha quedado por propinarle una sonora bofetada al realista Tadeo Calomarde tras cuestionarle su arrogancia mientras Fernando VII agonizaba.
«Manos blancas señora no ofenden», parece que éste le contestó. El carlismo y los apoyos a Carlos María Isidro de Borbón ganaban fuerza día a día. Es, además, la madre del rey consorte Francisco de Asís, «Paco Natillas» para los españoles, el cuestionado esposo de Isabel II. Sobre él acaba de publicarse una documentada biografía, obra de Ricardo Mateos y Jonatan Iglesias en la editorial Almuzara.
No podía faltar el nexo de Nápoles con los Braganza y por ello, también se tuvo en consideración la unión en 1832 de la princesa María Amalia, la tercera de las hijas de Francisco I, con el genuino y muy querido en la corte, Infante Sebastián. Él era hijo de un primer matrimonio de la Princesa de Beira con Pedro Carlos de Borbón. Aunque su madre, ya viuda matrimonió en segundas nupcias con Carlos María Isidro. María Amalia murió joven, en 1857 y no tuvieron hijos. Su viudo se casó poco después con la infanta Cristina de Borbón (apodada la infanta «boba»), hermana del rey consorte.
Para enrevesar más los vínculos familiares, la cuarta de las hijas de Francisco I fue la esposa del conde de Montemolín, primogénito de Carlos María Isidro y conocido para los carlistas como Carlos VI. Se casaron en Caserta en 1850. Ambos fallecieron en Trieste como consecuencia de un brote epidémico.
El hermano menor de tan regias napolitanas fue el conde de Trapani. Su candidatura fue la propuesta por la regente María Cristina para casarse con su hija Isabel. Lo cuentan muy bien Isabel Burdiel, Germán Rueda y José Luis Comellas en sus magníficas biografías de la reina. Pero aquello no prosperó y el conde terminó uniéndose a otra de sus sobrinas, Isabel de Austria. De su descendencia provienen los Caserta, vinculados años después a la Princesa de Asturias, Mercedes de Borbón y Habsburgo.
Los vínculos españoles con Nápoles no sólo se remontan al tiempo anterior a Felipe V. O a la posterior creación del Reino de las Dos Sicilias. La influencia y el poder de esta dinastía trascendió en mucho las fronteras territoriales.