
Isabel, María Francisca y María Teresa de Braganza
Dinastías y poder
Arte, exilio y carlismo: las hermanas Braganza que marcaron el destino de la monarquía española en el siglo XIX
Las tres infantas pertenecían a la casa real portuguesa. Hijas del rey Juan VI de Portugal y de la española Carlota Joaquina de Borbón
Tres, fueron tres, las hermanas destinadas a casarse con los hijos de Carlos IV de Borbón. Isabel, María Francisca y María Teresa, más conocida como princesa de Beira. La primera lo hizo con Fernando VII y a ella se debe la creación del Museo del Prado. María Francisca y María Teresa fueron las esposas del infante Carlos María Isidro, el pretendiente al trono cuyas reclamaciones dinásticas despertaron el fervor del tradicionalismo entre sus huestes.
Tras una primera unión con la intrigante María Francisca, Carlos V se casó con quien era su cuñada y que jugará un papel fundamental en la causa legitimista asumiendo el papel de matriarca de la dinastía exiliada y renovando la significación de legitimidad con su Carta a los españoles de 1864.
Las tres infantas pertenecían a la casa real portuguesa. Hijas del rey Juan VI de Portugal y de la española Carlota Joaquina de Borbón –primogénita de Carlos IV–, nacieron en las residencias reales que los Braganza tenían en las proximidades de Lisboa en los días en los que su abuelo materno, rey de España, confiaba el rumbo de la nación a Manuel Godoy.
En Francia, el general Bonaparte tomaba las riendas del Consulado hasta erigirse amo, señor y emperador de Europa. Ante el embate de los Ejércitos napoleónicos, los Braganza emigraron a Brasil dejando huérfano el trono portugués. María Teresa tenía quince años, Isabel once y ocho María Francisca, la menor. Comenzaban su vida en tierras trasatlánticas mientras su hermano, era proclamado emperador como Pedro I.
Retrato de Fernando VII y Isabel María Francisca, su esposa
Terminada la guerra de Independencia en España se acordó el matrimonio entre Fernando VII, ya viudo de su primera esposa –María Antonia de Nápoles–, y su sobrina Isabel de Braganza. Carlos María Isidro, todavía alejado de las reivindicaciones dinásticas, lo haría con María Francisca. Las infantas embarcaron en las costas brasileñas con dirección a España con escasa dote y muy poco ajuar.
«Fea, pobre y portuguesa» se decía en relación a quien iba a convertirse en reina de España. Unos años después se unió a ellas su hermana mayor, María Teresa, conocida como princesa de Beira por haber sido durante años heredera al trono portugués. Era viuda de Pedro Carlos de Borbón (nieto de Carlos III) con quien había tenido un hijo, el peculiar infante Sebastián.
Las bodas se celebraron por poderes en Cádiz, actuando como testigo el duque del Infantado, miembro destacado de la camarilla de Fernando VII. En España se había restablecido el absolutismo y los diputados liberales que habían participado en las Cortes de Cádiz, marchaban al exilio. Isabel fue una mujer poco agraciada pero culta y afable a quien, en su escaso tiempo como consorte, se deben diferentes iniciativas culturales además de la propuesta de crear una pinacoteca de la categoría del Museo del Prado.
Isabel de Braganza falleció en 1818 tras complicaciones en una gestación. Fernando VII volvía a quedarse viudo y dispuesto a contraer un tercer matrimonio, ahora con María Josefa Amalia de Sajonia, personaje al que ha estudiado María José Rubio en su último libro.
Carlos María Isidro y María Francisca vivían también en la corte madrileña. De esa unión nacieron tres hijos varones, Carlos Luis, conde de Montemolín, Juan y Fernando, lo que garantizaba la sucesión vía masculina mientras Fernando no tuviese descendencia. Durante esos años, en una España que vivía un convulso enfrentamiento entre liberales y absolutistas, se fue gestando un núcleo de simpatizantes entorno a don Carlos como garante de los principios de la monarquía tradicional. En la vecina Portugal, la guerra civil que enfrentaba a miguelistas contra pedristas, la opción realista fue la respaldada por la Princesa de Beira, ya muy influyente en los círculos del tradicionalismo.
Comenzada la guerra carlista en España a la muerte de Fernando VII y tras una breve estancia en Portugal, Carlos María Isidro junto a su esposa, hijos y su cuñada María Teresa embarcaron con dirección a Inglaterra. Tenían ante sí la inquietud de cuál sería la decisión del gobierno británico pues era público el apoyo inglés a la causa isabelina en virtud del Tratado de la Cuádruple Alianza. En Londres, don Carlos rechazó la oferta de acogerse a la pensión ofrecida por su cuñada María Cristina de Nápoles, regente en nombre de su hija la joven reina Isabel: don Carlos no estaba dispuesto a renunciar a lo que consideraba sus derechos legítimos.
María Francisca llegó enferma a Inglaterra a causa de los padecimientos desde su salida de España. Su frágil salud no aguantó más sufrimientos y murió víctima de unas «fiebres malignas» el 4 de septiembre de 1834 cerca de Portsmouth. Don Carlos acababa de unirse a sus tropas en territorio vasco tras entrar en España por la frontera de Francia en julio de 1834. Lo hizo dispuesto a unirse y a liderar a sus partidarios que luchaban en una encarnizada Guerra Civil.

María Teresa de Braganza y Borbón
Cuatro años después de la muerte de María Francisca, en octubre de 1838, don Carlos se casó con la princesa de Beira, hasta entonces su cuñada y que con los años se convertirá en la verdadera renovadora de la ideología carlista dotándola de base doctrinal. La princesa de Beira será un apoyo personal e ideológico fundamental para don Carlos, como bien ha trabajado la profesora Alexandra Wilhelmsen.
Don Carlos, Carlos V para los carlistas, falleció en Trieste en 1855. María Teresa en 1874, sobreviviendo más de cuatro décadas a sus hermanas Braganza.