Miniatura con Solimán I marchando con un ejército en Najicheván (verano de 1554, al fin de la guerra)
Turcos contra persas, una vieja enemistad que aún resuena en Oriente Medio
Durante el siglo XVI, el Imperio otomano y el Imperio safávida protagonizaron una de las rivalidades más intensas del mundo islámico, marcada por una serie de guerras por el control de regiones estratégicas
La rivalidad entre persas y turcos no es de ahora. La lucha abierta entre otomanos y safávidas, en concreto por las ciudades de Tabriz, Bagdad y Basora, tuvo lugar bajo el poder de Solimán el Magnífico. Ambos pueblos y sus dirigentes han combatido por el liderazgo del mundo musulmán y aún rivalizan. Tiene sus antecedentes.
Durante el siglo XVI, el Imperio otomano y el Imperio safávida protagonizaron una de las rivalidades más intensas del mundo islámico, marcada por una serie de guerras por el control de regiones estratégicas como las ya citadas Tabriz, Bagdad y Basora.
El periodo más emblemático de este enfrentamiento armado tuvo lugar de forma intensa durante el reinado de Solimán el Magnífico (1520-1566), quien llevó al Imperio otomano a su máxima expansión y consolidó su posición como uno de los monarcas más poderosos de la historia regional. La disputa era por el dominio de Mesopotamia y el Cáucaso, regiones clave tanto por su riqueza como por su valor simbólico, religioso y estratégico en las rutas comerciales.
Retrato de Solimán en 1530, hecho por Tiziano
La lucha, de carácter territorial, en realidad encontró una motivación religiosa para justificarla, como es el enfrentamiento entre sunníes y chiíes.
La adopción del chiismo duodecimano como religión oficial en Persia (actual Irán) fue impulsada por la dinastía safávida, específicamente bajo el liderazgo del sha Ismail I (1487–1524), fundador del imperio.
La guerra se agravó cuando el sha safávida Tahmasp I ordenó el asesinato del gobernador de Bagdad, que era fiel aliado de Solimán, y el bey (señor) de Bitlis rompió con él y se puso bajo protección persa. Su cambio de bando permitió a los safávidas establecer una cabeza de puente en Anatolia. Esto llevó a Solimán a intervenir militarmente en la región.
En 1534, tras una campaña dirigida inicialmente por el gran visir Ibrahim Pasha, y aunque luego la comandó el propio Solimán, los otomanos capturaron Tabriz, una de las ciudades más importantes del noroeste de Persia. Los safávidas, liderados por Tahmasp I, se retiraron de forma ordenada y adoptaron una estrategia de tierra quemada, quitándose de en medio y dejando que los otomanos avanzaran y se desgastaran en territorio hostil, como haría Stalin en la Segunda Guerra Mundial, donde no podían aprovisionarse. Huyeron del enfrentamiento directo, estrategia que no les dio resultado y el ejército otomano no se debilitó como pretendían los persas.
Los persas habían conquistado Tabriz en 1501, declarándola capital del Imperio safávida. Ismail I declaró el chiismo duodecimano como religión de Estado. Con esta decisión buscaba diferenciarse del Imperio otomano suní e imponer la unidad religiosa en sus territorios.
Ese mismo año, Solimán avanzó hacia Bagdad, ciudad de gran peso histórico y religioso, antigua capital del califato abasí. El sha volvió a evitar el combate, permitiendo que Solimán entrara en Bagdad en diciembre de 1534. La toma de Bagdad consolidó aún más a Solimán como líder del mundo islámico sunní y sucesor de los califas.
Tras la conquista, Bagdad experimentó un periodo de renovada prosperidad bajo dominio otomano, aunque la región siguió siendo escenario de enfrentamientos durante décadas posteriores.
Tras asegurar Bagdad, Solimán dirigió su atención hacia el sur, hacia Basora, la ciudad de Simbad el Marino, importante puerto en el golfo Pérsico. La urbe fue incorporada al Imperio otomano poco después de la caída de Bagdad, fortaleciendo el control otomano sobre las rutas comerciales y marítimas de la región.
El Tratado de Amasya, en 1555, puso fin a años de enfrentamientos y escaramuzas. Otomanos y safávidas firmaron la paz ese año, reconociendo el control otomano sobre Bagdad, Basora y buena parte de Irak, mientras que Persia mantenía Tabriz y el noroeste iraní. Esta tregua estabilizó temporalmente las fronteras y puso fin a una de las fases más intensas del conflicto armado.
Las citadas ciudades, posteriormente iraquíes, siguieron bajo control turco, como todo el Levante, hasta la Primera Guerra Mundial. Tuvo un impacto duradero. La lucha por estas urbes marcó el equilibrio de poder en Oriente Medio durante siglos, y las fronteras delineadas entonces influyeron en la configuración geopolítica de la región hasta la era moderna. Y han llevado a las naciones del área a la guerra en el mundo contemporáneo.
Solimán el Magnífico
Solimán fue un hábil estratega militar y también un gobernante que supo consolidar la administración y el prestigio del Imperio. Su campaña en Oriente Próximo, con la toma de Bagdad, como apuntamos, logró reafirmar su papel hegemónico como defensor del islam sunní y alzarse como heredero legítimo del liderazgo político-religioso de los califas musulmanes. Había vencido a los persas y a los mamelucos egipcios previamente.
La Primera Guerra Mundial y la presión del Imperio británico pondrían fin a la hegemonía turca y darían lugar al nacimiento de Irak, Siria y Palestina, separándolas del Imperio turco e iniciando otra fase histórica que tampoco estuvo libre de sangre y lágrimas.