Grandes gestas españolas
La gesta de la singular supervivencia del mapamundi más importante de la historia
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Durante toda la Edad Media las Rutas de la Seda y las Especias se habían convertido en el nexo más brillante entre Europa y Asia. No solo por el gran intercambio cultural, sino por las enormes riquezas que reportaba el comercio de productos tan exóticos. La caída de Constantinopla en 1453 trajo su cierre y obligó a los europeos a buscar una nueva ruta hacia Oriente.
Esta situación espoleó el conocimiento de los mares y la ampliación del mundo conocido. Los portugueses se lanzaban a buscar un camino por el Sureste y en 1488 doblaban África por el cabo de Buena Esperanza y diez años después Vasco de Gama llegaría a la India.
Castilla lo intentaría por el Oeste en el fascinante viaje de Cristóbal Colón que traspasando el fin del mundo conocido y el mar de las tinieblas llegaría a América en 1492 y demostraría la esfericidad de la tierra.
Carta de De la Cosa
El encargo del mapa
La cartografía de los inicios del siglo XVI está íntimamente ligada a todas estas expediciones navales. En 1500 un navegante, Juan de la Cosa, recibía el encargo del obispo Rodríguez de Fonseca, de realizar un mapa del Nuevo Mundo para informar gráficamente a los Reyes Católicos de los últimos descubrimientos. El obispo era delegado del rey para los asuntos indianos. La Carta estaba destinada a ofrecer una visión global e ilustrada del mundo para diseñar la política naval del país y para su uso como instrumento de navegación. Era un diseño de altos vuelos, muy evidente por tamaño es muy superior al de las Cartas de marear, la ambición dimensional de su contenido geográfico y el gran nivel decorativo.
Fuera como fuera, la valiosa Carta de Juan de la Cosa, el nombre con el que pasaría a la historia, se convirtió en el año 1500 en la primera representación cartográfica de América y hoy es el mapa más importante del patrimonio histórico español.
Juan de la Cosa
Singulares características
Es una Carta manuscrita en colores, de 93 cm de alto por 183 de ancho y está dibujada sobre dos trozos de pergamino de piel de ternera , unidos por el centro, cuya unión pasa por Italia y África. El tamaño es irregular ya que la parte izquierda corresponde al cuello del animal. En ella, De la Cosa refleja los viajes que realizó —los tres con Colón y el de Ojeda—, y los de Vicente Yáñez Pinzón, Juan Caboto y los portugueses Cabral, Bartolomé Díaz y Vasco de Gama. Uno de los puntos más llamativos del mapa es su grado de actualización: refleja la llegada a la India en 1499 y a Brasil en el mismo 1500.
Para destacar el Nuevo Mundo, el mapa emplea dos escalas: una normal para el mundo antiguo o conocido y otra más exagerada para América y el Caribe, donde se distorsionan las distancias y las latitudes.
España y Europa Oriental en la Carta de De la Cosa
Este documento sorprende por muchos motivos: su riqueza de topónimos hasta 1.485 nombres, su detalle en el trazado del continente africano…Pero lo que más destaca es la riqueza de colores y las ilustraciones de inspiración bíblica y legendaria. Junto con el diseño de las costas de continentes e islas, y los rótulos de sus nombres, aparecen seres humanos, animales, monstruos, palacios, templos, banderas o guiones propios de los distintos países.
Las montañas como los Urales o el Himalaya tienen en forma de garra de ave. Aparecen cinco reyes o sultanes de Mauritania, dos de Etiopía, Egipto, País de los Sarracenos. En Sudán, está Babilonia, y el edificio más alto del mapa, es nada menos que la torre de Babel. En Arabia figura la bíblica reina de Saba, y más arriba, los tres Reyes Magos, montados a caballo y no en camello que con sus ofrendas se dirigen al portal de Belén. Entre los monstruos humanoides que habitaban tierras lejanas y desconocidas para los europeos, están un blemio y un cinocéfalo representado uno con cabeza de perro y otro sin cabeza, con ojos y boca en el pecho.
Los Reyes Magos y monarcas exóticos en la Carta
También aparecen los genios de los vientos del Océano: Bóreas (Norte), Céfiro (Oeste), Austro (Sur) y Libonoto (Suroeste), representados como figuras que soplan. Las embarcaciones (naos y carabelas principalmente) no podían faltar, y, finalmente una rosa de los vientos, situada en el Atlántico, en cuyo interior aparecen la Virgen y el Niño Jesús, no podía ser de otra manera siendo una nación fervientemente católica y el catolicismo ser su seña de identidad.
Al mismo tiempo, la Carta muestra una precisión geográfica sorprendente como la ubicación del trópico de Cáncer y el Ecuador, la delimitación de la isla de Cuba o las expediciones castellanas, portuguesas e inglesas en América. No sitúa fronteras, sino banderas para señalar el ámbito de actuaciones.
La línea que separa las posesiones de Castilla y Portugal no es el Tratado de Tordesillas, sino la bula Inter caetera otorgada por Alejandro IV en 1493 que reconocía aún más territorio para los Reyes Católicos.
¿Está claro el autor?
Una de las teorías más sugerentes es que la Carta tiene una falsa atribución. Según sesudos investigadores como Hugo o, Donell Juan de la Cosa, tenía una ingente experiencia como navegante, había viajado más de media docena de veces a las Indias y acompañó a Colón en dos travesías. En el primer viaje como propietario de la nao Santa María conocida como La Gallega por haber sido construida en Pontevedra.
Pero aún así, la competencia científica de De la Cosa no estaba al nivel que muestra el mapa y lo que habría hecho sería un simple bosquejo mudo e incompleto de la parte americana. Juan de la Cosa no podía albergar tanta documentación de primera mano en el breve espacio de tiempo como dispuso para realizarla.
Este bosquejo sería luego completado y enriquecido por el verdadero autor y cartógrafo: Cristóbal Colón.
El mal fario del gran Almirante
Parece que en la Historia, la grandiosa figura de Colón tiene mal fario, lo vemos en la polémica de su majestuosa tumba sevillana cuestionada sin motivo, en que el continente no se llame Colombia sino América por Américo Vespuccio una figura secundaria a su lado, en que haya caído sobre él el peso del indigenismo o que se acepte porque sí un origen genovés indemostrable y se relegue su origen de mayor peso, el hispano. Incluso el cacareado documental reciente que tanto prometía y se quedó casi en un bluff.
La Carta datada en el margen izquierdo en 1500 y está firmada por De la Cosa. La firma solía colocarse debajo de imágenes de la Virgen o Cristo, pero en esta ocasión es la de san Cristóbal. Se ha explicado que era un homenaje a Colón, algo que extraña ya que las relaciones entre Colón y De la Cosa no eran precisamente fluidas. La aparición de este san Cristóbal sería otra prueba de la autoría de Colón, siempre inmerso en el enigma.
Tres siglos en paradero desconocido
La Carta probablemente estuvo en poder de Fonseca hasta su muerte, pero era un documento secreto al que solo podían tener acceso un muy limitado número de personas.
A pesar de su incalculable valor geopolítico, a la Carta se le pierde la pista a partir de 1511. La investigadora Luisa Martín-Merás, especialista en el tema hará un gran estudio de las distintas vicisitudes que vivió el documento y es la fuente de estas líneas.
Nada más se supo de ella durante tres siglos. ¿Estuvo guardada en la Casa de la Contratación de Sevilla? Si fue así pudo ser robada por el cosmógrafo napolitano al Domenico Vigliaurolo que en 1596 huyó a Burdeos con documentación secreta de la navegación al Nuevo Mundo.
El arzobispo testó en Burgos, y murió el 4 de noviembre de 1524 y dejó más de cien piezas cartográficas, entre ellas 52 Cartas de marear, además de mapamundis, globos, esferas, instrumentos de medición.. lo que muestra la pasión del obispo por la cartografía y los asuntos de Indias. Por ello no es extraño que estuviera en su poder hasta su muerte y los herederos podrían haberla vendido. Pero la tesis más sólida une su destino a las tropas napoleónicas.
Expolio francés y la almoneda
Tras la batalla de Gamonal, en la Guerra de la Independencia incendiaron Burgos. Juan Antonio Llorente, famoso afrancesado y bibliófilo, estuvo allí durante el saqueo y podría haberla obtenido como producto de la rapiña habiendo reconocido su valor. Como había firmado la Constitución de Bayona, se fue al exilio con José I y se la llevaría, y en Francia se dedicó a las actividades de compraventa de libros.
Hasta 20 años después no se supo de la pieza. El Barón de Walckenaer, la encontraba cuando buscaba entre libros de viejo en una almoneda, lo que abre la posibilidad de que LLorente allí la vendiera. El barón la mostró en su erudito círculo de amigos y entre ellos estaba Alexander von Humboldt, el científico prusiano, y un fascinante gallego, polifacético y casi un humanista del Renacimiento: Ramón de la Sagra. Pronto instaba al gobierno español que «mande copiar este y todos los mapas españoles de los siglos XV y XVI ya que no pueden ser restituidos a la Patria».
Ramón de la Sagra
En 1837 Ramón de la Sagra, ilustraba su obra «la historia politica y natural de la isla de Cuba» en un mapa titulado: Parte correspondiente a la América de la Carta general de Juan de la Cosa calcada sobre la original y dio a conocer la primera reproducción litográfica facsímil de la Carta completa. Poco después publicaban sendos atlas facsímiles Humboldt, que sería su mayor divulgador y Santarém.
La subasta: Fernández Duro y De la Sagra
En 1853 la biblioteca de Walckenaer fue puesta a la venta por sus herederos. De la Sagra y el agregado naval en París Cesáreo Fernández Duro, también geógrafo e historiador, insistieron ante el Ministerio de Marina de la importancia de que el documento volviera a España. El Ministerio lo trasladó al Gobierno que comisionó a De la Sagra para personarse en la subasta que anunciaba que la Carta de Juan de la Cosa era «el más interesante bosquejo geográfico que nos ha legado la Edad Media».
El interés por la adquisición fue máximo en todas las bibliotecas europeas y americanas, sobre todo de la Biblioteca Nacional de Francia y el Museo Británico. De la Sagra, al ver que el precio iba in crescendo y la orden era no dejarlo escapar, se levantó y dijo «estoy aquí en representación de la reina de España» y la puja se paró. Nadie podría competir.
Cesáreo Fernández Duro
La Carta llega al Museo Naval y polémica servida
Por 4.321 francos, el mapa fue adquirido por el Depósito Hidrográfico. Su director Jorge Lasso de la Vega lo depositó en el Museo Naval, y se expuso en la Sala de Descubrimientos, entelada toda la superficie y reforzadas las partes perdidas. Un panel de madera recubierto de lujosa seda, actuaba como fondo del montaje, y todo iba enmarcado con un marco de roble tallado, con diversos motivos alegóricos y la cabeza de Colón.
Pero pronto empezaron los ataques extranjeros contra esta valiosa pieza del patrimonio español, agarrándose a la forma extraña en que apareció tras cuatro siglos. Críticos radicales, como Guayanilla y Nunn o Roukema pusieron en entredicho la autenticidad de la Carta y otros, alegaban que había sido objeto de correcciones posteriores.
Todo quedó en agua de borrajas. En cuanto a la autenticidad de la Carta un informe ratificó que los pigmentos de la pintura eran los utilizados en su época y la reflectografía infrarroja, fluorescencia ultravioleta y los rayos X confirmaron la homogeneidad de la pintura y que no había ningún repinte posterior. En cuanto a la fecha de su ejecución, el historiador Roberto Barreiro demostraba, con sólidos argumentos, que la insularidad de Cuba no contradecía en absoluto la fecha de la Carta.
1936: La Carta peligra
Desde su llegada al Museo Naval, la pieza solo ha vuelto a abandonar su emplazamiento actual en cuatro ocasiones. La más peligrosa, tuvo lugar en 1936. De forma sorpresiva, la República transfería las competencias del patrimonio artístico y cultural al Ministerio de Hacienda, Negrín creaba la Caja de Reparaciones.
Su objetivo era la requisa de bienes una acción que solo puede explicarse si se contemplaba venderlos. Y en noviembre de 1936, cuando las tropas rebeldes se acercaban a Madrid, Indalecio Prieto, Ministro y del PSOE, muestra un interés especial en la Carta de Juan de la Cosa. Y da una orden personal no escrita a Valentín Balboa de trasladarla a Valencia.
Balboa era un telegrafista ascendido meteóricamente a Subsecretario de Marina, por haber filtrado a la dotación de los buques la noticia de la sublevación que llevaría al asesinato de decenas de marinos. Partirá en un vehículo oficial, el mismo día 5 de noviembre en que el Gobierno escapaba de Madrid. La depositó en el Banco de España, en una caja fuerte, y se llevó un recibo a nombre del propio Prieto.
Prieto y Negrín
¿La Carta robada?
Luisa Martín-Merás cuenta que dos años después el periódico francés Occident daba la noticia del robo de la Carta. Pedía al gobierno español alertar a todos los países de América del Norte, América del Sur y Centroamérica por si apareciera allí. El culpable habría sido Jiménez de Cisneros excapitán de Intendencia de la Marina que se encontraba en Burdeos dispuesto a huir en la flota mercante del gobierno frentepopulista llevándose el mapa. Pero también incluía un testimonio de Cisneros acreditando que era una noticia falsa.
Pero poco después el diario granadino falangista Patria volvía a dar la noticia con este titular: El Mapamundi de Juan de la Cosa, robado por los rojos. El diario explicaba que «el original del célebre Mapa de Juan de la Cosa –quizás el más preciado tesoro del Museo Naval de Madrid– fue sustraído por el auxiliar de Oficinas Jiménez Cisneros y se lo ha llevado a Francia con la intención propia de todo marxista: la de venderlo». Dadas las noticias de la prensa ¿Fue robada y devuelta? ¿ Fue como dicen los cursis una fake news?
El expolio de los bienes nacionales
Lo cierto es que tanto Prieto, que ordenó el traslado de la Carta, como Negrín estuvieron detrás del expolio de dinero, depósitos del Banco de España y del Monte de Piedad, el Monetario de la Casa de la Moneda, o las colecciones únicas de monedas de oro cuya pérdida supuso una verdadera catástrofe para la Numismática nacional. Entre tantos otros objetos artísticos y de culto citaremos los del Papa Luna, de la Capilla Real, Tesoros de la catedral de Tortosa, de Toledo, entre ellos el Portapaz del Cardenal Mendoza, el Broche del Cardenal Cisneros, el Cáliz del Cardenal Fonseca o el famoso manto de las 50.000 perlas de la Virgen del Sagrario.
Ah y de todo esto no se hizo inventario. Y «Si no hicieron inventario era porque no había voluntad de devolver nada».
Estos tesoros dos años después, fueron trasladados a México en el Yate Vita y fundidos en lingotes. Y ya que tanto se habla de la generosidad mexicana, hay que recordar que el robo contó con la connivencia posiblemente con comisión de Lázaro Cárdenas y su gobierno.
Tripulación del yate del Tesoro Vita
La supervivencia de la más valiosa y hermosa
Afortunadamente el Mapamundi sobrevivió. En difíciles circunstancias, pasó Francia hasta la frontera suiza, y después, en tren, hasta Ginebra, donde se depositó en la sede de la Sociedad de Naciones. Con el fin de la guerra, se devolvía el contingente de las piezas históricas al nuevo gobierno español, que procedió urgentemente a enviarlas a Madrid. El pintor gallego Álvarez de Sotomayor acometió la labor con valentía y eficacia cruzando una Europa en guerra.
La Carta naútica más valiosa y tal vez más hermosa de la Tierra que encargó un excelso obispo para los reyes que forjaron la nación española, y ejecutada por un gran navegante cántabro o tal vez por el Almirante que cambió la fisonomía del Planeta, por fin, volvía a casa.