Una persona apaga un cigarrillo en la playa
El médico que descubrió que fumar provocaba cáncer y acabó siendo censurado por decir la verdad
El doctor Richard Doll fue la persona que más estudió la relación entre fumar y el cáncer de pulmón, pero acabó siendo cancelado por grupos antitabaco
Richard Doll (1912–2005) fue hijo de un médico que tuvo que abandonar su profesión y vocación debido a una esclerosis múltiple. Richard decidió seguir sus pasos y estudiar Medicina, una decisión que tomó tras fracasar en el examen de ingreso a la facultad de Matemáticas. Aquel revés no se debió a una falta de conocimientos, sino, según su propia confesión, a la ingesta de un número indeterminado —pero superior a diez— de pintas de cerveza la noche anterior.
Estudió en la facultad del Hospital de Santo Tomás, en Londres, y se licenció justo a tiempo para ser movilizado y no perderse el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Como integrante del Real Cuerpo Médico, adquirió una experiencia intensa y valiosa en escenarios como Dunkerque, Egipto, el norte de África y Normandía. Al terminar la guerra, su pericia en gestión hospitalaria, tratamientos de heridas e investigación le granjeó reconocimiento profesional.
Ingresó en el Hospital Central de Middlesex, donde comenzó investigando el origen de las úlceras pépticas. En 1949 ocurrió un hecho decisivo: fue invitado, junto al epidemiólogo Austin Bradford Hill, a participar en un estudio sobre el cáncer de pulmón. Por entonces, la enfermedad se relacionaba con la polución o con las emanaciones del asfalto, nunca con el tabaco. Fumar —y yo mismo soy un fumador moderado— se consideraba no solo inofensivo, sino incluso beneficioso para la salud. De hecho, en aquel tiempo, Doll fumaba entre cinco y seis cigarrillos diarios, además de dos o tres pipas.
Richard Doll en 2002
Doll y Hill estudiaron durante dos años unos 700 expedientes clínicos de personas con cáncer de pulmón o sospecha de padecerlo. Doll, además de investigador riguroso, poseía una gran capacidad de análisis y conexión entre elementos. Abandonó pronto la hipótesis del asfalto y centró la investigación en un elemento común: el tabaco. De los 649 casos de estudio, solo dos correspondían a personas no fumadoras. El resto eran fumadores empedernidos.
Aunque los resultados no se consideraron concluyentes por el tamaño muestral, Doll tenía claro que estaba en el camino correcto. Lo primero que hizo fue dejar de fumar. Lo segundo, obtener financiación para ampliar la investigación al ámbito nacional. El informe fue presentado en 1954.
El Ministerio de Salud Pública del Reino Unido creó entonces un comité interdepartamental —que incluyó al Ministerio de Economía— para analizar los resultados. Salud Pública remarcó la evidente relación entre el tabaco y el cáncer de pulmón. Economía protestó por la pérdida de ingresos que supondría restringir el comercio del tabaco. Finalmente, se ofreció una rueda de prensa en la que se señaló al tabaco como potencial causa de enfermedades. El mensaje, sin embargo, perdió fuerza cuando el propio ministro compareció fumando.
Durante los años siguientes, Doll y Hill persistieron. En 1957 presentaron un segundo informe aún más contundente, y otro más en 1962. Poco a poco, la evidencia caló entre sus colegas y la sociedad. En la década de 1970 comenzaron a surgir zonas para no fumadores y las grandes compañías tabaqueras iniciaron sus campañas defensivas.
Finalmente, triunfó el sentido común. A Doll se le reconoció como el salvador de millones de vidas. Fue condecorado, premiado y aclamado. Continuó investigando más allá del tabaquismo y sus consecuencias.
El doctor Richard Doll falleció el 24 de julio de 2005. Sin embargo, unos años antes fue víctima de una campaña de acoso —lo que hoy llamaríamos «cancelación»— por parte de redes sociales y activistas antitabaco.
Estos grupos, especialmente activos y agresivos en Estados Unidos, reclamaban leyes cada vez más restrictivas para fumadores, a quienes tachaban de egoístas, insolidarios o incluso antiecológicos. Así lo reflejan numerosos artículos de prensa y obras literarias publicadas entre 1995 y 2010.
¿Cómo es posible que la persona que más hizo por demostrar la relación entre el tabaco y el cáncer fuera atacada por quienes defendían leyes antitabaco?
El detonante fue una entrevista en televisión —no está claro si británica o estadounidense— en la que se le preguntó sobre el fumador pasivo. Doll respondió con una llamada al sentido común: todo dependía de las proporciones. En el salón de su club, si alguien fumaba a cinco metros de distancia, la exposición a sustancias cancerígenas era mínima, sobre todo si se comparaba con el humo de la chimenea. En la calle, el humo de un cigarrillo a varios metros tenía menos impacto que la polución ambiental. En el plató, según dijo, le afectaban más los componentes del perfume del entrevistador que el cigarrillo que fumaba a escondidas un técnico al fondo de la sala.
La intención del doctor era clara: evitar posturas extremas. Pero fue víctima precisamente de ese extremismo. Las redes sociales se llenaron de ataques en su contra. Grupos radicales lo acusaron de defender los intereses de las tabacaleras. Así, quien antes era su héroe fue convertido en blanco de ataques despiadados.