'La visita de la reina de Saba al rey Salomón', óleo sobre lienzo de Edward Poynter.
Picotazos de historia
La fallida expedición británica que intentó desenterrar el tesoro del rey Salomón en Jerusalén
La idea era llevar a cabo prospecciones y catas en el terreno colindante, esperando encontrar túneles y conductos subterráneos que condujeran por debajo de la plataforma hasta alcanzar el punto donde estaba el tesoro
En 1908, un poeta finlandés llamado Valter Henrik Juvelis —doctor en Filosofía, experto en la Cábala, numerología y otras materias exóticas— creyó descubrir un código que permitía desvelar secretos ocultos en la Biblia y en otros textos judíos. Entre los mensajes que desentrañó estaba la ubicación del tesoro del primer templo de Jerusalén (destruido por los babilonios de Nabucodonosor II en el 586 a. C.), el Arca de la Alianza, etc.
Jevelis viajó a Londres en busca de apoyos financieros para una expedición en busca del tesoro del rey Salomón. Así conoció a la persona indicada en un desocupado que sufría de spleen (aburrimiento). Lord Montagu Brownton Parker, hijo del fallecido conde de Morley y hermano del actual, era un militar retirado con el grado de capitán. Recientemente había vuelto de participar en la segunda guerra bóer y su situación actual era de... disponible.
Montagu Parker acogió la idea con gran entusiasmo y echó mano de todas sus conexiones sociales y militares para conseguir fondos para financiar la aventura y voluntarios para participar. Pronto reunió la cifra de 25.000 libras y a varios compañeros del ejército. ¿Arqueólogos e historiadores? Ninguno. ¿Para qué?
Valter Juvelis en Jerusalén, alrededor de 1909
El futuro conde —Montagu acabaría heredando el título y las tierras familiares de su hermano— viajó a Estambul, donde, a cambio de 500 libras en oro y la promesa de compartir los hallazgos al 50 % con el Gobierno de la Sublime Puerta, recibió una autorización muy sui generis para llevar a cabo excavaciones en Jerusalén.
El problema era que Juvelis había identificado el punto de búsqueda en un lugar conocido como el Monte del Templo. Pues bien, en este lugar se encuentra una amplia plataforma de piedra que, según se cree, es el emplazamiento de los dos primeros templos. Juvelis señalaba que había que cavar, ya que el tesoro de Salomón estaba debajo. El problema es que sobre la plataforma se encuentra la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al Aqsa, dos de los lugares más santos para la religión musulmana.
Se intentó una aproximación indirecta: para ello, Montagu adquirió terrenos adyacentes, afirmando que era para la construcción de un hospital. Este argumento y una buena cantidad de oro bajo mano lograron el milagro. Las autoridades locales asignaron al grupo de Montagu al padre dominico y arqueólogo del Museo Nacional Louis-Hugues Vincent, el único arqueólogo y persona con experiencia en excavaciones de toda la expedición Parker.
La idea era llevar a cabo prospecciones y catas en el terreno colindante, esperando encontrar túneles y conductos subterráneos que condujeran por debajo de la plataforma hasta alcanzar el punto donde estaba el tesoro. Se inició la excavación en una zona donde se encontraba el denominado túnel de Ezequías, parte de un antiguo sistema de agua que abastecía a la ciudad de Jerusalén.
Durante los años 1909 y 1910 no encontraron nada de interés para los aventureros; el padre Vincent estaba entusiasmado, levantando planos y dibujos de los túneles descubiertos y de los hallazgos arqueológicos realizados, y los lugareños estaban muy contentos con esos extranjeros que pagaban tan bien y que, además, les habían traído un abundante flujo de agua al barrio. Y es que tanta excavación en el antiguo conducto había conseguido limpiarlo y duplicar el flujo de agua que desembocaba en la llamada piscina de Siloé, de donde se aprovisionaba el distrito de Silwan.
Aunque los resultados, según el padre Vincent, eran de lo más alentadores, para el resto de la expedición resultaban muy deprimentes. Por este motivo, Montagu decidió tomar una vía más directa: sobornó al jeque Khalil al-Zanaf, guardia del Haram al-Sharif (el Noble Santuario), nombre árabe que la comunidad musulmana daba al Monte del Templo.
Los miembros de la expedición (de izquierda a derecha) Robin Duff, Habip Bey, Montagu Parker, Cyril Foley, Hagop Makasdar, Cyril Ward, Abdulaziz Mecdi Effendi, Clarence Wilson
En abril de 1911, durante la celebración musulmana de Nabi Musa —festividad en honor de Moisés—, el jeque se aseguró de que los guardias que protegían el Haram al-Sharif recibieran permiso para participar en los festejos. El equipo de Parker, excepto el padre Vincent —a quien misericordiosamente habían dejado al margen, ya que habría puesto el grito en el cielo y los habría denunciado de inmediato—, empezó las excavaciones en la cámara subterránea conocida como los establos de Salomón, pero tuvo que desistir al dar con unas cisternas que les impedían avanzar.
Parker decidió que había que excavar en la Cúpula de la Roca, exactamente debajo de la roca sagrada o roca fundamental. Esta era la supuesta roca sobre la cual Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac por amor a Dios. Se cree que es el Sancta sanctorum, el lugar más sagrado del antiguo templo. Cuando estaban excavando en tan delicada parte del edificio, uno de los guardianes –existen muchas versiones muy diferentes acerca de los motivos de su regreso– apareció a destiempo y observó a un grupo de infieles, con picos y palas, profanando uno de los sitios más santos del islam. Empezó a chillar como si lo estuvieran degollando y huyó mientras se lamentaba a gritos de la tragedia.
Parker y los integrantes de la excavación huyeron a toda prisa, de la manera más literal, ya que sabían que, si no conseguían salir de Jerusalén lo antes posible, podían ser despedazados por la multitud. De hecho, los tumultos, manifestaciones y llamamientos al exterminio de los profanadores occidentales solo duraron unos días, lo suficiente para que muriera una docena de personas que tuvieron la mala suerte de salir a la calle en el momento equivocado. Las autoridades calmaron los disturbios a un precio relativamente bajo: la pública destitución y desgracia del gobernador de Jerusalén y la destitución y ejecución del jeque Khalil.
Excavación de la expedición Parker en la Ciudad de David; al fondo el muro sur del recinto del Monte del Templo
A nivel internacional, el hecho creó un pequeño escándalo que fue seguido con interés en muchos países. El rumor creció y se acusó al equipo de Parker de haber huido llevándose el Arca de la Alianza y la corona de Salomón, junto con su espada y su anillo.
Al final, el padre Vincent —no me cansaré de repetirlo: la única persona seria en medio de este disparate— publicó, al año siguiente, el libro Jerusalén subterránea. Descubrimiento en la colina de Ofel. Este texto resultó fundamental para demostrar que este lugar era el verdadero emplazamiento de la primitiva ciudad de Jerusalén, la ciudad que construyó David.
En cuanto a Parker, participó y consiguió sobrevivir —lo que no es poco mérito— a ambas guerras mundiales. En 1951, por fallecimiento sin descendencia de su hermano, fue elevado al rango de conde de Morley y par del Reino. Dignidades y tierras que disfrutó hasta 1962, año en que cedió todo a su sobrino, hijo de su hermano menor, por motivo de defunción propia.