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Abdicación de Napoleón en Fontainebleau, por Paul Delaroche (1845)

Abdicación de Napoleón en Fontainebleau, por Paul Delaroche (1845)

Así saqueó el ejército prusiano el tesoro de Napoleón tras su derrota en Waterloo

El emperador francés partió hacia Waterloo escoltado por una carroza «con un millón en oro y doscientos mil francos en plata», además de documentos y objetos personales de gran valor

«Soldados, hoy la coalición que se opone a nosotros quiere la independencia y los derechos más sagrados de Francia. Han iniciado el acto más injusto de agresión: marchemos, pues, al encuentro de ellos; ellos y nosotros, ¿no somos acaso los mismos hombres?», arengó Napoleón Bonaparte a sus tropas antes de lo que acabaría siendo su última derrota.

El 18 de junio de 1815, alrededor de 75.000 hombres del ejército de Napoleón se enfrentaron a las tropas inglesas del duque de Wellington en los campos de Waterloo, en Bélgica. El emperador francés acababa de regresar de su destierro en la isla de Elba y reunió a su ejército para enfrentarse a las potencias aliadas, conocidas como la Séptima Coalición encabezadas por el Reino Unido y Prusia.

Napoleón en Waterloo (detalle de un panorama en el lugar de la batalla)

Napoleón en Waterloo (detalle de un panorama en el lugar de la batalla)

Pero durante los preparativos de esta decisiva batalla, el Gran Corso no solo reunió a sus hombres, sino que también dispuso viajar con una cuantiosa carga de tesoros: según algunos testimonios de época, su hermano José le había entregado diamantes por valor de 800.000 francos, que ordenó guardar en un estuche, junto con un valioso collar de brillantes que su hermana Paulina le había regalado en la isla de Elba en la víspera de su regreso a Francia.

Todo ello se colocó en su carruaje, listo para la partida. Pero no fueron los únicos objetos de valor que el emperador quiso llevar consigo. «[…] El carro del tesoro debe partir mañana. Deseo que se cargue con un millón en oro… Además del millón en oro, colocarás… cien o doscientos mil francos en plata para el servicio corriente… En cuanto al millón en oro, no se deberá tocar más que por decreto mío», escribió Napoleón a su tesorero general Guillaume-Joseph Peyrusse, según recoge el libro 1809-1815. Mémoria et archives de M. le baron Peyrusse.

El carruaje, que tenía que acompañar al emperador francés en su camino hacia la guerra, no estaba lo suficientemente protegido. Tras la derrota en Waterloo, el ejército francés se desintegró y la carroza con aquel gran tesoro quedó expuesta. El primer carruaje del séquito imperial en caer en sus manos fue el que transportaba al ayuda de cámara Marchand, que fue interceptado a unos 14 km al sur del campo de batalla. Allí se produjo un embotellamiento que los saqueadores aprovecharon.

Napoleón Bonaparte con su hermana menor, Paulina Bonaparte

Napoleón Bonaparte con su hermana menor, Paulina Bonaparte

«El enemigo, también bloqueado, saqueaba los últimos vagones; el mío pronto sería presa», recordaría más tarde Marchand en sus Memorias. «Enseguida abrí el neceser, tomé los 300.000 francos en billetes, que coloqué sobre mi pecho, sujetándolos con mi uniforme, y abandoné el resto», continúa su relato.

A nueve kilómetros más al sur, las tropas prusianas se hicieron con el landó imperial. Según algunos informes, Napoleón abordó el landó tras la batalla, pero al ver avanzar a sus enemigos, lo abandonó y huyó a pie. El carro saqueado se entregó al mariscal prusiano Gebhard Leberecht von Blücher, quien lo envió a su castillo de Krieblowitz. Años más tarde, ese mismo landó fue donado al museo del castillo de Malmaison, antigua residencia de Napoleón y Josefina.

Ya entrada la noche, el mayor Von Keller y sus hombres del 15.º regimiento de fusileros se hizo con el botín que encontraron en otro de los vehículos del séquito de Napoleón. En él se encontraron con documentos, varios juegos de llaves y otros objetos de valor.

Mientras la retirada continuaba, al sur, en Charleroi, el comisario del furgón del tesoro se percató del peligro y con la esperanza de asegurar la valiosa carga, decidió distribuirla entre sus leales y los soldados de la escolta, llevándola a la orilla opuesta del río. Allí se repartieron las bolsas de dinero al tiempo que se registraba el nombre de cada soldado, con la cantidad confiada, para en un futuro recuperarlo.

Sin embargo, el caos aumentó al estallar disparos en la retaguardia y aquellos que habían recibido una parte del tesoro imperial tuvo que enfrentarse con quienes querían arrebatarlas. Poco después, muchos de los que llevaban bolsas con oro o dinero fueron capturados por los prusianos y robados en el camino.

Aunque resulta complicado reconstruir con exactitud el inventario completo del convoy imperial, los historiadores han logrado estimar parcialmente la extraordinaria riqueza que fue saqueada o perdida. Según testimonios de la época, el collar de brillantes de Paulina Bonaparte habría alcanzado un valor aproximado de 300.000 francos, mientras que los diamantes de su hermano ascendían a unos 800.000 francos.

A ello se sumaban los 200.000 napoleones de oro transportados en la carroza capturada por el 15.º regimiento de fusileros, así como los 100.000 francos en oro que Marchand no logró recuperar y el millón en oro depositado en el carro del tesoro, tal y como ordenó el propio Napoleón en su carta al tesorero general. Todo ello sumaba una cantidad colosal, superior incluso al fondo logístico destinado a financiar el ejército: no se trataba de un tesoro de campaña, sino de una reserva personal, concebida para hacer frente a un posible golpe de Estado o al saqueo de París.

Además del oro y las joyas, se perdieron numerosos objetos personales de enorme valor simbólico como un neceser de aseo elaborado por el orfebre de la corte Martin Guillaume Biennais; un servicio de té, café y chocolate con el sello imperial; candelabros, cuberterías, un cronómetro de plata, perfumes, botellas de ron, mapas, pistolas, el sello imperial y otros utensilios cotidianos del emperador.

Napoleón dicta sus memorias a Las Cases . Obra de Orchardson (siglo XIX)

Napoleón dicta sus memorias a Las Cases . Obra de Orchardson (siglo XIX)Dominio Público

Tras el saqueo, muchas de estas piezas fueron enviadas a Inglaterra, donde se exhibieron públicamente en enero de 1816 en el museo de Baker Street. La expectación que creó fue tal que incluso algunos periódicos británicos remitieron ejemplares hasta Santa Elena, donde Napoleón, indignado, descubrió que la prensa se burlaba de los detalles más íntimos de su vida, desde las botellas de licor hasta los enseres de tocados que habían acompañado su huida.

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