Cuadro del pintor filipino Telesforo Sucgang que recoge la llegada de Miguel López de Legazpi y fray Andrés de Urdaneta a Filipinas
La historia olvidada de la presencia española en Borneo
Aunque España nunca tuvo una presencia intensa en Borneo, sí dejó una cierta huella en el norte de la isla
Durante siglos, España enseñoreó el Pacífico. Un español, Balboa, fue el primer occidental en contemplarlo desde la costa americana; otro español, Elcano, fue el primero en cruzarlo completamente, completando la primera vuelta al mundo. Españoles fueron los primeros occidentales en avistar tierras australianas (Luis Váez de Torres) o japonesas (López de Villalobos), y así podríamos seguir recordando cientos de hitos históricos, algunos muy célebres, como la conquista de las Filipinas, el descubrimiento del tornaviaje o el establecimiento del galeón de Manila. Otros eventos, como la conquista de Taiwán o la que nos ocupa aquí, la de Borneo, son mucho menos conocidos.
Borneo es la tercera isla más grande del planeta, después de Groenlandia y Nueva Guinea. Fue descubierta para Occidente en la expedición de Magallanes y Elcano. Aún hoy mantiene tupidas y exóticas selvas vírgenes, especies animales exclusivas y formaciones geológicas muy peculiares, como los pináculos de Mulu o la cueva del Ciervo. Otro aspecto que hay que tener en cuenta es que la denominación de Borneo en el siglo XVI no hacía referencia a toda la isla, sino solamente al norte, el territorio que abarcaba, entonces, el sultanato de Brunéi.
Por otra parte, también habría que decir que la presencia española en Borneo está asociada a la conquista de las Filipinas. Así lo señala claramente la Dra. Alicia Castellanos: «Para la consolidación de la presencia de España en Filipinas, el papel de Borneo fue determinante…».
La elección de Felipe II para que fuese López de Legazpi quien estuviese al mando de la expedición a Filipinas resultó muy acertada. El de Zumárraga era un hidalgo veterano con experiencia en la administración novohispana y supo alternar la espada, cuando no le quedó más remedio (como las batallas sostenidas con el rey Tupas), con misiones de paz. Y, a diferencia de la muy compleja conquista de la Nueva España, la de Filipinas resultó, en parte, por esa sabia política de Legazpi, relativamente pacífica, aunque no por ello dejó de ser ardua y trabajosa.
Se trataba de un muy extenso archipiélago formado por 7.107 islas y hubo que enfrentarse a algunas comunidades musulmanas y a piratas de diversas etnias. Incluso tocó, en algún momento, luchar contra samuráis japoneses. Pero hubo un factor añadido que también mantuvo en armas a los españoles, y ese fue el expansionismo en las islas del sultanato de Brunéi. Hay que tener en cuenta que algunos señoríos isleños eran vasallos de los sultanes de Borneo y Joló, fundamentalmente en la isla de Palawan y las zonas costeras de Luzón y Mindanao, por lo que la conquista española de las Filipinas supuso un conflicto con dichos sultanatos.
En Manila, Sulayman, uno de los príncipes, era originario de Borneo, y una flotilla fue enviada en su ayuda por el sultán de Brunéi, lo que no impidió finalmente la toma de la población por parte española. Así, poco tiempo después, en 1578, un pretendiente al trono de Borneo llamado Sirela solicitó el auxilio de aquella nueva potencia occidental que parecía tan poderosa y que había librado del vasallaje a las islas nororientales, para recobrar el trono que le había arrebatado su hermano menor, Saiful Rijal. A cambio, pasaría a ser tributario del rey de España.
El gobernador Francisco de Sande aceptó el trato y envió una misión militar. Tras una breve batalla naval en los alrededores de la isla de Mohala, en la que la flota española demostró una clarísima superioridad, Sirela fue restituido, mientras Rijal huía hacia el interior de la isla. El sultanato de Brunéi y, por tanto, el norte de Borneo pasaba a dominio español.
Rijal, sin embargo, pidió apoyo a Portugal, y en 1581 el capitán Antonio Brito le restaurará brevemente en el trono del sultanato, hasta que el nuevo gobernador, Ronquillo de Peñalosa, envía una nueva flota, con el capitán Gabriel de River al mando, para devolverle el puesto a Sirela.
Por otro lado, desde 1580, Felipe II se había convertido también en rey de Portugal, por lo que detuvo los enfrentamientos entre sus súbditos ibéricos en una zona en donde, hasta entonces, habían estado rivalizando. El rey ordenó incluso repoblar el norte de Borneo con una colonia de españoles, lo que no se llevó a cabo durante su reinado, dada la escasa población de estos en las islas. Hay que recordar que la propia conquista de las Filipinas fue realizada, en gran medida, por guerreros tlaxcaltecas.
Pero sí se promovió, aunque con muchas dificultades, la evangelización de Borneo, que fue, generalmente, mal recibida por las islamizadas élites.
En 1646, en el marco de la guerra de los Ochenta Años, la Armada Española derrotó ampliamente a la holandesa en el Pacífico, lo que permitió, en 1648, a Rafael Omen de Acevedo asentar una colonia en Borneo tras vencer a los nativos camucones.
En cuanto al sultanato de Joló, como comenta Antonio Manuel Carrasco, España mantenía desde la conquista de las Filipinas una soberanía nominal, pero nunca había ocupado las islas. Así, el 29 de abril de 1851 se incorpora, mediante un acto formal, el sultanato a la Corona. Este acto separaba a Joló de Borneo, lo que algunos interpretaron como la cesión de la gran isla al Reino Unido, que se acabaría plasmando en un protocolo posterior, como veremos a continuación.
En cuanto a Joló, en 1876 se produjo la ocupación de la isla y se funda el primer pueblo español. España la mantendría hasta el desastre del 98, cuando pasa a manos americanas, aunque los joloanos no admitieron la ocupación de buena gana y combatieron duramente a los estadounidenses.
En cuanto a Borneo, el Protocolo de Madrid de 1885, firmado por España, Reino Unido y Alemania, declaraba que, a cambio del reconocimiento de la soberanía española de Joló, España renunciaba, a favor del Reino Unido, a cualquier pretensión de soberanía sobre el territorio de Borneo y las islas de Balambangan, Banguei y Manali.
Aunque, como vemos, España nunca tuvo una presencia intensa en Borneo, sí dejó una cierta huella en el norte de la isla. Algunas comunidades en Sabah son católicas o mantienen, al menos, tradiciones cristianas a causa de las misiones españolas. También hay influencias lingüísticas y palabras de origen español en Sabah y el mar de Sulu a través del chabacano.
Existen tradiciones culturales y gastronómicas compartidas entre Filipinas y el norte de Borneo y, aunque no permanecen —a diferencia de Filipinas— grandes estructuras arquitectónicas de la época española, algunas iglesias actuales se inspiran en las ruinas de las levantadas por los misioneros hispanos. La del Borneo español es otra historia olvidada que merece la pena rescatar.