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05 de mayo de 2024

El interior de un refugio antibombas en Lviv, Ucrania

El interior de un refugio antibombas en Leópolis, UcraniaEl Debate / D.H

Entrevista

Dzvinka, estudiante ucraniana en Leópolis: «Todo lo que tenía y me gustaba de mi vida ha desaparecido»

Mientras se desarrolla el asedio de Rusia a Ucrania, El Debate se puso en contacto con una de las más de 40 millones de personas que viven en constante peligro en las ciudades de Ucrania

Dzvinka tiene 18 años y, hasta hace nueve días, estudiaba Sociología en Leópolis, Ucrania. Cuando el presidente Vladimir Putin inició la invasión de su país, la estudiante se convirtió en voluntaria y se acostumbró a vivir en constante peligro: las sirenas truenan varias veces al día y alertan a los ucranianos de un posible ataque aéreo. Entonces, Dzvinka y sus compañeros se dirigen a los refugios subterráneos, donde esperan a que el ataque termine.
Una de esas alarmas retrasó su entrevista con El Debate. Minutos antes de la hora programada, Dzvinka envió un audio, con voz temblorosa, donde pedía perdón por la demora, pero habían sonado las sirenas de advertencia de bombardeo y debía salir corriendo al búnker. «Te avisaré cuando salga, no sé cuando será», se disculpó en aquel momento.
Más tarde, cuando por fin pudimos contactar, le quitó hierro al asunto: «Estas cosas pasan a menudo, tenemos cinco o seis alarmas diarias. Es el noveno día, ¿sabes? Estamos acostumbrados. Es más irritante que aterrador».
–¿Cómo es el ambiente en Leópolis? ¿Y en los búnkeres?
–Tenso. Muy, muy tenso. Nadie sonríe, nadie saluda, solo piensan en sí mismos. Todos tienen prisa, hacen sus gestiones lo más rápido posible. Dentro de nuestro búnker es algo distinto, porque, como somos estudiantes, intentamos animar el ambiente con bromas. Vemos películas e intentamos aliviar la tensión, porque si no tendríamos un colapso mental. Así que nos esforzamos por mantener los ánimos, con juegos y canciones.

Bajamos todos rapidísimo, ya nadie entra en pánico, pero todos tenemos prisa, porque no sabemos qué va a pasar, o si vienen misiles hacia nosotros

–Ahora, ¿cómo es un día normal para ti?
–Si tenemos suerte, nos despierta la alarma del móvil en vez de las sirenas. Hay días en los que nos levanta a las cinco o seis de la mañana. Vivo con una amiga, y después de vestirnos, vamos directamente al voluntariado. Ofrecemos asistencia médica, y yo ayudo también con las comunicaciones. Por ejemplo, comparto a diario cosas sobre nuestra organización en las redes, y los recursos que vamos recolectando. Además, mi amiga y yo ayudamos con las traducciones. Traducimos diferentes publicaciones del ucraniano al inglés, para que la gente en el extranjero sepa qué está pasando con la ayuda humanitaria: ¿A dónde va? ¿Cuántos vehículos estamos enviando a las zonas donde ocurren la mayoría de los bombardeos?
–¿Cuál es el protocolo en los búnkeres cuando suenan las sirenas?
–Vivo en la residencia de mi universidad, porque me daba miedo estar sola. Nos dejan quedarnos gratis y es mucho mejor, porque nos turnamos al dormir y nos sentimos todos más seguros. Lo que suele pasar es que de pronto truenan las sirenas; también tenemos aplicaciones en el móvil, que suenan como alarmas cuando sucede algo en la región. Cuando oímos ese ruido, toca buscar resguardo. Siempre tenemos hechas mochilas de emergencia, con todos nuestros documentos importantes, y un mínimo de comida, agua, cosas necesarias. Yo suelo llevarme también el ordenador para intentar trabajar.
Debemos bajar inmediatamente. El búnker está bajo tierra, con seis pisos encima. Bajamos todos rapidísimo, ya nadie entra en pánico, pero todos tenemos prisa, porque no sabemos qué va a pasar, o si vienen misiles hacia nosotros. Si las sirenas suenan mientras estoy en el voluntariado, voy a un búnker distinto. Cogemos todas nuestras cosas, nos refugiamos, y esperamos a que salga en la aplicación la notificación que nos dice que podemos volver a subir.
Compartimos el búnker con niños. Eso es lo que más terror me da; no entienden lo que pasa, solo quieren jugar. Sus padres no saben qué hacer. Se te parte el corazón.
–¿Qué aspecto tienen los búnkeres desde dentro?
–Realmente, depende del refugio. La mayoría son solo los sótanos de los edificios, así que los más antiguos son desagradables. Leópolis es una ciudad muy antigua, y algunos búnkeres tienen las paredes muy gruesas, lo que está bien porque protege, pero a veces la red de móvil no funciona. Tienen mucho polvo.
El refugio bajo mi universidad, por ejemplo, no es más que un sótano normal, que usaban para guardar materiales y eso. Cuando estalló la Guerra, metieron dentro sillas y un hervidor para que nos hiciéramos té. Es el de las fotos que te mandé.
Dvinka, estudiante ucraniana: «Con suerte, nos despierta la alarma del móvil en vez de las sirenas»

–¿Qué es lo más extraño que notas estos días?
–Los sonidos, cualquier sonido. Tenemos tanto miedo de perdernos las sirenas, que cualquier sonido es terrorífico, incluso los estornudos. Nos despertamos todos inmediatamente en cuanto alguien cierra una puerta con demasiada de fuerza, cosas así. Oímos todo. Antes estaba hablando con mi madre por teléfono, con los cascos con cancelación de ruido puestos, pero cuando sonaron las sirenas las escuché perfectamente, incluso con las ventanas cerradas.
–Es como si fueras hipersensible.
–Justo. ¿Sabes eso que dicen, cuando pierdes un sentido se te agudizan los demás? Pues en este caso se me han agudizado todos.
–¿Qué pasa con la comida? ¿Estáis abastecidos?
–La infraestructura crítica aún funciona, todavía tenemos comida, y los supermercados y las farmacias están abiertos. Como la gente está asustada, compran mucho de golpe, pero siempre queda comida. Yo también compro más de lo normal, por si las moscas.

Es injusto, yo solo quería vivir una vida tranquila en un país que adoro. Y ahora me lo han quitado todo, porque un loco cree que la Unión Soviética tendría que volver a existir

–¿Cómo te hace sentir toda esta situación?
–Tengo el corazón completamente roto. Hace nueve días, vivía una vida normal de estudiante, iba a clase, salía a correr, quedaba con mis amigos. Podía ir a tomar un café con ellos; ahora mismo, entrar en una cafetería es un lujo.
Todo lo que tenía y me gustaba de mi vida ha desaparecido. Y nada de eso importa, porque todo el mundo está luchando por sus vidas. Es injusto, yo solo quería vivir una vida tranquila en un país que adoro. Y ahora me lo han quitado todo, porque un loco cree que la Unión Soviética tendría que volver a existir. Me duele, a todo el mundo en Ucrania le duele, y solo queremos que las cosas vuelvan a la normalidad.
El interior de un búnker subterráneo, en Lviv

El interior de un búnker subterráneo, en LeópolisEl Debate / Dvinka H

Hace unos días, comentaba con una amiga, que también es de Kiev, que no sabemos cuándo volveremos a nuestra ciudad natal. No sé si podré volver a ver mi colegio, o el piso donde crecí, o si seguirán siquiera existiendo. El bombardeo sobre Kiev es terrible. Espero que el mundo reconozca que lo que está haciendo Putin es un genocidio, porque parece que quiera matar a los ucranianos.
–¿Por qué no te vas de Ucrania?
–Porque, de momento, estoy bastante segura. Es probable que mi madre y mi hermano, que es menor de edad, abandonen Ucrania en los próximos días, por su salud mental. Tenemos mucha familia en el extranjero, por lo que será fácil para ellos encontrar un lugar seguro fuera del país. Yo no quiero irme de Ucrania todavía, ya que me siento suficientemente segura, y puedo ayudar en la guerra mucho mejor desde dentro que desde fuera. Aunque si las cosas se complican, y empiezan los bombardeos en Leópolis, me iré, y volveré lo antes posible.
–¿Y tu padre? ¿Se quedará?
–Los hombres de entre 18 y 60 años tienen prohibido salir del país. Así que mi padre no puede irse, pero tampoco querría hacerlo. Siente que su sitio está aquí. Él era periodista, así que está colaborando de voluntario con los medios. Prefiere ayudar en la televisión nacional ucraniana, para concienciar a la comunidad extranjera y asegurar que los ucranianos tienen acceso a fuentes de noticias verídicas, y no solo a la propaganda de Rusia.
–¿Por qué crees que está pasando está guerra? ¿Qué pretende Rusia?
–Creo que Rusia no acepta que seamos independientes, que seamos una nación diferente a la suya. En vez de llamarnos ucranianos, nos consideran rusos inferiores. Tampoco aceptan el hecho de que tengamos nuestro propio Gobierno, que lo hace todo mejor que Moscú, sobre todo en cuanto a los derechos humanos.

En vez de llamarnos ucranianos, nos consideran rusos inferiores

El propio Putin cree en la Unión Soviética, el socialismo y el comunismo, y a mí me horripila: mis padres nacieron en la URSS. Me cuentan cómo eran las cosas entonces, y no entiendo cómo pudieron vivir así. Y mientras tanto, Putin vive con esta idea de que podría ser el rey del mundo y gobernar sobre todos, pero las cosas no funcionan así en el mundo moderno. Los Gobiernos y las naciones del siglo 21 quieren ser democráticos.
Putin cree que los ucranianos aspiran a ser parte de Rusia, pero no es verdad. Piensa que está rescatando nuestro país de los nacionalistas, por eso supuso que tomaría Kiev en un solo día, y que recibiríamos a los soldados rusos como héroes. Pero eso no pasó; tenemos nuestro propio país. Yo no quiero ser parte de Rusia, ¡Nunca he viajado a Rusia, ni quiero hacerlo!
–¿Qué te gustaría que hiciese, o supiese, la comunidad internacional?
–Por favor, por favor, que la OTAN cierre el cielo. Podemos aguantar cualquier ataque en tierra, pero hay que cerrar el espacio aéreo. Muchísimos civiles están muriendo a causa de las bombas que caen desde los aviones. No sería interferencia, la OTAN puede hacerlo sin involucrarse demasiado. También es crucial que se sancione más a Rusia. La gente está muriendo.
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