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29 de marzo de 2024

Jersón Ucrania soldado ruso

Un soldado ruso patrulla en Jersón junto a la bandera de la antigua URSSAFP

Los cien días de una guerra impuesta

El mundo, y Rusia con él, esperaba una guerra relámpago, que ya se alarga por 100 días, ejecutada por el aparentemente poderoso Ejército ruso

Durante los cien días de la guerra impuesta a Ucrania, los objetivos del invasor han cambiado de forma drástica, reduciéndose su ambición ante los reveses imprevistos sufridos por el ejército ruso.
Tras un incremento de la tensión entre los dos países vecinos, el presidente, Vladimir Putin, ordenó una «operación militar especial» con el objetivo, decía, de «desmilitarizar y desnazificar» Ucrania. Moscú buscaba la sustitución de Volodimir Zelenski, y la instalación de un gobierno títere más sensible a su voluntad.
El mundo, y Rusia con él, esperaba una guerra relámpago ejecutada por el aparente poderoso Ejército ruso. Caen misiles por toda Ucrania, masas de carros de combate marchan hacia Kiev desde Bielorrusia, y de Crimea hacia Jersón.
Infantes de marina rusos desembarcan desde el mar de Azov para tomar Mariúpol. En Kiev, los paracaidistas rusos fracasan en el asalto al recinto presidencial de Zelenski. Un escuadrón de helicópteros rusos intenta ocupar el aeropuerto de Hostomel, cerca de Kiev, para facilitar el envío de tropas y material. El aeropuerto fue una zona de guerra con feroces combates hasta expulsar a los invasores.
Pero la operación especial relámpago que esperaba Putin fracasó y la reacción de Ucrania y la comunidad internacional occidental ha sido mucho más vigorosa de lo esperado, tanto en las sanciones como en el masivo apoyo en armas y dinero al presidente ucraniano. El Kremlin se engañó con dos precedentes favorables: Georgia en 2008 y Crimea en 2014.

Cambio estrategia

Rusia declara, durante las conversaciones en Turquía, que «reducirá radicalmente la actividad militar» cerca de Kiev y Chernígov. Comienza su retirada del frente septentrional y redespliega las unidades en el teatro oriental.
Los comandantes rusos abandonan la ofensiva por Kiev, vieron su Ejército frenado en Odesa, empantanado en Mikolaiv y, posteriormente, su retirada de Járkov. Fue el resultado de una logística deficiente, el nefasto mantenimiento del material, la escasa motivación de sus soldados, las deficiencias tácticas y su nula operatividad. El Estado Mayor ruso tuvo que señalar objetivos menos ambiciosos y abandonar el frente norte, reorientando sus prioridades estratégicas.
Ya no se trata de retornar a Ucrania a la órbita rusa, los nuevos objetivos de guerra se ciñen a controlar la región de Donbás en el oriente ucraniano. Esto se concreta en dos repúblicas: Donetsk y Lugansk, mayoritariamente habitadas por rusófilos. Moscú quiere añadir los territorios meridionales de Jersón, Zaporiyia y Mykolaiv. Buscarían fusionarlos con el Distrito Federal del Sur de Rusia, que también incluye a Crimea.

La batalla por Donbás

En el Donbás, los tácticos rusos se afanan en conquistar ciudades claves. Realizan fuego de saturación sobre sus objetivos antes de lanzar al asalto a sus unidades blindadas e infantería, repitiendo los exitosos planes usados contra la ciudad de Mariúpol. Así lo repitieron en Izyum, centro de transporte en el norte de Donbás; en Popasnaya, cruces de carreteras; y avanzan hacia Bajmut, centro distribuidor de material militar al Ejército ucraniano en Donbás. También ha caído Svitlodarsk, según reconoció el portavoz del Ministerio de Defensa de Ucrania, Oleksandr Motuzyanyk. Con la caída de Lyman, la ciudad vecina de Sloviansk será atacada por la artillería rusa.
Hay duros combates en torno a Lugansk, los rusos penetran en Severodonetsk. Algunos observadores informan de la presencia de tanques BMP-T Terminator. La ciudad, en un lugar estratégico en el río Donets y productora de nitrógeno, contempla a 15.000 soldados ucranianos defendiendo sus barrios a las órdenes de Serhiy Haidai, en una batalla de desgaste en manos de pequeñas unidades de combate. Si completan la conquista de Severodonetsk, será el segundo gran cerco militar triunfante de Rusia después de Mariúpol, y le dará el control de todo el óblast (provincia) de Lugansk. La estrategia rusa consiste en empujar a los ucranianos hacia occidente o rodearlos y neutralizarlos con pesados bombardeos.

Crisis en Rusia

Rusia se enfrenta a sus propios desafíos. La creciente oposición a la guerra por la sangría de hombres y material junto a la crisis económica, provocada por las sanciones, presionan a Putin. Para amortiguar el malestar, han subido el sueldo a los combatientes y las asignaciones para cuidar a los hijos de las mujeres soldado. También han simplificado los trámites para los ucranianos que quieren nacionalizarse rusos.
La guerra también ha provocado una aguda desconfianza hacia el impredecible Putin, lo que se evidencia en las solicitudes de ingreso en la OTAN de países tradicionalmente neutrales como Suecia y Finlandia.
En otro orden de cosas, los altos oficiales del FSB, antiguo KGB, han recibido órdenes de estar en estado de movilización sin poder alejarse de sus centros de trabajo a más de media hora de distancia. Hay rumores de intentos de golpes de Estado de antiguos ministros del expresidente Yeltsin.

Occidente con Zelenski

Ucrania está recibiendo un serio apoyo de Occidente en armas y dinero. El desafío al que se enfrentan los ucranianos es instruir a las tropas en el uso de los nuevos sistemas de armas y poder transportarlos al frente de Donbás.
Como inciso, los voluntarios internacionales alistados para defender Ucrania han reducido su flujo al correr la voz de que son empleados como carne de primera línea por su desconocimiento del idioma y su mala instrucción, declara uno de ellos a El Debate. También se comenta la presencia de unidades del Regimiento SAS británico y de algunos afamados tiradores occidentales.
En el mes de marzo, Zelenski insinuó que podría negociar terreno y la declaración de país neutral a cambio de la paz. Putin, embravecido por lo que parecía un paseo militar, lo ignoró. Los reveses rusos han hecho que la hoy actitud de Zelenski se haya vuelto más optimista y alejada del compromiso, animado por el gran apoyo que le presta Occidente, la actuación inepta del Ejército ruso y la opinión pública mundial a su favor.

Los próximos cien días

De forma sorpresiva, hablando en el Foro de Davos el pasado 23 de mayo, el exsecretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger, pidió a Ucrania que cediera parte de su territorio a los rusos para lograr la paz. Zelenski le criticó duramente: «Tengo la sensación de que, en lugar de 2022, Kissinger tiene 1938 en su calendario» en referencia a la ocupación de los Sudetes por Hitler.
No es fácil que el Kremlin renuncie a los territorios conquistados y prolongar el conflicto arrasará más, si cabe, Ucrania. Tampoco la economía mundial saldrá indemne, especialmente después de la pandemia de la covid-19. A la Unión Europea le interesa recuperar la estabilidad y superar esta crisis, aunque el presidente Biden incentiva la hostilidad contra Rusia para eliminarla como gran potencia en el tablero mundial. Al fin y al cabo, los muertos los pone Ucrania. Por su lado, Putin necesita éxitos para afrontar su difícil futuro fruto de sus errores de juicio. Pero si la solución es descartar a Putin del poder la guerra podría extenderse algo que Bruselas y Washington quieren evitar.
David Malpass, director del Banco Mundial y antiguo subsecretario del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, advirtió en mayo de una recesión mundial si continúan aumentando los costes de la energía, los alimentos y los fertilizantes. La guerra no sólo afecta a Ucrania y Rusia.
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