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26 de abril de 2024

Heridos ataque terrorista Nigeria

Heridos del ataque terrorista en la iglesia de San Francisco se recuperan en el hospitalAFP

Masacre de cristianos en Nigeria

«Mataron hasta que se quedaron a gusto», afirma un testigo del ataque a una iglesia en Nigeria

Un testigo del ataque narra a la BBC cómo los terroristas se ensañaron durante 30 minutos con los fieles cristianos de la iglesia de San Francisco de la localidad de Owo, Nigeria

Los terroristas llegaron a la iglesia de San Francisco de la ciudad de Owo sobre las 11:30 del domingo, entraron en tromba en el templo justo en el momento en que el sacerdote impartía la paz e hicieron explotar una primera bomba.
El pánico se desató de inmediato. Los aterrorizados fieles intentaron abandonar el templo y, en medio del caos, los hombres armados abrieron fuego contra todos los que trataban de alcanzar las dos salidas de la iglesia.
Después, más explosiones y, finalmente, llantos. Llantos por los muertos, gritos de los heridos y sangre, mucha sangre: en el suelo, en las paredes, en el altar, en la ropa de los supervivientes.
El balance final del ataque contra esta iglesia católica en el Estado nigeriano de Ondo dejó 50 muertos y numerosos heridos.
Podrían ser más. La iglesia tiene capacidad para 1.200 personas y, según el obispo local, en el momento de ataque estaba llena.
El ataque permanece bajo numerosas incógnitas. La hipótesis yihadista sigue siendo la más fuerte, pero, a falta de una reivindicación, las dudas no dejan de aumentar.
Nigeria padece desde hace años el zarpazo del terrorismo islamista y del crimen organizado.
Las sequías, los intereses políticos y la ofensiva yihadista global aumentaron la conflictividad en un país de 216 millones de habitantes donde conviven 200 pueblos y 500 lenguas y dialectos.
A grandes rasgos, Nigeria tiene una clara división norte-sur separada por el llamado «Cinturón Central». En el norte, la población es, mayoritariamente, musulmana y ganadera. Al sur, cristiana y animista, y agricultora.
La pérdida de pastos para el ganado al norte provoca el desplazamiento de la población, sobre todo los pastores del pueblo fulani, al sur, más fértil y menos afectado por el cambio climático.
Un conflicto que, en sus orígenes, era de tipo social y económico, rápidamente adoptó tintes de choque religioso por su instrumentalización por parte de grupos políticos.
Dos son los grupos yihadistas que siembran el terror en el norte de Nigeria: Boko Haram y Estado Islámico en el África Occidental.
Además, estos dos grupos terroristas, que durante un tiempo estuvieron asociados, ahora están enfrentados a muerte en una guerra por la búsqueda del monopolio yihadista.
A todo ello, hay que sumarle un enjambre de grupos criminales y bandas de saqueadores que, en el vacío de seguridad dejado por el Estado, hacen su agosto con secuestros, extorsiones y asaltos.
Sin embargo, la violencia terrorista nunca había llegado al Estado de Ondo, demasiado al sur y con una población mayoritariamente cristiana donde los grupos terroristas no cuentan con infraestructura ni con la red de contactos necesaria para realizar un atentado de estas características.

Dispararon durante 30 minutos

«Mataron hasta que se quedaron a gusto», afirma a la BBC John Nwovu, un testigo que estaba dentro del templo en el momento de asalto.
Nwovu tuvo el acierto de buscar refugio en la sacristía del templo en vez de tratar de alcanzar la salida, donde hombres armados esperaban a los fieles para acribillarlos a tiros.
Según su testimonio, los terroristas estuvieron disparando sin parar durante 30 minutos que se hicieron eternos.
Una de las explosiones destruyó parte del techo de la iglesia. Los escombros enterraron a Nwovu y a otros fieles escondidos con él.
En silencio, soportaron el dolor de los escombros que aplastaban sus huesos. A pocos metros de ellos, los terroristas buscaban a supervivientes escondidos debajo de los bancos de la iglesia. Cuando encontraban a alguno, le daban el tiro de gracia.
«El trauma de lo que vi me perseguirá el resto de mi vida», reconoce John Nwovu, cuyo hermano recibió un disparo y se recupera en el hospital.
«Familias enteras murieron asesinadas, ante mi vista, amigos, parientes, gente que conocía», explica.
Tras el ataque, un silencio ensordecedor se instaló en la iglesia. En las fotografías difundidas en redes sociales se ve un sagrario bajo un gran crucifijo que permanece intacto, como un testigo mudo ante el horror.
En el suelo: escombros y sangre de cristianos que han encontrado el martirio a los pies de Cristo crucificado.
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