La historia de David y Goliat parece escribirse estos días en Ucrania. A los repliegues forzados del Ejército ruso les sigue a estas horas una derrota de enorme simbolismo: las fuerzas de ucrania han destruido uno de los cuarteles generales del grupo Wagner, el colectivo más sanguinario de todos los que operan en el corazón de Europa y en otras partes del mundo.
El ministerio de Defensa y el gobernador de la región, Serhei Haidai, informaron que el ataque se habría producido en Kadiiva, en la región de Lugansk, al este del país y dentro de las líneas limítrofes del Donbás que Putin se ha anexionado.
«Se está movilizando a todo el mundo. Los racistas han empezado de nuevo a recuperar cuerpos en los territorios ocupados», reconoció el gobernador Serhei Haidai en su cuenta de Telegram.
«Algo hizo click en la sede de los wagnerianos. La tierra -añade- es como el cristal para ellos». Aunque el escenario no está del todo claro, aseguró que las «pérdidas son significativas».
Asimismo, añadió una expresión de deseo para el enemigo que invadió su país el 24 de febrero: espero que «al menos el 50 por ciento» de los sobrevivientes Wagner mueran por falta de asistencia médica.
Dejar tocada de manera tan desembozada al grupo Wagner es un golpe duro para el Kremlin, pese a la diferencias estratégicas que mantenían últimamente.
Soldados a sueldo, estos mercenarios se encuentran en la lista negra de terroristas de Occidente acusados de cometer crímenes de lesa humanidad.
Su fundador es uno de los hombres de confianza de Putin: su cocinero, como le llaman en Rusia aunque, en rigor, es una empresario gastronómico que ha crecido a la sombra de esta versión fracasada de zar siglo XXI que pretende encarnar el ex agente de la extinta KGB.
Se trata de
Yevgeny Prigozhin, un
vendedor ambulante de perritos calientes que termino formando una formidable cadena de restaurantes y que servía personalmente a Putin y se ocupaba de celebrar sus banquetes.
A los Wagner los ha reclutado en los rincones más siniestros y hasta hace poco
no reconocía que el grupo era obra suya. Antes de la invasión del 24 de febrero de Rusia a Ucrania, la misión de estos guerreros sin escrúpulos era liquidar a
Volodimir Zelenski y a los miembros de su gobierno.
El objetivo, hasta la fecha, ha fracasado.