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03 de mayo de 2024

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan

El presidente turco, Recep Tayyip ErdoganEFE

Elecciones clave en Turquía

Las promesas de difícil cumplimiento de Erdogan y y Kilicdaroglu

El presidente turco ha revolucionado la campaña con su ofrecimiento de gas gratis procedente de nuevo yacimiento en el Mar Negro; su contrincante se negó a abonar su factura energética hace tres meses

Recep Tayyip Erdogan no se ha parado en barras: a finales de abril, en plena campaña electoral, aprovechó la puesta en marcha del yacimiento de gas en las aguas turcas del Mar Negro para prometer a sus compatriotas una porción mensual gratuita de ese gas durante el próximo año, estimada en 25 centímetros cúbicos por hogar y destinada a atenuar el coste de mantenimientos de cocinas y calentadores. Además, en mayo, el consumo correría a cargo del erario. Justo cuando se celebran unos comicios en los que el mandatario islamista ha ido perdiendo poco a poco su condición de favorito.
La medida tiene su letra pequeña: la cláusula principal indica que no abarca la calefacción. Sobre todo, este alarde de populismo ha sido interpretado como una respuesta a la decisión de su principal contrincante, Kemal Kilicdaroglu que, en un arrebato demagógico, optó por no abonar su factura energética de febrero. Era su forma de protestar contra la carestía de la vida diaria en Turquía, que se incrementa irremisiblemente. Como era de esperar, se ha convertido en la principal preocupación del turco de a pie.
Erdogan lo sabe. Por eso, otra de sus propuestas poco acordes con la realidad es la rebaja de la edad de jubilación. El concurso de subastas electorales también afecta igualmente a la vivienda, sector en el que ambos candidatos parecen ceder a los cantos de sirena de la intervención del mercado inmobiliario.
Mientras el actual presidente se inclina por un fortalecimiento de las regulaciones para proteger a los ciudadanos de fuertes subidas de alquileres o compraventas -sin olvidar su promesa de construir 650.000 apartamentos destinados a las víctimas del terremoto del pasado mes de febrero-, Kilicdaroglu apuesta por cuadruplicar la construcción de viviendas sociales durante los próximos cinco años, y prometer limitar los costes de arrendamiento de esas nuevas construcciones al 20% del salario mínimo.
Medidas propias de quienes fían al gasto público el relanzamiento de la economía y, de paso, su propio índice de apoyo popular. La dificultad estriba en que ambos, Erdogan y Kilicdaroglu se han comprometido a sanear las finanzas públicas. El actual presidente de Turquía ha incorporado a su equipo de campaña a su antiguo ministro de Economía y vicepresidente del Gobierno Mehmet Sisek, que buena parte de la población, así como los mercados financieros e instituciones económicas internacionales, vinculan con la etapa más próspera de las dos décadas de gestión islamista.

La inflación galopante, 50% en marzo tras haber alcanzado un pico de 85 % en octubre, es la lacra más acuciante de la economía turca

Para combatir la inflación galopante -50% en marzo tras haber alcanzado un pico de 85 % en octubre-, lacra más acuciante de la economía turca, Erdogan y Sisek apuestan por una economía más competitiva. «Mejoraremos aún más la inversión con una estructura basada en una economía de libre mercado integrada con el mundo», indica el programa electoral del partido gobernante, cuyos objetivos declarados son un crecimiento anual del 5,5% en 2024-2028 y un PIB de 1,5 billones de dólares a finales de 2028.
Pero sin referencias explícitas a una vuelta a la ortodoxia económica que Kilicdaroglu reivindica sin tapujos. Su propuesta estrella es abandonar la política de tipos de interés bajos impulsada por Erdogan, a la que achaca la inflación. Respecto al resto, clásicas medidas de contención de gasto público. ¿Será posible el cumplimiento de estos objetivos con los de tipo social como en materia de vivienda?
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