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29 de marzo de 2024

Juan Rodríguez Garat
Juan Rodríguez Garat
Almirante (R)

Cómo queda la contraofensiva ucraniana tras la destrucción de la presa Kajovka

Un avance ucraniano hacia el sur, ya sea en dirección a Mariúpol o, más sensatamente, Melitopol, podría cortar la comunicación por tierra con Crimea y aislar la totalidad de la región de Jersón

Actualizada 10:59

Tanques Ucrania ofensiva Jarkov

Una columna de tanques ucranianos en la ofensiva sobre JárkovAFP

El protocolo que rige en los almuerzos oficiales celebrados en las cámaras de los buques de la Marina rusa es –o era hace algunos años, cuando tuve la oportunidad de asistir a algunos– muy generoso con el alcohol. Se espera de todos los asistentes –y no solo del anfitrión y del invitado de honor, como es corriente en otros países– que, en el turno que les corresponde, propongan su propio brindis. Cuando este es bueno u original, se celebra la ocurrencia bebiéndose de golpe el chupito de vodka que invariablemente acompaña a la comida. Soy involuntario testigo de que, si los comensales son numerosos y amables, el riesgo de que algunos no salgan por su propio pie se convierte en extremo.
Si hubiera que celebrar, aunque en lugar de vodka fuera con un sorbo de aguado rebujito, cada uno de los buenos planes de operaciones que los analistas militares de todo el mundo han esbozado para la contraofensiva ucraniana que se cree inminente, nos encontraríamos en una situación muy parecida. Si en el mundo del fútbol, como se ha dicho acertadamente, todos llevamos dentro un seleccionador, en el universo militar todos somos Napoleón.

Fútbol y milicia

Para centrar el análisis de lo que puede ocurrir en las próximas semanas es preciso definir someramente los tres ámbitos en que se desarrolla el planeamiento militar. Olvide el lector aficionado al fútbol todo lo que sabe sobre táctica y estrategia. Cuando hablamos de la guerra, en el nivel superior, que llamamos estratégico, se deciden los objetivos políticos y se asignan los recursos necesarios para alcanzarlos. En el segundo nivel, el operacional, se planean las campañas militares. En el tercero, el nivel táctico, se libran los combates sobre el terreno. ¿Cómo en el llamado deporte rey se ha trastocado el orden y se definen como jugadas de estrategia las de saque de las faltas? ¡Vaya usted a saber!
Simplificando un poco más el proceso de planeamiento, el debate en el nivel estratégico se centra en los deseos: ¿qué queremos que ocurra? En el nivel operacional, prevalece el análisis de las distintas líneas de acción: ¿qué debemos hacer para conseguir alcanzar los objetivos estratégicos? Por último, en el nivel táctico es donde los planes entran en contacto con la realidad, y donde los militares dan respuesta a la pregunta definitiva: ¿qué somos capaces de hacer?

Expulsar a los rusos de Ucrania sin llevar el conflicto más allá de sus fronteras

Establecido el marco para el análisis es más fácil anticipar las dificultades del presidente Zelenski. Sus objetivos estratégicos son claros y, en algunos casos, le vienen impuestos: expulsar a los rusos de Ucrania sin llevar el conflicto más allá de sus fronteras y conducir a su país hacia la integración en la Unión Europea y en la OTAN.
Pero, ¿qué está dispuesto a sacrificar para ello? Las armas, en general, se las suministran otros países pero, ¿cuántos soldados ha movilizado hasta ahora? ¿Cuántos está dispuesto a movilizar? Ante el lógico silencio de los servicios de inteligencia occidentales, que no quieren desvelar los secretos del país al que apoyamos, no tenemos para esa pregunta otra respuesta que las estimaciones de algunos observadores del conflicto.

Los escenarios de la contraofensiva

Vamos ahora al nivel operacional, que seguramente es el que más interesa a los lectores. Imagino al teniente general Zaluzhny, jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, presidiendo la junta donde habrá elegido, seguramente hace semanas, la línea de acción más oportuna para la contraofensiva. El joven militar –me sonroja decir que le llevo 17 años y solo llevo dos retirado– habrá analizado, quizá apoyado en juegos de guerra conducidos por ordenador, las distintas posibilidades que a todos se nos ocurren para aprovechar que, después de muchos meses, sus fuerzas parecen en condiciones de recuperar la iniciativa.

Una de las posibles líneas de acción sería un contraataque en el propio frente de Bajmut

Quizá una de las posibles líneas de acción sería un contraataque en el propio frente de Bajmut. De ser factible, la reconquista de la destruida ciudad sería muy atractiva desde el punto de vista de la propaganda, porque privaría a Rusia de su único éxito en muchos meses y agudizaría el enfrentamiento entre las distintas facciones que, para sorpresa del mundo entero, compiten públicamente en el Ejército ruso.
Pero, desde el punto de vista militar, no solo esa ciudad concreta sino todo el frente en la región de Donetsk es un objetivo demasiado difícil. Tratar de avanzar por allí significa repetir el error de los rusos, que desgastaron todas sus capacidades ofensivas contra el muro que Ucrania supo crear en la destruida ciudad. Incluso si se recuperase Bajmut, quedaría en pie la misma pregunta que Gerasimov, el general ruso, no ha sabido responder: ¿dónde irían después?
La siguiente línea de acción podría llevar el contraataque más al norte, a la región de Lugansk. En concreto, en la línea Svatove-Kreminna, donde el Ejército ruso consiguió frenar el contraataque ucraniano que el pasado otoño liberó la región de Járkov. No sé qué diría Zaluzhny, que desde luego sabe de esto mucho más que yo, pero a mí no me gustaría mucho la idea. Demasiado esfuerzo para, en el mejor de los casos, terminar en la frontera rusa, donde el enemigo tiene la clara ventaja táctica de disponer de un refugio seguro desde el que puede contraatacar.
¿Más opciones? No quiero dejar que mi imaginación vuele demasiado lejos, pero si me propusieran atravesar el Dniéper bajo el fuego enemigo para liberar Jersón destituiría al jefe de mi Estado Mayor. Él, que lo sabría –los jefes de Estado Mayor saben esas cosas– se habría encargado de hacer desaparecer esa opción entre las preseleccionadas para mi consideración.
¿Qué queda entonces? La mayoría de los analistas militares han pronosticado que el contraataque ucraniano, si al final llega a materializarse como tal y no se limita a pequeñas acciones tácticas en diversos puntos del frente, tendrá lugar en la región de Zaporiyia. Hay muy buenas razones para esta predilección. Por una parte, y a pesar de los esfuerzos que hemos visto recientemente en televisión, parece menos fortificada que el Donbás, donde la guerra lleva ya nueve años. Además, cuanto más lejos de la frontera rusa el riesgo de sufrir ataques aéreos es menor.

Lo que está en juego en Zaporiyia parece más valioso en esta fase de la guerra

Por si esto fuera poco, lo que está en juego en Zaporiyia parece más valioso en esta fase de la guerra. Un avance ucraniano hacia el sur, ya sea en dirección a Mariúpol o, más sensatamente, Melitopol, podría cortar la comunicación por tierra con Crimea y aislar la totalidad de la región de Jersón, obligando al Ejército ruso a abandonarla y replegarse hacia la disputada península. Incluso si no se consigue llegar a Melitopol, queda la opción de bajar por la margen izquierda del Dniéper y tratar de liberar Enerhodar y recuperar la central nuclear de Zaporiyia.

¿Tendrá éxito la contraofensiva?

Si por éxito se entiende una victoria decisiva del Ejército de Zelenski, probablemente no. No hay que olvidar que, si finalmente se da la orden de contraatacar, las operaciones tendrán lugar en condiciones técnicamente muy difíciles, sin la superioridad aérea y artillera que, al menos con carácter local, exigiría la doctrina OTAN para acciones ofensivas a gran escala.
Así pues, cuando finalmente tenga lugar, la contraofensiva ucraniana marcará una nueva fase de la guerra, pero no terminará con ella. Lo más que cabe esperar son éxitos puntuales, que serán más o menos importantes dependiendo de un intangible –la diferencia entre la moral de uno y otro Ejército– sobre el que desde España solo podemos especular.

El final de la guerra no está a la vista

Si el Ejército ruso, mal equipado y aparentemente dividido en facciones, se comporta como lo hizo en el pasado otoño, se presentarán oportunidades que nadie puede predecir con exactitud y que solo los comandantes tácticos ucranianos podrán explotar. Si no es así, los avances se medirán en cientos de metros, más que en decenas de kilómetros. Pero, en cualquier caso, el final de la guerra no está a la vista, ni es probable que llegue a consecuencia de una derrota decisiva del Ejército ruso. Mucho más posible es que, con el tiempo, la paz llegue a Ucrania de la mano de la derrota del régimen de Putin a manos de su propio pueblo.
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