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18 de mayo de 2024

Hezbollah Israel

Soldados israelíes combate a Hezbollah en el norte de IsraelAFP

Israel lanza una dura advertencia a Hezbollah: «Lo que hacemos a Hamás en Gaza os lo podemos hacer a vosotros»

Israel no está dispuesta a cometer los errores del pasado y pretende aplastar la amenaza terrorista de Hamás y Hezbollah

Desde la Segunda Intifada Palestina (2001-2005) Israel parecía haber perdido la iniciativa en el conflicto árabe-israelí, más amplio que el palestino-israelí al englobar también contenciosos con Líbano y Siria, además de un frente diplomático que abarca a prácticamente todo el mundo árabe.
Israel quedó exhausta por aquel desafío a su seguridad con varios años de atentados suicidas prácticamente diarios.
La Segunda Intifada se resolvió bien para la seguridad de los israelíes y muy mal para las aspiraciones nacionales del pueblo palestino.
El gran responsable de aquella catástrofe fue el entonces rais de los palestinos Yasir Arafat, histórico líder de Al Fatah y presidente de la Organización para la Liberación de Palestina y de la Autoridad Nacional Palestina.
Allí, donde Arafat obtuvo un notable éxito con los acuerdos de Oslo de 1993, fracasó con la cumbre de paz de Camp David de 2000 con el primer ministro israelí Ehud Barak.
Arafat rompió las negociaciones cuando el acuerdo se encontraba más cerca que nunca por, supuestamente, la negativa de Barak de compartir la capitalidad de Jerusalén con los palestinos, aunque probablemente las luchas intestinas entre grupos palestinos tuvieron más que ver.
Aquel fracaso fue el detonante de la nueva Intifada que se saldó con nuevas pérdidas territoriales en Cisjordania y el aislamiento de los territorios palestinos con un muro de seguridad de más de 700 kilómetros.
El futuro Estado palestino con capital en Jerusalén este se esfumaba para siempre por un error de cálculo de Arafat, que moriría poco después.
Israel logró una frágil y tensa paz con una importante disminución de atentados y conflictos hasta la razzia de Hamás el pasado 7 de octubre que le costó la vida a 1.400 israelíes y provocó el estallido de una nueva guerra en Gaza.
Sin embargo, tras la Segunda Intifada, Israel pareció sumergirse en una espiral de contención en la que se vio incapaz de mostrarse contundente con las pretensiones de los grupos terroristas que la amenazaban.
En estos años, Hamás en Gaza y Hezbollah en el sur del Líbano se han hecho fuertes gracias a la ayuda y financiación de Irán y Qatar.
Desde entonces, todos los conflictos que se abrieron a Israel concluyeron con una frágil paz sin que Israel lograra dar un contundente golpe a sus enemigos.
Sucedió con la Operación Plomo Fundido de 2008, la Operación Pilar Defensivo de 2012 contra Hamás, y en la Guerra de Gaza de 2014. Lo mismo ocurrió en la Operación Espada de Jerusalén de mayo de 2021, la Operación Amanecer de agosto de 2022, o la más reciente Operación Escudo y Flecha de mayo de 2023.
En todos esos casos, los enfrentamientos se resolvieron con un frágil alto el fuego sin que Israel lograra desmantelar las estructuras terroristas de Hamás y Yihad Islámica.
Se trata de un error que, en esta ocasión, Israel no está dispuesta a cometer. La presente guerra de Gaza solo puede terminar con un resultado: la destrucción completa de Hamás sin posibilidad de que pueda reconstruir sus estructuras y el control de la franja de Gaza que impida la aparición de un grupo similar.
En el norte, en la guerra con Hezbollah, los sucesos desde la Segunda Intifada son similares. Israel y Hezbollah se embarcaron desde el fin de la Intifada en un gran conflicto, en 2006.
Unos años antes, en el año 2000, Israel se había retirado del sur del Líbano, un territorio que controlaba desde la Guerra de los Seis Días. Hezbollah aprovechó esa circunstancia para ocupar las posiciones más avanzadas y cercanas a Israel.
La Guerra del Líbano de 2006 se saldó con un alto el fuego con reminiscencias de victoria para Hezbollah. La milicia terrorista al menos lo celebró como un contundente éxito sobre Israel y le sirvió para fortalecerse.
Otro importante hito en el desarrollo de Hezbollah fue la guerra contra el Estado Islámico en Siria e Irak. La milicia chií libanesa recibió un notable empujón por parte de sus patrocinadores iraníes, además de ganar una notable experiencia en combate en la guerra contra el Estado Islámico.
Una vez eliminada la amenaza inmediata de Estado Islámico, Hezbollah regresó a sus primigenios objetivos anti israelíes, ahora reforzada con nuevo armamento iraní y con una valiosa experiencia en combate.
En paralelos con el estallido de la presente guerra en Gaza, Hezbollah amenaza con abrir un nuevo frente y atacar abiertamente Israel desde el norte.
Por el momento, los choques se limitan a intercambios de lanzamientos de cohetes y artillería, así como escaramuzas puntuales. Pero la amenaza está ahí y en cualquier momento podría abrirse ese nuevo frente.
Para evitarlo, Israel ha emprendido una estrategia disuasoria. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, advirtió que «Hezbollah está arrastrando al Líbano a una posible guerra y no deja de cometer errores».
Y amenazó: «Lo que estamos haciendo en Gaza lo podemos hacer también en Beirut». «Ni siquiera hemos empleado el 10 % del poder de nuestras fuerzas armadas israelíes en Gaza», añadió.
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