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12 de mayo de 2024

Jana Beris
Jana BerisIsrael

La Plaza de los Secuestrados se convierte en un nuevo sitio de peregrinación en Israel

La Plaza de los Secuestrados en Tel Aviv se ha convertido en un nuevo lugar de peregrinación en Israel de familiares de secuestrados por Hamás y ciudadanos que reclaman su liberación

Actualizada 04:30

Plaza de los Secuestrados en Tel Aviv

Plaza de los Secuestrados en Tel AvivForo de las familias de rehenes israelíes

Visitar el Santo Sepulcro o el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén, siempre es una cita ineludible para todo turista o peregrino llegado del exterior a Israel.
En los últimos meses, se ha agregado un lugar convertido –muy a pesar de los israelíes– en un nuevo punto de peregrinaje al que todos quieren llegar, pero no sólo turistas, sino también ciudadanos israelíes: la Plaza de los Secuestrados.
Se trata del escenario principal de protestas y concentraciones ciudadanas, actos y presentaciones artísticas dedicadas a concienciar sobre la necesidad imperiosa de recuperar a los secuestrados en manos de la organización terrorista Hamás.
No es realmente una plaza, sino la superficie, a la intemperie, en la explanada contigua al Museo de Tel Aviv, en la calle Shaul Hamelej, en la que se puede ver hoy un gran escenario en el que se realizan los actos, pequeñas tiendas de campaña, numerosos carteles con fotos de los secuestrados y hasta una simulación de túnel de Hamás que pretende simbolizar el horror de estar allí prisioneros.
Todo es organizado por el Cuartel de las Familias de los Secuestrados, que surgió ya el 8 de octubre, un día después de la masacre perpetrada por Hamás en el sur de Israel, y se convirtió rápidamente en el marco que representa a las familias y las ayuda en todos los aspectos a lidiar con la situación creada por el secuestro de sus seres queridos.
El 20 de octubre dicho foro realizó en lo que hoy se conoce como la Plaza de los Secuestrados, una actividad singular cuyo valor simbólico era muy claro para los israelíes: instalaron una larga mesa de Shabat, la cena tradicional judía de los viernes de noche, con más de 240 sillas vacías. Cada una, evidentemente, por un secuestrado que no podía sentarse a la mesa con su familia porque estaba en manos de Hamás.
Hace pocos días fue expuesta allí otra mesa un tanto distinta. Tiene 136 sillas vacías, ya que esa es la cantidad de secuestrados aún en manos de Hamás, tras la liberación de 121 israelíes y extranjeros en noviembre en el marco del alto el fuego.
Una parte, con mantel azul y presentación festiva, simboliza la mesa que las familias podrán tener cuando recuperen a sus seres queridos, y la otra, con mantel marrón de aspecto sombrío y platos con un trozo de pita y un poco de arroz, representando lo que contaron algunos de los que volvieron que recibían a veces para comer.
«Yo vengo aquí porque este lugar se ha convertido en un símbolo que hay que conocer», dijo a El Debate una mujer de Jerusalén un tanto incómoda «porque vine recién ahora, ya más de 100 días después de la masacre y los secuestros masivos».
Se disculpa porque no le gusta aparecer en la prensa, ni en fotos ni con su nombre. «Sé que mucha gente considera que las protestas que salen de aquí no logran la liberación de los secuestrados, y puedo entender que Hamás las ve y endurece sus posturas. Pero no podemos quedarnos cruzados de brazos».
Aviv Havron, que perdió a tres familiares asesinados en la masacre –entre ellos una de sus hermanas– mientras que otros siete fueron secuestrados, es consciente de esa problemática.
Es notoria la presencia de familias con hijos pequeños o adolescentes a los que sus padres explican cada cosa.
«Es importante que sepan, esto es parte clave de nuestra vida ahora», dice Elá Srabstein que está con sus tres hijos Ivri de 7 años, Hili de 15 e Itamar de 13.
Al principio de la conversación, Hili se muestra renuente, abraza a su madre y comienza a llorar. «Esta situación nos ha tocado mucho a todos, porque la tía de mi esposo, Ofelia, estuvo secuestrada», explica Elá
Finalmente, Hili sonríe y dice que es un alivio que haya vuelto. «Pero todavía faltan muchos que aún están en Gaza», aclara la mamá.
Hace dos semanas se instaló en el lugar la ya mencionada simulación del túnel. Tiene sólo 30 o 40 metros de largo y evidentemente no está bajo tierra.
Lo visitó el primer día Ofir Engel, de 17 años, uno de los jóvenes secuestrados del kibutz Beeri que ya fue liberado. Llegó con su novia Yuval Sharabi cuyo padre Yosi y cuyo tío Eli fueron secuestrados junto con Ofir el 7/10.
Pocos días después, Hamás difundió un vídeo en el que se veía el cuerpo sin vida de Yosi y de otro de los secuestrados, Itay Svirsky, asesinados por los terroristas.
La familia Sharabi no pudo sepultar a su padre pero realizó la «shivá», la semana de duelo en el judaísmo.
Meses atrás ya estuvieron de «shivá» al hallarse los cuerpos de la esposa y las dos hijas de Eli, tía y primas de Yuval, asesinadas en la masacre.
En la plaza estaban hace pocas semanas, también los Sharabi con las fotos de Yosi y Eli, sin saber que poco después Yosi estaría muerto. «No sabemos nada de Eli, que fue secuestrado por separado», nos dijo Raz Matalon, esposo de una de las hermanas. «Tampoco tenemos idea si sabe el horror que vivió su familia, todos asesinados».
Las familias, con las fotos de sus seres queridos secuestrados, se hacen presentes en la plaza en las protestas públicas. Mayores y chicos, con una camisa negra que con letras rojas y blancas piden el regreso de todos de inmediato a casa, de hecho, gritan en silencio.
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